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domingo, 30 de agosto de 2009

NINFAS DE LAS AGUAS

Imagen: Antiqva



En estos días pasados, diversos hechos que se han arremolinado en torno a Antiqva, algunos imaginarios y otros plenamente reales, han permitido que nuestro hombre haya podido disfrutar de gratos momentos de ensoñación.

Todo comenzó en la mañana del 15 de agosto, cuando Antiqva paseaba por las inmediaciones del Guadalquivir y reparó en un canto rodado de cuarcita que estaba revestido por una sugerente pátina. No se lo pensó demasiado y tomó alguna fotografía de la piedra, que luego dejó de nuevo en la tierra.

Esa misma tarde, mientras contemplaba la imagen en el ordenador, se le habría de venir a la mente la idea de escribir un cuento en el que el protagonista, él mismo, “subía” esa fotografía a un álbum de imágenes de Internet y al poco recibía un “e-mail” de una persona llamada Náyade, supuestamente una “Ninfa de las Aguas”, que le mostraba su agradecimiento por ello. Este cuento lo habría de publicar Antiqva en “Imágenes y palabras” el 27 de agosto.

Mientras tanto, y al margen de todo esto, los días 17 y 19 de agosto publicaba Antiqva otro texto en el que hablaba de Miguel Delibes, Nerea Riesco, las novelas y la magia. En la segunda parte de ese texto comentaba la grata impresión que le había producido leer la novela “Ars Magica”, de Nerea Riesco.

El mismo día 19, para su sorpresa, Antiqva recibió un correo de la escritora en el que esta le agradecía los comentarios que había vertido en “Imágenes y palabras” acerca de su novela… Antiqva, que pensó que solo gracias al aviso de algún “dulcísimo Ángel” podía haber tenido la mujer conocimiento de estas cosas le respondió ese mismo día:

“Estimada Nerea:

Tras recibir su correo de ayer en el que me agradece ciertas palabras publicadas en mi blog acerca de su “Ars Magica” he de decirle que he quedado “alegremente perplejo”…

Ante todo, ruego de antemano disculpe mi “atrevimiento” al enviarle estas palabras, pero es que –sinceramente- cuando leí su “e-mail” no pude evitar sonreír.

Me explicaré…

El sábado pasado, día 15, salí a pasear por las inmediaciones del Guadalquivir. Me encanta la fotografía, de modo que en cierto momento “me topé” con un canto rodado que estaba recubierto de una sugerente pátina y no dudé en tomar una imagen. Hasta aquí, todo de lo más normal.

Ese mismo día, por la tarde, con un sol de justicia afuera, estuve escribiendo un cuento para el que encontré inspiración en el hallazgo de esa piedra “decorada”. Me permito enviarle un archivo con el texto de ese cuento, así como una imagen de la piedra en cuestión. En el cuento, evoco a una supuesta “Ninfa de las Aguas”, en este caso del Guadalquivir, que envía al protagonista un “e-mail” en agradecimiento por haber colgado algo en Internet. Este cuento, ahora inédito, lo publicaré próximamente en mi blog. Hasta aquí, todo sigue de lo más normal.

Aún cuando vivo desde hace muchísimo tiempo en Córdoba, lo cierto es que hasta los 20 años viví en Valladolid, ciudad que visito de manera periódica. De hecho, en el mes de julio estuve allí con mi esposa. Fue entonces cuando compré su “Ars Magica”, que allí comencé a leer… Con motivo de ese viaje escribí un texto que habla de Miguel Delibes, Nerea Riesco, la novela y la magia, que he publicado en mi blog en dos partes estos días pasados. Hasta aquí todo sigue, como antes, de lo más normal.

Mi estado de “alegre perplejidad” se ha producido cuando hoy he leído su correo en el que me dice “Gracias” por las palabras que he publicado sobre su novela. Entiendo que no puede ser una mera casualidad que yo publicara el texto y usted, de inmediato, me dé las gracias. Es algo que me ha sorprendido pero entiendo que tendrá alguna explicación, aunque a mí esa explicación “se me escape”. Todo sigue, pues, “normal”.

Lo que realmente me ha sorprendido es que el sábado yo escribiera un cuento en el que una “Ninfa de las Aguas” me da las gracias por algo que he hecho en Internet y a los pocos días suceda que realmente una “Ninfa de las Aguas” (eso es Nerea, en este caso de las aguas del mar) me las dé también por algo que igualmente he hecho en Internet. Sin duda, entre una cosa y otra no puede haber más relación que la pura casualidad, pero, claro, uno siempre tendrá la duda de si ese tal “Antiqva” habrá llegado realmente a intuir, de algún modo desconocido, que el correo de una “Ninfa de las Aguas” se iba a producir… ¿Quién sabe?

En fin, que todo esto, “tan mágico”, me ha hecho sonreír y dado que estamos en verano, en un tiempo más relajado, me he atrevido a trasladarle estas palabras. Se trata, en suma, de que gracias a las “bondades” de Internet estoy viviendo estos sucesos, que se han encadenado, como un bellísimo “cuento real”, de modo que en esta ensoñación uno ya casi no distingue entre la Ninfa de mi pequeño relato y la Nerea de “Ars Magica”… Ambas han actuado de la misma manera…

En fin, con respecto al cuento que le adjunto, le diré que uno nunca los había escrito… Fue cuando inicié el blog cuando comencé a hacerlo. Nunca he podido asistir a un taller literario (¡ya lo deseo!), de modo que lo que escribo lo hago por intuición y, sin duda, reviste escaso interés… Ahora, gracias a la magia de Internet, ocurre que incluso las gentes “normales” podemos atrevernos a hacer este tipo de cosas y ver que, además, otras personas nos leen…

Y ya termino, amiga Nerea, aprovecho esta oportunidad para hacerle seguir un saludo muy afectuoso y deseo dejar constancia de que soy yo el que ha quedado muy agradecido por sus palabras. Ya sabe que en Córdoba tiene un lector que sigue su obra.”

Hasta aquí el correo cursado por Antiqva. Esa misma noche la escritora le contestó. En ese nuevo “e-mail” tras comentar ciertas “casualidades” vinculadas con su vida y su obra, terminaba diciendo:

“Tu cuento me ha parecido delicioso. Evocador, con mucha magia mezclándose con la cruda realidad, lo cual entra dentro de mis preferencias…”

Cuando Antiqva leyó estas palabras de Nerea Riesco, no pudo disimular la inmensa sensación de felicidad que embargaba su alma…
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jueves, 27 de agosto de 2009

GEOGRAFÍA DE LO OCULTO

Imagen: Antiqva



En aquel tiempo olvidado las legiones de Roma todavía no habían conquistado las tierras de España. Entonces, en los bosques ribereños del Guadalquivir vivía una ninfa a la que los humanos veneraban. Dicen que se llamaba Náyade y las gentes de Andalucía sabían que era la señora que reinaba en las aguas del gran río y en los parajes boscosos que lo envolvían.

Náyade, amada por todos, vivía en una gruta en la cercana Sierra y de ella se decía que ciertas noches, caminando por desconocidos pasadizos que nacían en la caverna, se internaba en el mundo subterráneo en el que los espíritus de los difuntos se purificaban antes de alcanzar el mundo celeste. Náyade, la ninfa del Guadalquivir, sintiéndose venerada por todos, vivía feliz. En los amaneceres, ella disfrutaba cuando los humanos se acercaban a la entrada de su cueva y le ofrecían las primicias de sus cosechas. A cambio, siempre benéfica, la ninfa contribuía a que la naturaleza fuese amable con las gentes. Daba también consejos a los humanos y les brindaba profecías acerca de cómo habrían de ser los momentos aún por venir. Todos sabían en aquellos tiempos que las ninfas poseían el arte de la adivinación y que si eran adecuadamente invocadas por los humanos se esforzaban por atender sus peticiones.

Así eran las cosas entonces. Habrían de pasar miles de años para que cierta mañana alguien que paseaba por las inmediaciones del río encontrase un canto rodado de cuarcita en el que la naturaleza, con arte especial, había esculpido una pátina sugerente. El hombre, siempre soñador, pensó incluso que parecía que en la corteza de la piedra alguien hubiera deseado reproducir el mapa de algún ignoto lugar. Algunos días después, el hombre, en un acto de ingenuidad, habría de “colgar” en un álbum virtual de imágenes de Internet una fotografía que había tomado de esa enigmática decoración pétrea.

A los pocos días, nuestro fotógrafo, invadido por la sorpresa, pudo leer un mensaje que alguien había enviado a su dirección de correo electrónico. Decía lo siguiente:

“Buenos días, Amigo:

He tenido ocasión de contemplar en Internet, ¿quién sabe los motivos de esta feliz conjunción de circunstancias?, una fotografía que con el título de “Geografía de lo Oculto” has publicado en un álbum de imágenes.

No imaginas la mezcla de sorpresa y alegría que he sentido al observarla, ya que hace miles de años fui yo misma quien diseñó esa pátina que la envuelve… Fue algo que sucedió en aquellos tiempos en que sentía que los humanos me amaban… Entonces, todos me hacían ofrendas… Todos me hacían peticiones… Hasta el propio río, en aquellos tiempos, era feliz cuando Náyade, al atardecer, se bañaba en sus frescas aguas.

En cierta ocasión, en aquellos olvidados tiempos, en un acto de evasión, se me vino a la mente la idea de esculpir en una piedra la representación de cómo es el “Reino de lo Oculto”, ese mundo subterráneo que es atravesado por deliciosas corrientes de agua y en el que abundan las lagunas. Una de ellas, la Estigia, hace milenios era especialmente temida por los humanos. Te puedo asegurar ahora que todos los horrores que de ella se contaban eran falsos… Nunca sucedió en ella nada que los humanos hubieran de temer… Era, sencillamente, un bello espacio de purificación que Náyade solía visitar por las noches para sumergirse en sus gratísimas aguas…

En fin, Amigo, por un azar de esta rueda que es la vida he podido contemplar de nuevo, ahora que ha pasado tanto tiempo y Náyade ha sido olvidada por todos, esa piedra con la que entonces jugué una tarde. He podido saber que ha sido tocada por tus manos y que la has fotografiado y que haciéndolo te has sentido tan feliz como me sentía yo entonces… ¡Que bello cúmulo de circunstancias se han producido para que haya podido reconocerla en Internet…! Amigo, cada vez que acaricies ese canto rodado recuerda que Náyade, la ninfa a la que los humanos dieron su amor en otros tiempos, todavía vive… Su espíritu sigue latiendo en las aguas de vuestro gran río…

Te envío un abrazo, Amigo humano.

Náyade”

Cuando terminó de leer el mensaje de la ninfa, el hombre, que cuando tomó la fotografía había dejado la piedra en el lugar en que la había encontrado, se prometió que la buscaría de nuevo… Fue así como una y otra vez, de manera insistente, las gentes pudieron verlo recorriendo las orillas del Guadalquivir con la mirada perdida en la tierra. Parece que nunca llegó a encontrarla. Dicen algunos, incluso, que en cierto momento llegó a pensar que todo había sido un sueño.

Sabemos, sin embargo, que esta historia no fue, ni mucho menos, el fruto de una ensoñación… Todavía ahora, incluso, la imagen de la piedra que muestra esa enigmática “Geometría de lo Oculto” continua “colgada” en Internet. Quizás algun@s de vosotr@s la halláis podido contemplar…


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martes, 25 de agosto de 2009

EL OJO DE HORUS Y LA LUNA

El Ojo de Horus (parte superior izquierda) - Tumba de Tutmosis III





En el capítulo 17 del Libro de los Muertos se ofrecen diversos conjuros mágicos cuya finalidad es que el espíritu del difunto pueda salir del Más Allá y retornar posteriormente si así lo desea. En el texto se exponen varias fórmulas que deben ser recitadas por el difunto, indicándose que el conocimiento de los conjuros habrá de resultar también muy provechoso para los hombres que los lean en la tierra. En uno de ellos, el difunto manifiesta que yo: “he reconstituido el Ojo (divino) después de que se hubo apagado en el día de la lucha de los Dos Compañeros”.

“¿Qué significa eso? –aclara el autor del texto- Se trata del día en que Horus combatió contra Seth, cuando éste arrojó inmundicias a la cara de Horus y cuando Horus destruyó los testículos de Seth. Sin embargo, Thot con sus dedos lo curó”.

En este conjuro, el difunto, identificado con Thot, declara haber reconstituido el Ojo que Horus había perdido. Especial interés reviste la indicación de que “he reconstituido el Ojo después de que se hubo apagado...”. Esa referencia al Ojo que se ha apagado era entendida por los sacerdotes egipcios como una alusión a la luna, ya que se pensaba que el Ojo de Horus, cuando era dañado por Seth, simbolizaba a la luna en sus fases decrecientes, de modo que la luna llena sería el Ojo una vez restituido. Se pensaba, en ese sentido, que Horus con sus dos ojos iluminaba la tierra de Egipto. El ojo derecho era el símbolo del sol, Re, en tanto que el ojo izquierdo era la imagen de la luna, Thot.

Plutarco (Isis y Osiris) nos confirma esa creencia egipcia de que la fase menguante de la luna estaría haciendo alusión a los ataques de Seth contra el Ojo de Horus, de modo que Seth sería concebido como un ser del mal que pretendiendo destruir a la luna u Ojo de Horus ocasionaba las fases decrecientes de este astro e incluso los eclipses: “por la privación total del Ojo de Horus quieren dar a entender el eclipse de la luna, que restablece el sol iluminándola de nuevo cuando se ha desprendido de la sombra de la tierra”.

Los textos egipcios nos ofrecen noticias que nos informan de que el Ojo de Horus no fue atacado solamente una vez, sino que Horus sufrió repetidas agresiones por parte de Seth. Esos ataques repetidos serían la causa de los eclipses lunares. En el capítulo 112 del Libro de los Muertos, titulado Fórmula para conocer las Almas de Buto se nos transmite información acerca de una de esas agresiones. En esta ocasión Seth está representado por un cerdo, siendo esa la causa de que este animal fuese considerado por los egipcios como especialmente abominable e impuro. Veamos el contenido de ese capítulo:

“Dice el difunto: ¡Habitantes de las lagunas... ¿Sabéis por qué se entregó la ciudad de Buto a Horus? Yo lo sé, aunque vosotros no lo sepáis. Fue Re quien le dio (la ciudad de Buto) como indemnización por la herida que había sufrido su Ojo, tras lo cual Re le había dicho a Horus: “Déjame ver qué ha ocurrido en tu Ojo hoy” Lo miró y entonces Re dijo a Horus: “¡Echa una mirada sobre ese cerdo negro!” Entonces se puso a mirarlo e inmediatamente la herida de su Ojo se agudizó vivamente. Luego Horus dijo a Re: “Parece como si mi Ojo (hubiera sido de nuevo golpeado por) Seth.” Y perdió el conocimiento. Después Re dijo a los dioses: “¡Llevadlo a su cámara, a fin de que recobre sus sentidos!”.

Había ocurrido, (efectivamente), que Seth, convertido en un cerdo negro, acababa de dar un golpe de fuego contra el Ojo (de Horus).

Después Re dijo a los dioses: “Despreciad al cerdo a causa de (lo ocurrido a) Horus! ¡Sin embargo, él podrá recuperar sus sentidos!” Y así fue como el cerdo estuvo en abominación por parte de los dioses de su comitiva a causa de (lo ocurrido) a Horus...”




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EL CALOR DE ANDALUCIA

domingo, 23 de agosto de 2009

SUEÑO DE MAGIA

Imagen: Antiqva




El hombre estaba soñando…

“Cuentan los que saben de esto que en otro tiempo había vivido en la aldea un hombre al que todos odiaban y temían por igual. Era un secreto a voces que las gentes de Lora de la Sierra sospechaban que el hombre, en las noches, practicaba los tenebrosos rituales propios de la magia negra. Por sus maldades, todos en la aldea le llamaban Seboperro…”

El hombre estaba soñando… Poco antes, su amiga Natacha le había pedido que escribiera un cuento cuyo argumento tenía que estar relacionado con la magia. Si se animaba a hacerlo, le había dicho, debería enviarlo por “e-mail” antes de cierta fecha… Después, ella lo publicaría en un blog colectivo “de cuentos”.

Como tantas otras veces en el mundo real, el hombre, ahora en sueños, había accedido a la petición de su amiga, de modo que su mente había comenzado a dar forma a las primeras líneas de ese relato que le pedía. Casi en el mismo momento de sentir el deseo de escribir el cuento había notado que alguna ley inflexible y oculta se había puesto en marcha en algún remoto lugar. Sentía que “Alguien” había ordenado a los habitantes de cierta aldea desconocida, entre ellos un hombre al que llamaban Seboperro, que acudieran presurosos a la mente del hombre.

El soñador, en su sueño, había comenzado a urdir palabras antes rotas y estaba componiendo lo que habría de ser el arranque del cuento que Natacha le había pedido. Supo pronto, algo atormentado, que el relato habría de narrar sucesos terribles vinculados con la más execrable magia negra. Intuyó igualmente, por que así lo imponían esas leyes ignotas que regulan el nacimiento de los cuentos, que se vería obligado a recrear, en el misterio de una noche sin luna, la muerte violenta de seres inocentes… Tendría luego que describir, también, el fantasmagórico mundo de los démones, esos espíritus desorientados que durante la noche vagabundean por las inmediaciones de las tumbas de los niños que murieron prematuramente o de las jovencitas a las que la muerte arrebató la vida de una manera violenta o inesperada. El hombre, soñando, sentía que Seboperro era alguien que conocía los modos que los seres del mal utilizan para influir sobre los démones, con la pretensión final de lograr, a través de ellos, la materialización de los deseos más funestos.

Sin saber como, supo el hombre que el texto del epitafio de una niña de la que nunca había oído hablar se estaba alojando en su mente. Es sabido que la muerte de un hijo arranca a los padres textos fúnebres de inmensa ternura, textos que usualmente no suelen hallarse en las inscripciones funerarias de los adultos. Todo sugería que se trataba del epitafio de una niña romana. Su forma versificada revestía una forma especialmente bella:



“Consagrada a los Dioses Manes.
Aquí yace Melitina,
de nueve años, seis meses y ocho días.
Aquí está la niña a quien el padre ha de llorar toda su vida
y a quien la madre, apenas desaparecida,
busca de continuo llena de dolor.
Agradecida a las caricias...
era como todos queremos sean nuestros hijos.
El año décimo de su vida la privó del don de la luz.
Quien lea este infortunio maldiga al hado inicuo.
Séate la tierra leve.
Carpophorus, su padre, y Titilicuta, su madre,
dedican este epitafio a su cariñosísima hija.”



El hombre, que sentía la necesidad de maldecir a ese hado inicuo que había privado a Melitina, esa niña romana desconocida, del don de la luz se estaba dando cuenta, siempre soñando, de que la historia que ahora se sentía ardientemente obligado a escribir, estaba tomando forma… Las palabras, antes rotas, iban encajando en su mente. En breve, pensaba, podría enviar a su amiga el cuento mágico que le había solicitado.

Entonces fue cuando sucedió todo… Una mujer, Isis de la Noche, inesperadamente, irrumpió en los sueños del hombre. “Antiqva –le decía-, soy Isis, tu amiga imaginaria… Quiero conocer los mundos de donde vienen los personajes que ahora mismo estás modelando en tu mente. Amigo, siempre quise saberlo. Dime: ¿dónde tienen su existencia los personajes de los cuentos antes de que sus autores los traigan a nuestro mundo? He podido saber, Antiqva, que tu estás ahora mismo en ese lejano reino. Dime como es… Te lo ruego, amigo –prosiguió la mujer- esfuérzate por retener en tu mente, antes de que despiertes del sueño, las singularidades de ese alejado mundo en el que viven los personajes que todavía no han sido creados por sus autores.”

Impresionado por la extraña petición de su amiga, que había roto su sueño, el hombre se despertó sobresaltado. Estaba perplejo… Tras escuchar las palabras de Isis sabía que ya no podría escribir aquel cuento cuyo protagonista era un ser malvado al que las gentes llamaban Seboperro… Alertados por las palabras de la mujer, quizás asustados al temer que algún inmenso secreto pudiera ser descubierto por los humanos, los personajes del cuento habían huido. El hombre había sentido como todos ellos, cruzando palabras que para él resultaban ininteligibles, se habían alejado apresuradamente de su mente.

Supo también el hombre, ya despierto, que el mundo de la razón había vencido al reino de la noche y que todos sus sueños se estaban esfumando de su mente. Sabía que ya no podría escribir ese relato que hablaba de las maldades de Seboperro y de la muerte inesperada de una niña romana. Sabía también, sin embargo, que ahora tendría que dar forma a otro cuento, también de magia, en el que penetraría en los secretos que rodean el mundo de los sueños…

El hombre, las manos en el teclado del ordenador, comenzó de inmediato a escribirlo… Aquella misma mañana lo terminó. Tras leérselo a María, como hacía siempre con sus cuentos, envió el archivo por “e-mail” a sus dos amigas. Parece que el relato comenzaba con las siguientes palabras:

“Cuentan las gentes que saben de estas cosas que en cierta ocasión unos espíritus que vivían en un mundo ignoto, situado más allá incluso de donde tiene su nacimiento el Arco Iris, habían sentido la necesidad ineludible de acudir a la llamada de la mente de un hombre que había manifestado el deseo de escribir cierto cuento que hablaba de cosas mágicas. Dicen algunos que en ese reino desconocido en donde vivían los espíritus, tan alejado de nosotros, es donde se conservarían, custodiados por celosos guardianes, todos los sueños y los recuerdos de los hombres que alguna vez vivieron…”




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miércoles, 19 de agosto de 2009

NEREA RIESCO - DE NOVELAS Y MAGIA

Cosas de Valladolid
Imagen: Antiqva




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Ese mismo día en que habíamos estado paseando por los jardines del Campo Grande (allí estaba el “Brasero de herejes” de la Santa Inquisición), Antiqva se acercó a una librería que según le habían comentado algunos amigos había sido inaugurada en fechas recientes en las inmediaciones de la calle de Santiago, la arteria que conduce a la cercana Plaza Mayor. Allí, ojeando libros, nos topamos con una obra que nos llamó la atención. De algún modo, “se nos vino a las manos”. Su título “Ars magica”; su autora, una mujer llamada Nerea Riesco, de la que, en honor a la verdad, nada sabíamos en ese momento.

Tras haber leído “El hereje” de Delibes, uno siente un cierto temor a adquirir novelas históricas de las que previamente no hayamos tenido alguna referencia. Diríamos que uno está “algo harto” de comprar libros que luego, por una causa u otra, se dejan a medio leer y terminan arrinconados. No es nada inusual que muchas de esas novelas históricas que son publicadas por autores de nombre desconocido para la gente vulgar (gente entre en la que Antiqva se incluye) resulten insufribles de leer, bien por la sensación de desánimo o aburrimiento que se desprende de ellas o por el desconocimiento de la Historia que manifiesta su autor. Uno siempre dice que una novela histórica debe cumplir dos requisitos esenciales. Uno es propio de cualquier novela: el autor debe ser capaz de escribir algo sin producir aburrimiento. Antiqva no lee novelas que le aburran. Si en esta vida tiene que hacer algo meritorio para alcanzar, en el más allá, la vida eterna, no será leer cosas que le produzcan aburrimiento. Eso lo tiene uno claro. El otro requisito es específico: la novela histórica no es Historia, pero lo que en ella se nos cuenta debe ser creíble en términos históricos, lo que exige una previa labor de rigurosa investigación documental.

En fin, así fue así como con ciertos temores ante lo desconocido nos hicimos con un ejemplar del “Ars magica” de Nerea Riesco. Estábamos de vacaciones y teníamos interés y tiempo para intentar su lectura. Entonces fue cuando “la cosa” sucedió… Tan pronto como comenzamos la lectura de la novela tuvimos la convicción de que algo de ese “Arte mágico” nos estaba atrapando. Posiblemente algún insospechado conjuro de brujas estaba produciendo sus efectos en nuestra mente y no podíamos interrumpir la lectura, que nos resultaba apasionante. Por motivos obvios no vamos a referirnos al argumento de la obra, que recomendamos a todos los amantes de este género, pero si queremos dejar constancia de la brillante manera en que la autora maneja la documentación que ha utilizado para la confección de la trama. Es de agradecer, en ese sentido, la nota bibliográfica que se inserta al final. Leyendo la obra, además, uno tiene de continuo la sensación de que allí no sobra ni una sola palabra, lo que no es poca cosa. La lectura del libro, además, motiva un resultado bellísimo y es que uno siente el deseo, casi la necesidad, de saber más cosas acerca de lo que se habla en la trama de la novela. Uno siente que debería profundizar en la materia. Es una novela que, al menos a Antiqva, le ha abierto el apetito de profundizar en esa España tan mágica y tan poco conocida.

Para terminar estas palabras quisiéramos reproducir algunos breves pasajes de la novela. Ello nos permitirá adentrarnos en las singularidades del modo de escribir de la autora:

“Le informaron de que el diablo le arrebataba a su esposa en medio de la noche para llevarla al akelarre, donde fue vista por muchos convecinos cometiendo una amplia lista de tropelías infames entre las que se incluían los contactos carnales y concupiscentes con íncubos de ojos ardientes y penes fríos como el hielo…”

“A veces, la asaltaban sin piedad tormentosos pensamientos que jamás repetía por miedo a atraer a la mala fortuna, y porque tampoco hubiera sabido describirlos bien con palabras. Eran sensaciones insondables, que surgían del fondo mismo de su alma, que parecían residir allí desde mucho antes de su llegada a este mundo, desde mucho antes de que cualquier otro ser viviente existiera en el mundo, incluso desde antes de que se crease el mundo…”

“En sueños vio a la reina Margarita cubierta por un finísimo camisón de lino que más bien parecía una mortaja. Caminaba con el cabello suelto, descalza por un sendero sembrado de piedras lascadas que se le iban clavando en los pies, sin que ella diese muestra alguna de sentir dolor. Avanzaba con los brazos colocados a lo largo del cuerpo, con las palmas de las manos vueltas hacia delante, mostrándole unos estigmas cruciformes por los que manaba un río de sangre de color azul turquesa, acorde con su estatus real. Iba dejando tras de sí un reguero que marcaba el camino recorrido y que se extendía a sus espaldas formando todo un paraíso acuoso formado por lagos, mares y cascadas en los que se ahogaban miles de personas que pedían ayuda agitando los brazos con frenesí. Al poco, la reina llegó a su altura, serena y sin un gesto, se acercó a su oído. Salazar pudo sentir la caricia de su respiración cerca del cuello pero en lugar de un susurro, Margarita le gritó con todas sus fuerzas: “¡El demonio está en el palacio!”





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lunes, 17 de agosto de 2009

MIGUEL DELIBES (DE NOVELAS Y MAGIAS)

Plaza Mayor de Valladolid
Imagen: Antiqva




Antiqva piensa que Miguel Delibes es uno de los más grandes novelistas españoles, de modo que cuando en 1998 publicó su obra “El hereje”, con la que el autor pretendía hacer un homenaje a Valladolid, su ciudad, uno fue consciente de que debía leer esa novela tan pronto como le fuera posible.

Es sabido, a estas alturas, que Antiqva nació y vivió su juventud en Valladolid. Algunos pueden también saber, porque alguna vez hablé de ello en este cuaderno, que hubo un tiempo prodigioso en el que Miguel Delibes y mi padre se trataban, cuando se encontraban paseando por la calle, con afecto indudable. Nunca llegó a saber el niño Antiqva los motivos por los que esos dos hombres se hablaban de manera tan entrañable. En aquellos tiempos esas cosas, a un niño, no le importaban.

Posiblemente nadie sepa, sin embargo, que diez o doce años después Antiqva habría de ser alumno de don Miguel, que impartía clases de “Historia del Comercio” en la Escuela Universitaria de Ciencias Empresariales de Valladolid. Sin duda, en algún lugar, ¿quién sabe donde?, debe conservar Antiqva la firma autógrafa del novelista estampada en una de esas “papeletas” de calificación universitaria.

Hablo de estas cosas porque en días pasados Antiqva ha tenido oportunidad de pasear nuevamente por los jardines del Campo Grande vallisoletano y ha recordado otros tiempos en que don Miguel, cada mañana, salía a pasear por este espacio público. Era usual que nos cruzáramos con él y entonces solíamos saludarle, como alumno suyo que habíamos sido. Siempre nos respondía con su bondad tan característica.

En su obra “El hereje”, Miguel Delibes nos habla de Cipriano Salcedo, un hombre cuyas inquietudes intelectuales y religiosas le llevaran a la hoguera en los tiempos de la Inquisición. La narración de su vida le sirve a don Miguel para construir un impactante telón de fondo que nos acerca a la historia de Valladolid en un momento especialmente tenebroso en el que todo estaba dominado por instituciones tan siniestras como el Santo Oficio. “El hereje” es una novela del género histórico ambientada en el Valladolid del siglo XVI cuyo rigor en lo que sería puramente la recreación de los escenarios puede sorprender a cualquiera, pero no a Antiqva, que tuvo la fortuna de ser alumno de Delibes en esos cursos de “Historia del Comercio”. Don Miguel, además de novelista, era catedrático en la Universidad de Valladolid, y estaba especializado en Historia, de modo que se justifica el conocimiento que tiene de la historia de Valladolid.

Ese mismo día en que habíamos estado paseando por los jardines del Campo Grande (allí estaba el “Brasero de herejes” de la Santa Inquisición), Antiqva se acercó a una librería que según le habían comentado algunos amigos había sido inaugurada en fechas recientes en las inmediaciones de la calle de Santiago, la arteria que conduce a la cercana Plaza Mayor. Allí, ojeando libros, nos topamos con una obra que nos llamó la atención. De algún modo, “se nos vino a las manos”. Su título “Ars magica”; su autora, una mujer llamada Nerea Riesco, de la que, en honor a la verdad, nada sabíamos en ese momento.

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jueves, 13 de agosto de 2009

AHMOSIS EN LA TIERRA DEL HORIZONTE (Y III)

Imagen: Antiqva




La carta del faraón
(En la propia cámara funeraria, en la pared oeste)

Estábamos siguiendo la ruta de los Oasis, camino de la Tierra Negra, cuando nos encontramos con un grupo de jinetes que venía a nuestro encuentro, con un mensaje del rey. Cuando tuve en mis manos el papiro pude leer:

“Sello del rey: Año II, día 15 del mes tercero de la Inundación. Decreto real para el Compañero Único, Ahmosis, Capitán de los Arqueros. Se ha tenido conocimiento de la carta que habías enviado al rey, al Palacio, para hacer que se sepa que has regresado felizmente de Yam, junto con la tropa que estaba contigo. Dices en tu carta que has traído todo tipo de productos grandes y buenos, que el príncipe de Yam ha dado para el Ka del rey, que vive para siempre.

Has dicho también en tu carta que has traído del país de los Habitantes del Horizonte una Mujer Belluda y un Hombre-Niño para las “Danzas del Dios”.

Has dicho que el Hombre-Niño es igual que el Hombre-Niño que el canciller del dios Baurdjed trajo del país del Punt en tiempos del rey Isasi. Has dicho a mi majestad que no había sido traído nada igual a esos presentes por ningún otro que haya ido a Yam previamente.

Tu sabes ciertamente hacer lo que tu señor quiere y aprecia. Verdaderamente pasas el día y la noche pensando en hacer lo que tu señor ama, aprecia y manda. Su majestad proveerá tus múltiples y honorables dignidades para el beneficio del hijo de tu hijo eternamente, de forma que toda la gente dirá, cuando oigan lo que mi majestad hizo para ti: “¿Hay algo similar a lo que fue hecho para el Compañero Único Ahmosis cuando regresó de Yam, a causa de la vigilancia que mostró en hacer lo que su señor amaba, alababa y ordenaba?”

Ven hacia el norte, hacia la Residencia Real, inmediatamente. Apresúrate y lleva contigo a ese Hombre-Niño que tú has traído del país de los Habitantes del Horizonte vivo, sano y salvo, para las “Danzas del Dios”, para alegrar el corazón, para deleitar el corazón del rey y del hijo del rey. Cuando suba contigo al barco, haz que haya hombres capaces que estén alrededor de él en cubierta, para evitar que caiga al agua. Cuando duerma por la noche, haz que hombres capaces duerman alrededor de él en su tienda. Ve a controlarlo diez veces por la noche. Mi majestad desea ver a ese Hombre-Niño más que los productos de la tierra de las minas y del Punt.

Haz lo mismo con la Mujer Belluda, que mi corazón anhela conocer.

Cuando llegues a la Residencia Real, si ambos están vivos, mi majestad hará para ti grandes cosas, más que lo que fue hecho para el canciller del dios Baurdjed en tiempos del rey Isasi, de acuerdo con el deseo de mi majestad. Han sido enviadas órdenes al “jefe de las ciudades nuevas”, Compañero y Superior de los Sacerdotes, para mandar que se te proporcionen suministros de lo que está a cargo de cada uno, de cada almacén, de cada depósito y cada templo que no disfrute de exenciones.”


Esperando la muerte
(En la base del sarcófago)

Ahmosis dice ahora que todo lo que el rey le prometía en esa carta fue cumplido.

Ahmosis dice ahora que ha ordenado que esa carta de su Señor fuese reproducida en su tumba, para toda la eternidad.

Cuando Ahmosis, al frente de la expedición que volvía de la tierra de Yam, arribó a Tebas fue recibido por el rey y por todos los hombres de Egipto, que estaban alborotados y felices.

Pero ese día Ankhiry no le estaba esperando. Se me dijo que su espíritu se había ido al reino de Occidente a los pocos meses de que Ahmosis partiera para la tierra de Yam. Ahmosis lloró amargamente y ni siquiera Gilukhipa, su esclava, la Mujer de los Ojos Ardientes, pudo consolar su dolor.

Ahora, cuando han pasado los años, todos saben que Ahmosis ha sido un ciudadano excelente en la batalla, un camarada para su gente. He sido uno querido por su padre, alabado por su madre, a quien aman sus hermanos, grato para sus parientes e hijos. Yo me alce desde lo último de mi padre por el poder del rey. Viví en el deseo de un buen carácter y en el deseo de hacer bien las cosas. Yo soy uno que habla por su propia boca y que actúa con su propio brazo. No hay nadie que hable mal del reverenciado Ahmosis. Soy la vanguardia de los hombres; soy la retaguardia de los hombres, porque nadie igual a mí ha existido, ni existirá, y porque nadie igual a mí ha nacido ni nacerá.
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domingo, 9 de agosto de 2009

AHMOSIS EN LA TIERRA DEL HORIZONTE (II)

Imagen: Antiqva




Viaje a la tierra de Yam
(En la propia cámara funeraria, en la pared este)

Nuestro rey, que alababa la valentía de Ahmosis, le hizo llamar a la Gran Mansión.

Me dijo:

“Te ordeno que siguiendo la ruta de Elefantina, descendiendo por Irtjet, Makher, Terers e Irtjetj, viajes a la tierra de Yam, para abrir la ruta a ese país.

Es mi deseo que saludes al rey de Yam y que viajes luego a la tierra de los Habitantes del Horizonte, de donde debes traer una Mujer Belluda y un Hombre-Niño que quiero entregar a mi hijo para que sea feliz contemplándolos. Cumple mis deseos, Ahmosis, y viaja a esas tierras lejanas que están situada al sur, más allá del Alto Egipto.”

Y fue así como las lágrimas cayeron por las mejillas de Ankhiry el día en que Ahmosis, al mando de cien arqueros y cien soldados de la caballería real, se alejó de Tebas camino de la tierra de Yam.

Tardamos más de siete meses en culminar nuestro viaje, en el que fuimos siguiendo la ruta de los Oasis. Cuando, al fin, llegamos a Yam supimos que su rey había sido asesinado en una excursión de los Hombres de las Arenas. Viendo que los hombres de Yam estaban llorando por su desgracia Ahmosis, al frente de sus soldados, tras saludar al príncipe, salió a la búsqueda de esos criminales que habían ofendido a los dioses de Egipto atacando a un pueblo que nuestro rey consideraba amigo.

Hacía once días que buscábamos a los criminales cuando aquellos hombres sin ley, que nos acechaban, nos atacaron. Ahmosis ordenó que los arqueros formaran un círculo y la caballería fue colocada en su interior. Pronto, la nube de flechas hizo que desapareciera la luz del sol y los Hombres de las Arenas fueron aniquilados. Cuando los últimos de ellos, inundados por el terror, se ponían en fuga, ordené que se abrieran las líneas de los arqueros y que la caballería saliera en su persecución.

Aquel día murieron todos los Hombres de las Arenas. Cortamos todas sus manos, que sumaron un total de trescientas sesenta manos. Capturamos luego a sus ancianos, mujeres y niños. Cuando iniciamos el retorno a Yam llevábamos cincuenta esclavas. Todos los ancianos, los niños y las restantes mujeres de aquel pueblo malvado habían sido abandonados a los chacales.

Así fue como Ahmosis alcanzó su gran victoria sobre los Hombres de las Arenas, que causaban temor en la tierra de Yam y que fueron exterminados por los soldados del rey de Egipto.

Yo, que añoraba el calor de Ankhiry, tomé a una de las esclavas que habíamos apresado. Su nombre bárbaro era Gilukhipa pero todos la conocían como la Mujer de los Ojos Ardientes. Ella era la más bella de todas aquellas mujeres. Desde entonces, Gilukhipa, con sus pechos, calentó el cuerpo y el corazón de Ahmosis, que se sintió feliz.


Regreso a Egipto
(En la propia cámara funeraria, en la pared sur)

Todo el oro y la plata que habíamos arrebatado a los Hombres de las Arenas y las manos de los vencidos ordené que fueran entregadas al príncipe de Yam, como un gesto amistoso de nuestro rey. Él nos mostró su agradecimiento y ordenó que sus hombres nos ayudaran a capturar aquellos seres especiales con los que el faraón nos había ordenado regresar a Egipto.

Y fue así como iniciamos otro largo viaje a la tierra de los Habitantes del Horizonte, atravesando lugares en los que hasta entonces ningún hombre egipcio había puesto sus pies… Y llegados a la tierra de los Habitantes del Horizonte, los hombres de Yam nos ayudaron a capturar una de las mujeres belludas. Sin su ayuda no hubiéramos podido conseguirlo. Pronto avistamos, entre los árboles, a un grupo de ellas, pero cuando nos acercamos pudimos comprobar que eran unas mujeres feroces, de terrible apariencia y que estaban dotadas de poderosos colmillos. Gracias a los venenos de las flechas de los hombres de Yam pudimos adormecer a una de ellas que pronto envolvimos en una red de cuerdas. El jefe de los hombres de Yam me dijo que aquella terrible mujer se llamaba, en su lengua, “Gorila”.

No encontramos allí ningún Hombre-Niño pero en el palacio de Yam tenían varios esclavos y el príncipe nos entregó uno de ellos, que se llamaba, según nos dijo “Pigmeo”.

Y fue así como Ahmosis se despidió del principe de Yam e inició el regreso a la Tierra Negra. Volvimos de la tierra de Yam con “Gorila”, “Pigmeo”, las cincuenta esclavas y más de trescientos burros cargados de incienso, ébano, aceites, pieles de pantera, colmillos de elefante y palos arrojadizos, así como todo tipo de bienes y presentes con los que el príncipe, agradecido por haber exterminado a los Hombres de las Arenas, quería mostrar su agradecimiento a nuestro rey. Para entonces, Gilukhipa había conquistado el amor de Ahmosis, que se sentía feliz.



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miércoles, 5 de agosto de 2009

AHMOSIS EN LA TIERRA DEL HORIZONTE (I)

Imagen: Antiqva



(TEXTOS DE LA TUMBA DE AHMOSIS)


Ofrendas del rey e invocación a Anubis
(Sobre la entrada de la tumba)

Ofrenda que da el rey: que nunca falten en la necrópolis el pan, la espelta y la cerveza, ni ninguna cosa buena, para él, Ahmosis, Capitán de los Arqueros...

Invocación a Anubis (Señor de la Necrópolis): que Ahmosis sea enterrado en la necrópolis del desierto occidental después de haber alcanzado felizmente una avanzada edad como un reverenciado junto al Gran Dios… Que Ahmosis pueda caminar en paz por los sagrados caminos del Occidente hacia el Señor del Cielo, como un espíritu reverenciado…


Alabanza de Ahmosis
(Sobre las paredes de los corredores de acceso a la cámara funeraria)

He llegado hoy de mi ciudad a esta necrópolis. Desde mi casa en la tierra he descendido a esta Mansión de Eternidad que me hice construir…

Yo fue un hombre excelente. Fui un hombre querido por su padre. Fui un hombre alabado por su madre. Fui un hombre amado por todos sus hermanos. Mis hijos lloraron el día en que fui llevado a la necrópolis. Envuelta en el silencio, Ankhiry, mi esposa, aguardaba mi llegada al reino de Occidente. Gilukhipa, mi esclava y mi amada, también lloró el día en que fui llevado a la necrópolis.

Ahmosis fue un hombre excelente que dio pan al hambriento y vestidos al que estaba desnudo. Ahmosis transportó en su barca a todos aquellos que no tenían barca…

Oh, vosotros, vivientes, que vivís sobre la tierra y que pasáis ante esta tumba, hacia el norte o hacia el sur, os pido que digáis:

“Sean concedidos dos mil panes, espelta y cerveza para el señor de esta tumba. Qué ninguna cosa buena falte a su Ka en el reino de Occidente”.

Si lo hacéis, Ahmosis velará por vosotros desde el reino de Occidente, porque Ahmosis es un espíritu excelente y bien equipado, y su Sacerdote Lector sabe que la palabra de Ahmosis es poderosa en magia.

Y con respecto a todo aquel que penetre en esta tumba sin estar purificado, el espíritu de Ahmosis lo atrapará como si fuera un pajarillo y lo entregará al Gran Dios para que sea juzgado y aniquilado. Su nombre será olvidado por toda la eternidad.

Yo, Ahmosis, fui uno que hizo el bien. Yo, Ahmosis, fui uno que dijo el bien. Yo, Ahmosis, fui uno que repitió lo que se deseaba que Ahmosis repitiera. Jamás dije maldad alguna. Jamás incité al poderoso a que actuara injustamente contra un hombre.

Yo, Ahmosis, Capitán de los Arqueros Reales, hice siempre el bien. Yo, Ahmosis, fui un hombre excelente. Yo, Ahmosis, quise estar siempre a bien con el Gran Dios. Yo, Ahmosis, nunca permití que se privara a un hijo de los bienes de su padre…


Capitán de Arqueros
(En la propia cámara funeraria, en la pared norte)

El Capitán de los Arqueros Reales Ahmosis, hijo de Ibana, Justo de Voz, dice:

Ahmosis os habla a vosotros, gente toda, desde mi tumba para hacer que lleguéis a conocer los favores que me acontecieron en mi vida. Fui recompensado tres veces por el rey, a la vista del país entero, con el “Oro del Valor”, así como con multitud de esclavos y esclavas. El rey, agradecido por mi arrojo en el combate, hizo que se me dotase con numerosas tierras. Mi fama de hombre valiente quedará en la memoria de los hombres para siempre. Mi nombre, por toda la eternidad, no desaparecerá de la tierra.

Ibana, mi padre, era arquero del rey; Udimu, el padre de mi padre, había sido arquero real, y Ahmosis, cuando era todavía joven, fue enrolado en los arqueros reales.

A las órdenes de mi padre, Ibana, yo participé en las cinco campañas que el rey ordenó realizar para liberar al Bajo Egipto de la amenaza de los pueblos asiáticos. Ahmosis supo actuar con valentía y sus hazañas corrieron de boca en boca en el Doble País. En esas cinco campañas Ahmosis consiguió las manos de quince enemigos y capturo siete cautivos que fueron entregados al rey.

Cuando los asiáticos fueron aniquilados, nuestro Señor, alegre por la valentía de Ahmosis, le concedió el “Oro del Valor” y ordenó que fuese nombrado capitán de su cuerpo de arqueros. Fue en ese tiempo cuando Ahmosis desposó con su amada Ankhiry.



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martes, 4 de agosto de 2009

DONDE MACHADO NACIÓ AL AMOR

Claustro románico de San Juan de Duero

Ermita rupestre de San Saturio

El Duero desde la ermita de San Saturio
Por aquí traza el río su curva de ballesta en torno a Soria
Paralelo al río trascurre el camino por el que Machado y Leonor paseaban

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Imágenes: Antiqva




Antonio Machado, catedrático de Lengua Francesa, llegó a Soria en 1907, cuando contaba 32 años de edad. El 30 de julio de 1909 se casó con Leonor Izquierdo Cuevas, hija de la dueña de la pensión donde Machado había encontrado alojamiento. Cuando la conoció, Leonor era una niña de 15 años. José Tudela dejó escrito: “Antonio era alto, corpulento, fuerte, reposado y de familia burguesa, y Leonor era baja, menuda, muy femenina, nerviosa y de familia humilde.”

Antonio y Leonor fueron felices hasta que la muerte de ella, tres años después del matrimonio, los separó. Leonor “tan breve esposa como musa permanente” dejó una huella indeleble en el alma del poeta. En los momentos en que Leonor, gravemente enferma, caminaba hacia la muerte, pedía Machado un milagro que salvara su vida:

“Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido.

Mi corazón, espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.”

El milagro, desgraciadamente, no se produjo, y la jovencísima Leonor falleció. Sería entonces cuando Machado habría de escribir el que para nosotros es su poema más estremecedor:

“Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.”

En estos días pasados Antiqva ha tenido ocasión de recorrer, entre sueños, los lugares por los que dos enamorados, Machado y Leonor, solían pasear. Antiqva ha caminado por las orillas sorianas del Duero, entre las ruinas románicas del monasterio de San Juan de Duero, los vestigios de la Orden del Temple en San Polo y la ermita de San Saturio. Allí, entre las aguas del Duero y los roquedos escarpados que serpentean en sus orillas, leímos algunos poemas a los amigos que nos acompañaban.

Recordemos ahora aquellos versos en los que, tras la muerte de Leonor y estando el poeta en Andalucía, Machado, con el corazón en sueños, evoca a la Soria en la que había nacido al amor. Machado, en su ensoñación, se siente de la mano de Leonor. Cuando salga de ella, se verá solo, caminando entre los polvorientos olivares de Jaén:

“Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños…

¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?

Mira el Moncayo azul y blanco: dame
tu mano y paseemos.

Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo.”



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lunes, 3 de agosto de 2009

RAREZAS DE ANTIQVA




Sara, de “Elixir para olvidar”, una entrañable amiga decidió estos días pasados nominar para el premio “RAREZAS” a nuestro no menos entrañable Antiqva.

A cambio, debería detallar Antiqva siete “rarezas” que le sean propias. El hombre, siempre tan raro, argumentó de inmediato que él no iba a hacerlo, así que, como veis, me ha tocado a mí cumplir esa tarea.

A mi modo de ver algunas “rarezas” de Antiqva podrían ser:

1)-Creo que a estas alturas, ante todo, el tipo ya no tiene claro quien es él mismo y quien es ese tal Antiqva… Cada vez le cuesta más distinguirse a si mismo de eso otro “yo” que alguien le colgó...

2)-Puedo también asegurar que es un tipo familiar y que no siente ninguna atracción por el futbol, los toros o la caza… ¡Vamos que es un diamante en bruto! ¡Un verdadero filón!

3)-Parece que es un tipo propenso a caer en las “ensoñaciones” en cuanto tiene el más mínimo despiste, por eso tiene ciertas amistades “que están siempre en la Luna o mirando a las Estrellas”.

4)-Me consta que le encanta pasear por el campo, con la máquina digital enfundada al cinto, tomando fotografías de cualquier cosa que se mueva (bichos o nubes, por ejemplo) o que no se mueva (flores, yerbas y jaramagos de todo tipo).

5)-Fotografía también, y en algún caso conserva, cualquier piedra vulgar, léase cuarcitas o sílex, que según su inquieta mente registre alguna señal que acredite que pudo haber sido manipulada por el hombre hace miles de años. Algunos cuentan que en sus desvaríos cierta vez encontró un cascajo con algún bicho fosilizado y el tipo juró y perjuró en diversos ambientes tabernarios que se trataba, ni más ni menos, que del “Stigma Diaboli” fosilizado de alguna bruja renacentista… ¡Señor, que hombre…!

6)-Finalmente, todo sugiere que nuestro amigo está trastornado por culpa de una familia de gatos silvestres que le tienen enajenada la conciencia. Dicen algunos que saben de esto que a veces, incluso, escribe poemas a los dichosos felinos… ¡Y eso que no le hacen, al pobre, ni puñetero caso…!

7)-Finalmente, como es torpe en “Matemáticas” cuando le ponen siete tareas hace seis y se queda tan feliz… ¡Ah, la inmensa felicidad de las mentes sencillas…!

Bueno, ahora viene lo más duro… Antiqva tiene que nominar a otr@s siete infelices, que ansíen ser merecedores de esa distinción… ¡Ay, Señor, dificultad inmensa esta…!

Pensamos que es@s siete incaut@s podrían ser, por orden alfabético:

-ALFARO (por su empeño en enderezar palabras rotas)

-CRISTINA (que siempre camina con un libro de poemas en la mano)

-ISIS DE LA NOCHE (porque últimamente está alocada trasteando por selvas bellísimas)

-JANETH (porque sabe “latín” y día a día nos lo hace saber)

-MARINEL (porque a la menor ocasión se pierde entre sueños)

-NATACHA (porque siempre está perdida en la Luna)

-PETITA PETITESA (porque está, sin duda, loca “de atar” por la fotografía)

Parece que ahora ese tal Antiqva tendría que avisar a las susodichas personas, pero el tipo dice que de eso nada, que seguro que cualquier día vienen ellas solas por aquí…



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domingo, 2 de agosto de 2009

CUENTO DE ÁNGELES

Imagen: Antiqva




Hubo una vez un ángel que se enamoró de un hombre,
pero el hombre, envuelto en los sueños,
nunca se percató de ese amor.

Pasados los años, el ángel,
que seguía enamorado,
se encarnó en un gato.

Así fue como al poco, cierta mañana,
un gato se presentó ante el hombre,
que lo recibió alborozado.

Desde entonces, el ángel vive feliz,
libre de los Cielos,
sintiendo como su cuerpo se estremece cuando el hombre,
en las melancólicas tardes de soledad,
le acaricia sutilmente.




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