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viernes, 26 de marzo de 2010

UN RAYO DE LUZ

Un rayo de luz
Ensoñación fotográfica: Antiqva



Al abrir los ojos, podía ver perfectamente las algodonosas nubes que se movían perezosas… Podía notar como el sol calentaba mi rostro. ¿Dónde estaba?

Un silencio atronador me rodeaba… y entonces, me dí cuenta de que no podía recordar… En mi mano apretaba con fuerza, casi con desesperación, un botón amarillo, que desde luego, no pertenecía a nada que llevase puesto.

¿Un nuevo estado de consciencia? ¿Una nueva sensación? Una miriada de pequeñas nuevas sensaciones se agolpaban en mi interior y era imposible medirlas, traducirlas. No sé si me sentía feliz en ese taciturno instante… Quizás la mejor palabra que me describía era nuevo. Eso es, me sentía nuevo; pero algo había pasado, algo había vivido que mi mente no llegaba a vislumbrar desde el recuerdo.

Sentí que respiraba más tranquilo; decidí levantarme y cambiar mi rostro de extrañeza por uno más inquisitivo; decidí caminar hasta encontrar algo que me sonara conocido, o bien encontrar una cara amiga; un buen café en algún lugar abierto y lleno de gente. Pero sabía que mi mano derecha llevaba la respuesta firmemente apretada…

Tras cruzar la avenida, adornada con luminosos ya apagados que anunciaban la Navidad, me topé con el “Nuevo México”. Alguna fuerza desconocida me animó a entrar. Saludé, pero nadie me devolvió el saludo, ni siquiera el camarero, a pesar de que, su mirada se había cruzado con la mía durante unos segundos. Mientras esperaba que me sirviera el café que había pedido, decidí ojear el periódico. Entonces, de súbito, supe que había estado antes en aquel lugar. Sabía que el camarero de hosco aspecto se llamaba Carlos. En ese momento, alguien, en el televisor, estaba informando de que tres españoles habrían sido secuestrados en Mauritania. Al parecer, formaban parte de una caravana que llevaba alimentos al Senegal. Carlos, tras la barra, a gritos, vociferaba en contra de los negros, y de los moros, y de Zapatero, y de los curas… ¿Quién será ese Zapatero?, pensé.

Fue entonces cuando el hombre entró en el bar. Portaba varias bolsas de plástico en las que acumulaba sus miserables pertenencias. Las depositó junto a la barra, a mi lado, y se encaminó a los servicios sin saludar a nadie. Algo en mi interior me avisaba de que yo conocía a ese hombre y que debía guardar las distancias con él. Intuitivamente supe que era un tipo peligroso.

-Vaya por Dios –escuché gritar a Carlos-, ya está otra vez aquí el Legionario… Veréis como me deja los servicios…

Para entonces yo estaba recuperando progresivamente la memoria. Era consciente de que el Legionario, ese mendigo de aspecto patibulario, era un desheredado de la fortuna. Todos le conocían en la ciudad. Su casa era la calle y muchas mañanas acudía al “Nuevo México”, para desesperación de Carlos. Allí tomaba un café, hacía sus necesidades y se aseaba un poco. Recordé que la gente contaba que en algún tiempo lejano, huyendo de las consecuencias de crímenes olvidados, había estado enrolado en la Legión. El barco que lo traía de regreso de África, cuando lo licenciaron, amarró en Algeciras. Allí tomó un expreso nocturno guiado por el ánimo de llegar a Madrid. Algo antes, sin embargo, de que el tren avistara Córdoba el revisor lo descubrió sin billete. Avisó a los dos números de la Guardia Civil que vigilaban el convoy y estos le obligaron a bajarse en la que en otros tiempos había sido mítica ciudad de los califas. Fue así como, obligado por las leyes insondables del azar, el Legionario se había asentado en los jardines y calles de Córdoba.

Estaba él todavía en los servicios cuando empecé a escuchar gritos en la calle. Afuera, al otro lado de la plaza, se había formado un tumulto de gente. -¿Qué pasará? –pensé. Carlos, para entonces, todavía no me había servido el café. Iba a reclamarlo cuando pude contemplar, dominado por el estupor, que varios agentes de la policía entraban en el “Nuevo México”. Repararon en las bolsas de plástico que el mendigo había dejado en el suelo y cruzaron con Carlos algunas palabras que no pude escuchar. Al momento, pistola en mano, se encaminaron a los servicios. De allí, sacaron al Legionario. Se lo llevaron esposado y encañonado. Cuando pasaba a mi lado, dirigiendo él su mirada al vacío, me di cuenta de que debajo de su raído abrigo vestía algo que parecía una vieja casaca militar, posiblemente un vestigio de su naufragio en las aguas de la Legión. La casaca estaba abotonada con botones de cobre amarillento.

Atraído por el creciente bullicio me olvidé del café que Carlos no había llegado a servirme y salí a la calle. Un grupo de unas diez o quince personas, al otro lado de la avenida, junto a los jardines, se arremolinaba. Una ambulancia y varias unidades policiales estaban estacionadas con las luces intermitentes encendidas. Crucé la calle y me acerqué al grupo. Un hombre, empapado en su propia sangre, estaba tirado en suelo…

-Ha sido el mendigo –decía alguien-. Sin cruzar palabra le ha clavado un inmenso cuchillo… Después, ha tirado el arma en aquel soto y se ha alejado… Hemos visto que entraba en el “Nuevo México”. Allí acaban de detenerlo.

Me acerque. Horrorizado pude contemplar de cerca al hombre que yacía en el suelo. Su pecho estaba atravesado por lo que parecía ser la bayoneta de un CETME (1). El médico que lo atendía, volvió su cabeza:

-Acaba de morir –exclamó, mientras cerraba con su mano los ojos del hombre-. Tiene en sus manos un botón amarillo –avisó a los policías-. Posiblemente se lo arrancó a su asesino…

Fue en ese momento cuando sentí que una luz inmensa salía del cadáver y me envolvía girando de manera vertiginosa…

-¡Señor –pensé- ese hombre muerto soy yo…!

Dominado por una sensación jamás conocida de angustia, sentí que la luz se hacía dueña de mí y me desplazaba con ella… En pocos instantes me sentí lejos, muy lejos… ¿Quién sabe a donde me conduciría?

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1)- CETME: fusil de asalto ametrallador. Arma usada en el ejército español en los tiempos del franquismo. Todo sugiere que el Legionario, cuando se licenció, no llegó a devolver su bayoneta de reglamento.





jueves, 25 de marzo de 2010

CUENTOS PARA NATACHA





El pasado 8 de marzo, en la última edición de RELATO COMANSI, que versaba sobre el tema "NOTICIAS", un cuento que habíamos presentado, titulado "SEÑALES CELESTES" ha sido premiado con un galardón honorífico.
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Quede constancia de nuestro agradecimiento por ese premio obtenido por nuestro relato, así como el cariño especial con que recibimos cualquier noticia que nos llegue de ese lugar de ilusión, que nosotros siempre hemos llamado "Cuentos para Natacha", un espacio entrañable, que se ha ido formando con la aportación de los relatos que día a día hemos ido aportando las personas que colaboramos en ese blog colectivo.

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jueves, 18 de marzo de 2010

LA NOCHE DE LOS PIRATAS

Imagen: Antiqva




Esa noche había estado poseído por los desasosiegos… El “Nuestra Señora de Belén”, nuestro galeón, con sus bodegas rebosantes de oro y plata, en el viaje de regreso a Sevilla se había alejado de la flota por culpa de la niebla y estaba siendo atacado por dos buques británicos a los que su Graciosa Majestad había otorgado “patente de corso”. Sus cañones nos estaban machacando y cuando nuestra santabárbara saltó por los aires en un infierno de azufre y metralla, pude sentir que una fuerza inmensa me alzaba a los cielos para luego estrellarme contra las aguas heladas del Océano. Agarrado a un tablón, conmocionado por la explosión y con los pulmones encharcados, reparé pronto en que el “Nuestra Señora de Belén”, envuelto en una brasa de llamas iba a hundirse en el infierno de aquel mar tenebroso que para mi desgracia estaba infectado de tiburones… Supe que mi vida había llegado a su fin…

Fue entonces cuando, gracias al Altísimo, alguien me despertó…

-Vamos, cariño, levanta –me estaba diciendo mi mujer- recuerda que hoy es la fiesta de graduación de Lola… ¡Se hace tarde…!

Pude incorporarme a duras penas… Sentía que una insufrible angustia me embargaba… Había tragado, sin duda, demasiada agua y estaba a punto de morir asfixiado… Me levanté y, dando trompicones, caminé por el pasillo… Sentía que los tiburones me perseguían… En la cocina esperaba el desayuno…

-¿Pero que te pasa…? –me dijo ella-… Pareces un fantasma… ¡Menudas ojeras tienes…!

Al ver que no me recuperaba, cuando le expliqué que había pasado una noche de terror, ella me hizo saber que antes de desayunar debía tranquilizarme un poco…

-Escucha –me dijo-, siéntate y relájate… Intenta pensar en una luz que se sitúe al lado de tu frente… Debes intentar que esa luz, tan bella como tranquilizadora, se materialice en tu mente. Luego debes sentir que va entrando por tu cabeza para bajar luego por tu cuello y tu pecho hasta alojarse en el corazón… En un rato te sentirás feliz y relajado… Inténtalo, cariño.

Cuando estaba intentando hacer lo que ella me había dicho fue cuando todo se complicó… Yo intentaba relajarme, de hecho tenía los ojos cerrados y respiraba despacio, pero ante mi mente en lugar de esa bella luz prometida lo que se materializó de manera inesperada fue una mujer pirata… Vestía unas calzas largas y una descolorida chaquetilla de color azulón debajo de la cual asomaba una camiseta parda que dejaba relucir una pechera de ilusión… La mujer pirata, piel morena y ojos azules como el cielo y el mar, se movía con la furia del diablo… En su mano derecha blandía un sable de reglamento de los usados en los Tercios de Flandes, sin duda se lo había robado a algún muerto, en tanto que con la izquierda apretaba el mango de un afilado machete con el estaba rebanando el cuello de todos los que salían a su paso. La reconocí de inmediato, era Hanna, hija de Flor de Loto, una geisha legendaria que Jack Sparrow había secuestrado y violado, antes de enamorarse de ella, cuando sus hombres abordaron un navío nipón que hacía la ruta de Manila. Todos sabíamos que Hanna, cuando su padre fue colgado en Cartagena de Indias y la geisha huyó a la Martinica, fue criada por los bucaneros y con sólo quince años había matado por primera vez a un hombre, un marino portugués que se había atrevido a mirarla en “El cofre del ron”, una de las más despreciables tabernas portuarias de la Tortuga.

Intenté esconderme, pero Hanna, mientras seguía degollando a nuestros marinos, avanzaba a zancadas… Por algún motivo se había fijado en mí… Me di cuenta de que, en la distancia, a gritos, me estaba dirigiendo palabras que me resultaban incomprensibles ya que uno nunca estudió inglés…





Imagen: Antiqva




Al poco, Hanna Sparrow, tras una carrera jalonada por nueve cuerpos degollados, luciendo al viento su cuerpo escultural, reluciente de esplendor gracias al escote generoso de su raída camiseta, me alcanzó… En el fugaz momento en que sus ojos azules se cruzaron con los míos sentí una triple sensación. De un lado, tuve la certeza de que en pocos segundos esa bella mujer me iba a degollar; de otro, pensé que durante los breves momentos que me restaban de vida todo en mi había quedado enamorado de su mirada… También reparé, al fin, en que de la bocana de la bodega salía un humo espeso… Las ratas ya la habían abandonado y corrían enloquecidas por la cubierta, intentando escapar de las garras de Jano y Natacha, que inexplicablemente también eran figurantes de la pesadilla. Me llamó la atención que los asilvestrados gatos, más que perseguir ratas, parecían ejecutar alguna danza bellísima… En el justo momento en que Hanna me alcanzó tomé conciencia de que la santabárbara estaba a punto de explotar…

Fue entonces, cuando la mujer pirata apretaba su machete en mi cuello, cuando pude contemplar perplejo que surgía de la nada un grupo de sacerdotes mayas que desfilaban por la cubierta en llamas del galeón entonando cierta letanía… El profeta que dirigía la procesión, que portaba en sus manos un antiquísimo papiro egipcio, iba recitando:

-Aquí empiezan los capítulos que relatan la Salida del Alma hacia la plena Luz del día, su Resurrección en el Espíritu, su entrada y sus Viajes en las Regiones del Más allá. He aquí las Palabras que hay que pronunciar el día de la Sepultura, en el momento en que, separada del Cuerpo, el Alma penetra en el Mundo del Más allá. Salve ¡oh Osiris, Toro del Amenti!...

-¡Señor, –pensé- la Santa Compaña de los mayas… Estoy perdido…!

Fue en ese momento cuando la santabárbara del “Nuestra Señora de Belén” explotó…

Desde entonces han pasado once días y mi mujer sigue intentando, sin éxito, sacar de mi mente a la mujer pirata.


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martes, 16 de marzo de 2010

DESENCUENTROS

Ensoñación fotográfica: Antiqva



Bloguero experimentado busca personajes para un posible cuento de piratas.

Se gratificará.

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domingo, 14 de marzo de 2010

MIGUEL DELIBES

Ausencia
Imagen: Antiqva



Mi padre y aquel hombre estaban conversando amigablemente, como viejos amigos que llevan mucho tiempo sin verse. Mi madre, mi hermana y yo aguardábamos con cierta impaciencia a que su conversación terminara. Era un domingo por la tarde y habíamos salido a pasear con la intención de llegarnos al centro de la ciudad y merendar unas ricas “milojas” en una pastelería que estaba situada detrás, en unos soportales, de la Plaza Mayor.
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¿Queréis que os enseñe el periódico? -dijo el hombre, cuando parecería que estaban terminando la conversación.

Claro que si, Miguel, le respondió mi padre, claro que nos gustaría, sobre todo a los niños.

Mi hermana y yo nos miramos sorprendidos, ya que nadie nos había preguntado nuestra opinión y lo cierto es que lo que queríamos era irnos de una vez a la pastelería. Entonces, yo debía tener seis o siete años, y la verdad es que no tenía el menor interés en un periódico en esos momentos.

Pero lo que aquel hombre, se había brindado a enseñarnos no era un periódico de papel, como yo pensaba, sino el local en el que se editaba “El Norte de Castilla”, diario del que él era director.

Conversando amigablemente, el hombre nos llevó a un edificio cercano y nos hizo entrar en las entrañas del periódico. Cariñosamente nos fue explicando como funcionaban aquellas máquinas. Recuerdo la impresión que me causó una especie de máquina de escribir que funcionaba sola. El hombre nos explicó que aquello era un “teletipo” y que automáticamente imprimía los datos que alguien estaba introduciendo en ese momento en otro lugar del mundo. ¡Cosas de magia! -dijo mi madre, que nunca había oído hablar de aquellos inventos.

Al cabo de un rato, tras una despedida amigable en la que el hombre nos regaló a los niños unos libritos de cuentos que sacó del cajón de una de las mesas, salimos a la calle y nos dirigimos a donde nosotros queríamos ir, a la pastelería, en donde las “milojas” nos aguardaban. En el camino, mi padre nos dijo, con orgullo no disimulado, que el hombre con el que habíamos estado era Miguel Delibes, un afamado escritor.

Muchos años después, evocando este encuentro que tuve en mi niñez con Miguel Delibes habría de surgirme una pregunta sin respuesta: ¿De qué conocería mi padre a este hombre? ¿Por qué se hablaban con tanto cariño?.

Lo cierto es que nunca se lo pregunté a mi padre y cuando sentí la necesidad de hacerlo, ya no podía ser.


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miércoles, 10 de marzo de 2010

"SABEMOS QUE NUESTRO PADRE ESTÁ AQUÍ..."

Un pasado con nubes
Ensoñación fotográfica: Antiqva



Aquella noche hubo “saca de presos”… Vicente, cuando le obligaron a subir al camión que habría de llevarle al paredón donde iba a ser fusilado, sintió que un miedo lacerante paralizaba su corazón… Dicen que chillaba proclamando a los aires su inocencia… Su aparato circulatorio no resistió el envite del terror y se rompió en la muerte como una bombilla que explota. La parada cardiaca impidió que llegara a sentir el impacto de las balas atravesando su cuerpo. Corría el mes de julio de 1937. Las tropas nacionales habían entrado en Málaga el 8 de febrero de ese año.

Todo había comenzado tres meses antes. Vicente, zapatero de oficio, había piropeado a una mujer que había entrado en el local de la calle Dos Aceras de Málaga:

“Qué rubia más guapa” –había exclamado nuestro hombre admirando la belleza de la desconocida.

Al poco, ese mismo día, las gentes del orden acudieron al lugar y se lo llevaron. El hecho causó extrañeza en el barrio, ya que nadie sabía que nuestro hombre perteneciera a algún partido político o sindicato. Parece que la ira de la rubia motivó el desastre… Era, quizás, la esposa de alguien importante y parece que se quejó de inmediato a ese alguien de la conducta del zapatero.

El 30 de julio de 1937, Josefa –esposa de Vicente- acompañada de su hija Francisca, acudieron a la prisión a llevarle algo de comida. La niña tenía entonces cinco años. Tardaron en explicarles los motivos por los que Vicente “no salía”. Al fin alguien les hizo saber que estaba muerto… Su cadáver había sido enterrado en el cementerio de San Rafael.

Ha pasado, desde entonces, mucho tiempo… En estos últimos años un equipo de arqueólogos ha venido trabajando para aflorar los restos de las más de 4.300 personas que fueron enterradas en fosas comunes del cementerio de la ciudad. Parece que ya tienen catalogados 2.840 muertos. De ellos, solamente de uno se conoce su identidad, se trata de Vicente, el zapatero.

-“Sabemos que nuestro padre está enterrado aquí” –habían hecho saber a los arqueólogos sus hijas Francisca y Pilar señalando un espacio concreto del rincón donde iban a excavar. Las palabras de las ancianas tuvieron pronta confirmación. En ese lugar, al poco, solitarios, aparecieron los restos de un hombre.

Las mujeres dijeron que cuando el camión, con su padre ya muerto, llegó a las tapias del cementerio, tras ser fusilados los demás detenidos, el cuerpo de Vicente fue mezclado con los otros cadáveres. Fue entonces cuando uno de los sepultureros, amigo de la familia, reconoció su cuerpo y lo colocó aparte de los demás:

-“Te lo he puesto aquí…” –le diría luego el hombre a una de las tías de Francisca y Pilar.

Así fue como durante décadas la familia del zapatero, todos los años, pudo llevar flores a aquel olvidado rincón del cementerio. Sabían que Vicente estaba allí enterrado. Francisca ha explicado alguna vez que cuando era niña su madre le daba las flores para que ella las colocara. Parece que la mujer no tenía valor para hacerlo por si misma. Poseída por el miedo se limitaba a contemplar, desde lejos, llorando, como su hija las depositaba en la tierra.

Pasados los años, otra mujer, también llamada Francisca, una de las nietas de Vicente, seguía llevando flores a la fosa de los fusilados. Había pasado mucho tiempo, pero el miedo seguía latiendo:

-“La gente se nos quedaba mirando y algunos, incluso, nos escupían”, habría de decir Francisca en tiempos recientes, para luego añadir: “Nunca nos criaron con rencor, al revés, nos contaban la historia de nuestro abuelo como un cuento…”


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martes, 9 de marzo de 2010

COSAS DEL NILO




Neferqueres, faraón de la II dinastía, reinó en Egipto durante 25 años.

Por el sacerdote Manetón sabemos que durante su reinado, el Nilo fluyó mezclado con miel durante once días.


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domingo, 7 de marzo de 2010

TERRORES NOCTURNOS

Ensoñación fotográfica: Antiqva


"Hace poco tuve una pesadilla terrible. Soñé que la madre Dolores me ponía unas cuentas larguísimas que nunca me salían. Sumaba una columna y me olvidaba cuánto llevaba, y tenía que empezar de nuevo y los ojos de la madre Dolores se ponían rojos como los de los monstruos de los dibujos. Como me puse a llorar la madre me cogió de las orejas y con sus carcajadas de bruja me encerró en el cuarto oscuro hasta el día siguiente.

Mi esposa no me cree y quiere saber dónde estuve toda la noche."
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Fernando Iwasaki (El cuarto oscuro)



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martes, 2 de marzo de 2010

FANTASÍA CON LOBOS

Aixa y el lobo
Estudio número uno
Ensoñación fotográfica: Antiqva


Aixa y el lobo
Estudio número dos
Ensoñacion fotográfica: Antiqva




Siempre pensé que Carlitos Calderón podía ser un hombre lobo, ya que doña Melquiada, hace años, me había hecho saber sus sospechas, pero el miedo comenzó a obsesionarme en los últimos meses cuando supe que la gente de la aldea comentaba la extraña ausencia de gatos y perros en las callejas.

Hace unas semanas, en la noche, entre gritos, alguien nos dijo que en el corralón del Cristo habían acorralado a una bestia peluda a la que habían sorprendido cuando con sus colmillos de sangre estaba degollando al perro de Aixa, la morisca de la Mancebía. Todos los hombres, armados de hachas y hoces, acudimos al corralón.

Antes de ser colgado, Carlitos habló:

-Desde hace años mi alma no me pertenece… Suplico la vida de mi cuerpo… Respetadla y os concederé un deseo… Mi pacto con Satán permite que pueda hacerlo realidad. Solo pido conservar la vida… Nunca volveréis a verme.

Los hombres, sin dejar de blandir las hachas, cruzamos nuestras miradas. En los ojos de todos relucía un inesperado fulgor… Los que estaban forzando la soga aflojaron la presión. Al poco, todos iniciamos el regreso a nuestras casas mientras la fiera se alejaba en la oscuridad.

Fue así como desde aquella noche en los cuerpos de nuestras mujeres se instaló de nuevo el deseo que acosa a las vírgenes.