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jueves, 25 de noviembre de 2010

AUTO DE FE




Mientras los inquisidores retorcían sus brazos, la mujer también confesó que en tiempos pasados un amigo suyo clérigo le había enseñado las palabras secretas de la consagración:

“Equis o cos,
corpus christi sangre consagrada
de mi Señor Jesucristo.”

Desde que supo esas palabras, “la Camacha” no habría dudado en pronunciarlas para conseguir atraer, gracias a su inmenso poder, a alguna persona que ella deseara dejar atada a su voluntad. No pronunciaba las santas palabras para invocar a Jesucristo sino para a través de ellas apresar las mentes de las gentes. Estas palabras, pronunciadas adecuadamente, también permitían que la hechicera yaciera con todos aquellos hombres a los que deseara.

Dijo también a los verdugos que a media noche, con otras hechiceras, solían ir a tres iglesias donde hubiese sacramento, y llegadas al altar proclamaban:

“Lucifer y Satanás,
Belcebú y Satanás
y Gaiferos,
aposentador mayor de los infiernos.”

Dichas esas palabras, el diablo convocado no tardaba en acudir y atender las peticiones de las mujeres. Solo una condición ponía y era que jamás habrían de confesar a nadie la existencia de estos pactos. Parece que este conjuro se lo habrían enseñado ciertas hechiceras que en sus dedos del corazón de ambas manos tenían uñas de águila en vez de dedos, signo claro de diabólica posesión.



La sentencia

Tras las confesiones de la hechicera, el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición habría de establecer: “Que salga al Auto de Fe en forma de penitente, con coroza en la cabeza con insignias de hechicera, y abjure de levi, y le den cien azotes en Córdoba y ciento en Montilla, de donde sea desterrada por diez años en cinco leguas a la redonda y que sirva los dos primeros años de esos diez en un hospital de Córdoba, que se le señalare, y que pague ciento cincuenta ducados…”

Fue así como el día 8 de diciembre de 1572, festividad de la Inmaculada Concepción, “la Camacha” desfiló en el Auto de Fe que se celebró en Córdoba. Al día siguiente, cabalgando sobre un asno por las calles de la ciudad, habría de recibir los cien azotes. Otros tantos le darían más adelante en Montilla.

Dicen que Leonor Rodríguez falleció en 1585. Causa cierta extrañeza que los inquisidores, probados sus pactos diabólicos, no la llevaran a la hoguera. Algunos habrían de decir que la mujer tenía tanto poder que habría embrujado a sus propios verdugos, que en lugar de quemarla se conformaron con doscientos azotes. No nos sorprende que la gente llegara a pensar eso ya que algún tiempo antes “la Camacha” había dicho: “Mirad si tengo aparejo; si pensáis que me han de llevar a la Inquisición, también me libraré de ella como libré a mi hijo hace unos años de la cárcel de Granada…”

Todo sugiere que si esta mujer era capaz de salir de esos círculos en los que atrapaba a una legión de diablos, habría también sabido eludir la temible muerte en la hoguera, tan frecuente en los procesos inquisitoriales.

domingo, 21 de noviembre de 2010

LAS DECLARACIONES DE UNA BRUJA

Imagen: Antiqva




El 8 de diciembre de 1572 quedó registrada en los anales inquisitoriales la declaración que prestó Leonor Rodriguez, cristiana vieja, de cuarenta años, acerca de sus artes de brujería. Antes, el cuerpo de la mujer había sido torturado: “Diósele tormento –dice el acta- en que, puestos los brazos atrás, atados los pulgares con once vueltas de cordel y asidos de la maroma, aparecieron vueltos adelante; y dijo el médico que no tenía lesión alguna…” Veintidos vecinos de Montilla habrían de ratificar los crímenes de “la Camacha”. Insistieron en que la mujer, cuando alguien demandaba sus servicios de hechicera, solía decir que ella sabía poco de esas cosas, pero a cambio de algunos dineros pronto accedía a buscar algún conjuro apropiado o decía que pediría la ayuda de otra bruja que tuviera más conocimiento que ella, con lo que los honorarios se duplicaban. Dijeron también los testigos que en 1567 la mujer había estado ausente del pueblo durante cuatro meses. Muchos argumentaron que durante ese tiempo habría estado en Granada, en casa de un moro “sin confesar” que a cambio de fornicar con ella le habría enseñado sus diabólicos conocimientos.

Atormentada por las torturas de los siervos del Altísimo, Leonor Rodríguez terminaría confesando, entre otras lindezas, que era conocedora del modo en que se debe hacer un círculo en la santa tierra con un cuchillo de cachas prietas para tras las invocaciones pertinentes conseguir que una legión de demonios acudiese al dicho círculo. Cuando eso sucedía, la mujer sabía que tendría que ofrecer un miembro de su cuerpo a los diablos para que estos le concedieran todo aquello que ella les demandare. A veces, ella les habría pedido que le trajesen a algún hombre que deseaba, guiada por el ánimo de copular con él. Con esa intención, también confesó, habría dado de comer a los dichos hombres tortas de trigo que ella, antes, había restregado contra sus propias vergüenzas. Atraídos al círculo y alimentados con ese pan, los hombres nunca ponían reparos a yacer con ella.

Reconoció también que había enseñado a otras hechiceras a hacer esos círculos infernales, ya que pensaba que toda bruja buena debería enseñar a sus amigas, tal y como a ella le habían enseñado diversas moras y cristianas de Granada. Dijo, al fin, que conocía las señales que esas mujeres tenían marcadas en sus cuerpos como símbolo de haber entregado alguna vez uno de sus miembros al demonio...

martes, 16 de noviembre de 2010

"LA CAMACHA" Y EL ARTE DE LA BRUJERÍA

Imagen: Antiqva





En 1570 los Padres Jesuitas pusieron en conocimiento de la Santa Inquisición que según ciertos informes cincuenta mujeres de Montilla tenían conocimientos mágicos y los ejercían como hechiceras y embaucadoras de almas. Los inquisidores actuaron rápidamente pero quedaron decepcionados al comprobar que la información de los Jesuitas era desproporcionada. Solo se pudieron llevar presas a Córdoba a seis mujeres. El revuelo que se había formado en el pueblo había sido exagerado. Una de las mujeres encarceladas fue Leonor Rodríguez “la Camacha”. Con ella se llevaron a Isabel Hernández “la Lozana”, Catalina Rodríguez, Mayor Díaz, Isabel Martín y Mari Sánchez “la Coja”.

En aquellos tiempos todos sabían en Montilla que “la Camacha” era una mujer de armas tomar. Tenía un patrimonio saneado ya que había heredado de su madre dos tiendas y un mesón y además obtenía unos pingues beneficios ejerciendo como auxiliadora de incautos. Se cuchicheaba que la mujer, que había nacido en 1532, había causado la locura y la pronta muerte de su propio esposo, un labrador llamado Antón Gómez de Bonilla, al no compartir este su interés por las artes del diablo. Se decía también que había tornado igualmente demente a uno de sus hijos cuando supo que este se había apropiado de cien ducados del patrimonio familiar.

“La Camacha”, además de hábil hechicera que conocía los ritos para convocar a los demonios, era una mujer que manejaba con soltura los dineros que percibía por sus servicios, de modo que con esos beneficios venía mostrando gran destreza en el arte de la compra y venta de fincas. Muchos sospechaban que en los tratos que hacía con las gentes, la bruja contaba con el auxilio del demonio, de modo que todos la temían y no pudieron sino suspirar con alivio cuando los inquisidores se la llevaron presa...

jueves, 11 de noviembre de 2010

LA MALMONJADA

Imagen: Antiqva



Leía un libro de poesía lírica medieval cuando me topé con un poema que me llamó la atención:

“No me las enseñes más,
que me matarás.

Estávase la monja
en el monesterio,
sus teticas blancas
de so el velo negro.

Más,
que me matarás.”

El poema es una composición anónima que pertenece a lo que se ha dado en llamar “ciclo de la malmonjada”, que nos hablaría de los devaneos amorosos de ciertas muchachas que en los tiempos del Medievo, presionadas por sus familias, habrían tomado los hábitos religiosos sin demasiado convencimiento.

En esos amores “ilegítimos” de las siervas del Altísimo encontraría su justificación un “dicho” de la Vieja Castilla que uno, cuando era niño, escuchó decir alguna vez a un invitado que estaba comiendo un plato de cocido que mi madre había cocinado. El hombre, feliz mientras saboreaba los garbanzos, ante la sorpresa de todos, habría de decir: “Uhm…, esto está riquísimo, es teta de novicia…”

Estas reflexiones me hicieron recordar "Libros de amor", poemario de Juan Ramón Jiménez que se publicó hace unos años y en el que llama la atención la sexualidad explícita del poeta. Parte de los poemas nos remiten al periodo comprendido entre 1901 y 1903, cuando Juan Ramón, enfermo, estuvo ingresado en el sanatorio madrileño del Rosario. En esos años, de los más felices de su vida, habría de decir el poeta, tuvo relaciones sentimentales con tres jóvenes religiosas: con la hermana Amalia Murillo, que fue trasladada de inmediato a Barcelona; con la hermana Filomena, y, sobre todo, con Pilar Ruberte.

Veamos algunos de los poemas que consagró a esta última novicia:

“¡Hermana!
Deshojábamos nuestros cuerpos ardientes
en una profusión sin fin y sin sentido...
era otoño y el sol -¿te acuerdas?-
endulzaba tristemente la estancia
de un fulgor blanquecino...”

...

“Cuando huía, en un vuelo de tocas trastornadas
de la impetuosa voluntad de mi deseo
se refugiaba en un rincón, como una gata...
Pero sus uñas eran más dulces que mis besos...
y en la proximidad ardiente del placer de su carne
me incendiaba el olor de todos sus secretos...”

Todo parece sugerir que los modos de ser de los hombres y las mujeres no han cambiado mucho desde los tiempos medievales…

lunes, 8 de noviembre de 2010

MORIR EN EGIPTO





“Las aventuras de Sinuhé” es una de las obras maestras de la literatura del antiguo Egipto. Su protagonista es un hombre que atemorizado por los acontecimientos que envolvieron la muerte de Amenemhat I decidió huir de Egipto e inició una nueva vida en las tierras de Asia.

Llegado a la vejez, Sinuhé recibió noticias del faraón Sesostris que le pedía que retornase a Egipto. En el cuento el rey convencerá a su súbdito cuando le hable de la necesidad de todo egipcio de morir y ser enterrado en Egipto. Vamos a reproducir las palabras de Sesostris, siguiendo la versión del viejo cuento en la traducción de Jesús López:

“Vuelve a Egipto –dice el rey a Sinuhé- y verás la Residencia (real) en la que has crecido, olerás la tierra ante la gran Doble Puerta y te reunirás con los amigos. Hoy, ciertamente, has empezado a envejecer y has perdido la potencia sexual. Piensa en el día del entierro, en el partir hacia el estado de bienaventurado. Se te asignará una noche con ungüentos y bandas (de momia) (que provienen) de las manos de Tait. Se te hará un cortejo fúnebre el día del entierro: el sarcófago interior de oro, la cabeza (máscara) de lapislázuli; el cielo sobre ti, tu colocado en el ataúd; los bueyes te arrastrarán y los cantantes avanzarán delante de ti. Se ejecutará la danza de los muu, se leerá en voz alta (la lista) de las ofrendas (funerarias) y se matarán (animales) en la entrada de tu capilla. Tus pilares (de la tumba) construidos con piedra blanca, (estarán) en medio de (las tumbas) de los príncipes. No morirás en tierra extranjera… Durante mucho tiempo has recorrido la tierra, piensa en la enfermedad y vuelve (a Egipto).”

El cuento de Sinuhé finaliza, una vez que el protagonista ha regresado a Egipto, enumerando las previsiones funerarias que se han establecido para cuando llegue el momento de su muerte:

“Una tumba de piedra fue construida para mí –dice Sinuhé- en medio de las otras tumbas. El director del equipo de canteros de la tumba se encargó de su suelo, el jefe de los dibujantes dibujó, el jefe de los escultores grabó y los directores de trabajos que estaban a cargo de la necrópolis se ocuparon de ella (la tumba). Todo el mobiliario que se coloca (habitualmente) en la cámara funeraria se cuidó que (fuera colocado) allí.

Me fueron asignados servidores del Ka y me fue constituido un dominio funerario. Había en él tierras cultivadas con un huerto junto al lugar (funerario), como se hace para un Amigo de rango superior. Mi estatua estaba recubierta de oro, su falda de electro. Fue su Majestad quien ordenó que ello fuera hecho. No hubo (otro) hombre humilde por quien se hiciera lo mismo. Y yo gocé del favor del rey hasta que llegó el día de echar amarras.”


viernes, 5 de noviembre de 2010

PUENTE VIEJO DE FLORENCIA

Imagen: Antiqva



… al principio éramos jóvenes pero no lo sabíamos
cuando nos dimos cuenta ya no éramos jóvenes…

Mario Benedetti (Bodas de perlas)

miércoles, 3 de noviembre de 2010

DE LAS GENTES Y SUS CANTARES

Imagen: Antiqva




Leyendo coplas antiguas uno, a veces, encuentra textos que son una pura delicia.

Veamos un ejemplo:


“Tiene mi prima un gallo
muy delicado
que sólo come trigo,
si está tostado,
y sentao en la silla
sólo se bebe el vino,
si es de Montilla.”



La lectura de otra copla, dedicada también a una prima, hizo que se nos escapara una sonrisa. Dice el texto, un tanto pícaro:


“Esta era mi primita,
la que lavaba,
bebía vino
y se emborrachaba.
Como era tuerta,
con el culo empujaba la puerta.



Dejando a un lado el aspecto jocoso de la letra, lo cierto es que no llego a captar los motivos por los que una mujer a la que le falte un ojo tenga que verse obligada a cerrar las puertas empujando con sus “cuartos traseros”…

Otras coplillas, finalmente, resultan tan bellas como ingenuas:


“Fui al campo a preguntarle
a la violeta
si para el mal de amores
había receta;
me ha respondido
que para el mal de amores
nunca la ha habido.”

lunes, 1 de noviembre de 2010

ANTIQVA Y "MI PLUMA DE CRISTAL"





Amig@s, me dice Antiqva que su amiga María, autora de “Mi pluma de cristal”, ha publicado en su blog una entrevista que le hizo estos días pasados…

Si sentís curiosidad, podéis leer esa entrevista en:

Si os animáis a hacerlo, ya me contaréis…