Apertura f/6,3
Tiempo de exposición 1/40 s
Velocidad ISO - 800
Distancia focal 26 mm
Medición - Diseño
Tiempo de exposición 1/40 s
Velocidad ISO - 800
Distancia focal 26 mm
Medición - Diseño
Todos chillaban viendo como Actius corría detrás del germano y como, más ágil, pronto lo alcanzaba. Un tajo de su espada desgajó la carne de la espalda del reciario, que cayó derribado al suelo. Fue entonces, cuando el mirmilón estaba a punto de golpear nuevamente al caído, cuando Actius, de nuevo, dudó. En su mente, presa de la perplejidad, estaba contemplando lo que parecía el espíritu de un niño que se interponía entre él y el reciario. Fueron solo unos segundos. Los suficientes para que el germano, en un inesperado movimiento, agarrase con fuerza el puñal que portaba en su cinturón y lo clavase en el vientre de su oponente.
Al momento, Actius yacía tendido en la arena, mientras el reciario, amenazándolo con su tridente, miraba al palco donde Lucio Junio Paulino, mecenas de los juegos, tenía el poder de decidir sobre la vida o la muerte del caído. El prócer, durante unos segundos, dirigió su mirada a los espectadores. Todos estaban alzando su dedo pulgar en dirección al cielo, indicando que la nobleza que Actius había mostrado en la lucha le hacía merecedor de vivir. Su vida debía ser perdonada, ya que había luchado con valentía. Lucio Junio, sin embargo, no atendió la petición de los asistentes. Su dedo pulgar, dirigido a la tierra, fue el signo que precedió al momento en que el reciario clavó con fuerza su tridente en el pecho del caído, buscando el hueco entre la clavícula y el esternón. Todos los asistentes al brutal espectáculo pudieron escuchar el grito desgarrador de Junia Minor. Lucio Junio, mientras tanto, suspiraba feliz. Sus desdichas habían terminado. El hombre que le había robado a su hija yacía muerto en la arena. Las gentes chillaban. No entendían que su petición de perdón no hubiera sido atendida por el flamen.
Al momento, un grupo de esclavos accedió a la arena. Llevaban en sus manos garfios de hierro con los que arrastraron el cuerpo de Actius hasta la Puerta de la Muerte. De allí lo llevaron al espolario, el deposito en el que se amontonaban los cadáveres de los gladiadores que esa jornada habían encontrado la muerte. Sus cuerpos estaban desnudos. Sus armas y vestiduras habían sido expoliadas. Habrían de ser utilizadas por otros gladiadores.
Junia Minor, que desde el graderío había visto morir al hombre al que amaba, hubo de organizar sus funerales. Ninguna otra persona se atrevió a acudir a ellos Todos temían la ira de Lucio Junio. Fue ella lo que lo organizó todo y la que hizo esculpir el epitafio que habría de honrar las victorias del gladiador durante tanto tiempo como los hombres fueran capaces de conservar la memoria.
A la mañana siguiente del funeral corrió la noticia en la Colonia Patricia Corduba de que esa noche habían encontrado la muerte, en circunstancias extrañas que nadie se explicaba, Lucio Junio Paulino, el flamen del culto al emperador, y su hijo Publio. Cuando la viuda de Actius regresó a la casa familiar, todas las mujeres estaban llorando, presas de desasosiego. Solo ella sabía las circunstancias en las que su padre y su hermano habían encontrado la muerte esa noche. Solo ella sabía que el epitafio que había mandado esculpir para su amado incluía una terrible maldición:
"Actius, mirmilón, venció seis veces. Murió a los veintiún años. Aquí está sepultado. Que la tierra le sea leve. Fue su esposa quien, a su propia costa, hizo este monumento a su marido. Lo que cualquiera de vosotros desease para mí ya difunto, eso mismo hagan los dioses con él, esté vivo o muerto".
NOTAS
-En el relato no hemos querido recoger lo que las investigaciones más recientes sostienen acerca de que señalar con el dedo hacía el cielo significaba la muerte, y dirigirlo hacia la tierra, la vida. Y ello porque todos, influenciados por las películas “de romanos”, estamos acostumbrados a pensar lo contrario.
-La inscripción funeraria de Actius, que desde siempre nos ha impresionado, también se conserva en el Museo Arqueológico de Córdoba. Fue encontrada en la actual Ciudad Jardín, en las inmediaciones del Camino Viejo de Almodóvar. Está catalogada en CIL II2/7,353.
CONSIDERACIÓN FINAL
Mientras hemos ido publicando este relato, varias amigas han pedido "que todo terminara bien" y que al fin "el amor triunfará".
Lamentablemente no ha podido ser así. Actius fue un hombre real, no es un personaje que uno haya inventado. La inscripción funeraria que su viuda le dedicó nos dice que murió en su último combate. Algo que desconocemos hubo de suceder para que la mujer incluyera en el epitafio la maldición que nos hemos limitado a reproducir.