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lunes, 30 de enero de 2012

La muerte del mirmilón


Apertura f/6,3
Tiempo de exposición 1/40 s
Velocidad ISO - 800
Distancia focal 26 mm
Medición - Diseño


Todos chillaban viendo como Actius corría detrás del germano y como, más ágil, pronto lo alcanzaba. Un tajo de su espada desgajó la carne de la espalda del reciario, que cayó derribado al suelo. Fue entonces, cuando el mirmilón estaba a punto de golpear nuevamente al caído, cuando Actius, de nuevo, dudó. En su mente, presa de la perplejidad, estaba contemplando lo que parecía el espíritu de un niño que se interponía entre él y el reciario. Fueron solo unos segundos. Los suficientes para que el germano, en un inesperado movimiento, agarrase con fuerza el puñal que portaba en su cinturón y lo clavase en el vientre de su oponente.

Al momento, Actius yacía tendido en la arena, mientras el reciario, amenazándolo con su tridente, miraba al palco donde Lucio Junio Paulino, mecenas de los juegos, tenía el poder de decidir sobre la vida o la muerte del caído. El prócer, durante unos segundos, dirigió su mirada a los espectadores. Todos estaban alzando su dedo pulgar en dirección al cielo, indicando que la nobleza que Actius había mostrado en la lucha le hacía merecedor de vivir. Su vida debía ser perdonada, ya que había luchado con valentía. Lucio Junio, sin embargo, no atendió la petición de los asistentes. Su dedo pulgar, dirigido a la tierra, fue el signo que precedió al momento en que el reciario clavó con fuerza su tridente en el pecho del caído, buscando el hueco entre la clavícula y el esternón. Todos los asistentes al brutal espectáculo pudieron escuchar el grito desgarrador de Junia Minor. Lucio Junio, mientras tanto, suspiraba feliz. Sus desdichas habían terminado. El hombre que le había robado a su hija yacía muerto en la arena. Las gentes chillaban. No entendían que su petición de perdón no hubiera sido atendida por el flamen.

Al momento, un grupo de esclavos accedió a la arena. Llevaban en sus manos garfios de hierro con los que arrastraron el cuerpo de Actius hasta la Puerta de la Muerte. De allí lo llevaron al espolario, el deposito en el que se amontonaban los cadáveres de los gladiadores que esa jornada habían encontrado la muerte. Sus cuerpos estaban desnudos. Sus armas y vestiduras habían sido expoliadas. Habrían de ser utilizadas por otros gladiadores.

Junia Minor, que desde el graderío había visto morir al hombre al que amaba, hubo de organizar sus funerales. Ninguna otra persona se atrevió a acudir a ellos Todos temían la ira de Lucio Junio. Fue ella lo que lo organizó todo y la que hizo esculpir el epitafio que habría de honrar las victorias del gladiador durante tanto tiempo como los hombres fueran capaces de conservar la memoria.

A la mañana siguiente del funeral corrió la noticia en la Colonia Patricia Corduba de que esa noche habían encontrado la muerte, en circunstancias extrañas que nadie se explicaba, Lucio Junio Paulino, el flamen del culto al emperador, y su hijo Publio. Cuando la viuda de Actius regresó a la casa familiar, todas las mujeres estaban llorando, presas de desasosiego. Solo ella sabía las circunstancias en las que su padre y su hermano habían encontrado la muerte esa noche. Solo ella sabía que el epitafio que había mandado esculpir para su amado incluía una terrible maldición:

"Actius, mirmilón, venció seis veces. Murió a los veintiún años. Aquí está sepultado. Que la tierra le sea leve. Fue su esposa quien, a su propia costa, hizo este monumento a su marido. Lo que cualquiera de vosotros desease para mí ya difunto, eso mismo hagan los dioses con él, esté vivo o muerto".


NOTAS

-En el relato no hemos querido recoger lo que las investigaciones más recientes sostienen acerca de que señalar con el dedo hacía el cielo significaba la muerte, y dirigirlo hacia la tierra, la vida. Y ello porque todos, influenciados por las películas “de romanos”, estamos acostumbrados a pensar lo contrario.

-La inscripción funeraria de Actius, que desde siempre nos ha impresionado, también se conserva en el Museo Arqueológico de Córdoba. Fue encontrada en la actual Ciudad Jardín, en las inmediaciones del Camino Viejo de Almodóvar. Está catalogada en CIL II2/7,353.


CONSIDERACIÓN FINAL

Mientras hemos ido publicando este relato, varias amigas han pedido "que todo terminara bien" y que al fin "el amor triunfará".

Lamentablemente no ha podido ser así. Actius fue un hombre real, no es un personaje que uno haya inventado. La inscripción funeraria que su viuda le dedicó nos dice que murió en su último combate. Algo que desconocemos hubo de suceder para que la mujer incluyera en el epitafio la maldición que nos hemos limitado a reproducir.

lunes, 23 de enero de 2012

Juegos gladiatorios


El tiempo fue transcurriendo y llegó el día en que habrían de celebrarse los juegos gladiatorios que la munificencia del flamen Lucio Junio Paulino había brindado a los habitantes de la Colonia Patricia. Todos los patricienses, rebosantes de júbilo, iban a tener nueva ocasión de exhibir públicamente el ansia de sangre que impregnaba sus espíritus.

En unos primeros momentos, varios desgraciados que habían sido condenados a muerte por haber cometido delitos comunes fueron masacrados por fieras a las que durante varios días nadie había alimentado. Un hombre gordo, auxiliado por un mastín, hubo de enfrentarse a un oso. Al momento, un zarpazo brutal hizo que se derrumbara. Sus restos, cubiertos de sangre, se desparramaron por la arena, para delirio del hambriento oso y de los espectadores. Después, un negro cuya espalda desnuda presentaba las heridas producidas por cientos de latigazos y al que habían armado con un puñal hubo de vérselas con un león que en pocos momentos lo había despedazado. Los hombres y las mujeres gritaban enloquecidos. Se decía que el negro había abusado carnalmente de una matrona y ahora había pagado su crimen con el sufrimiento y la muerte. El público estaban alcanzado el éxtasis del delirio viendo como aquellos miserables morían.

Al poco, dio comienzo el plato fuerte de la jornada. Seis parejas de gladiadores iban a medir sus fuerzas, en la certeza de que la mitad de ellos morirían degollados. Actius, mirmilón, cubría su cabeza con un casco de bordes amplios que estaba dotado de una cresta que simulaba el aspecto de un pez. Su brazo derecho y su pierna izquierda estaban protegidos con mallas de hierro. Sus armas eran las propias de los legionarios: una espada corta y recta y un escudo rectangular curvado.

Su oponente era un reciario, que utilizaba como armas una tupida red de malla, un tridente de hierro y un afilado puñal que portaba en su cinturón. Era un hombre fornido, nacido en Germania. Lucio Junio Paulino deseaba que este hombretón, que había sido seleccionado por su gran fuerza y rapidez de movimientos, fuera capaz de matar al hombre que había seducido a su hija.

Sin embargo, a medida que los hombres luchaban, los espectadores fueron conscientes de que Actius, vencedor en seis ocasiones anteriores, estaba llevando la mejor parte en el combate. Ante su astucia y rapidez en el ataque, el germano se había visto obligado una y otra vez a retroceder. En una de las embestidas del mirmilón, este, como distraído por algo, resbaló ligeramente en la arena y el reciario aprovechó el momento para lanzar la red a su cabeza. A duras penas, Actius pudo esquivarla con un agilísimo movimiento. Su oponente, entonces, arrastrando tras de si la malla se vio obligado a emprender la huida.


NOTAS

-La espada corta y recta con la que lucha el mirmilón Actius se llamaba “gladius”, de donde proviene la palabra gladiador.

martes, 17 de enero de 2012

Magia en la noche

Apertura f/8
Tiempo de exposición 1/60 s
Velocidad ISO - 800
Distancia focal 28 mm
Medición - Diseño



Dos meses después, una inscripción mandada erigir por Lucio Junio hacía saber a los cordobeses las singularidades de los próximos espectáculos que habrían de celebrarse en la ciudad:

"En la Colonia Patricia. Lucio Junio Paulino, hijo de Publio, de la tribu Sergia, que ostenta los cargos de pontífice, flamen perpetuo y duumvir de los colonos de la Colonia Patricia, habiendo sido elegido ahora flamen de la provincia Bética, desea ofrecer por ese honor del flaminado unos juegos de gladiadores y dos representaciones teatrales. También hará erigir estatuas conmemorativas por un valor de 400.000 sestercios, lo que había prometido si alcanzaba ese honor, y cuando llegue el momento de dedicarlas lo hará patrocinando unas carreras de carros en el circo".

Los juegos gladiatorios que Lucio Junio Paulino iba a costear de sus propios recursos como agradecimiento a los dioses por su nombramiento de flamen provincial se habían fijado para el día siguiente a los idus de octubre. Tres noches antes su hijo Publio, que había contratado los servicios del profeta Amonio, asistió a los rituales que el mago iba a desarrollar tendentes a lograr la muerte, gracias al auxilio de los espíritus del mal, de Actius, el hombre que les había arrebatado el corazón de su hermana Junia.

Para conseguir ese fin, el mago había esculpido en una tablilla de plomo el texto de una maldición cuya eficacia había sido probada en multitud de ocasiones desde tiempos antiguos:

“Yo, Amonio, usando el poder que me tiene concedido la corporación de los dioses, te conjuro, demon, quienquiera que seas, para que tortures y mates, desde esta hora, este día y este momento, a Actius, el gladiador; mátalo y destrózalo. No dejes aliento en su cuerpo. Te conjuro por el poder que me ha entregado, en cierto momento, el Dios del aire y del mar.”

Amonio y Publio, esa noche, llegaron a la tumba de un niño que había muerto unos días antes acosado por la fiebre. Amonio, con una azada, hizo un agujero en la tierra e introdujo en la tumba la tablilla de la maldición. Sabía que los espíritus de quienes han muerto de forma prematura quedan desorientados en la noche y suelen vagar cerca de sus tumbas, propicios a adoptar una actitud maligna hacia los vivos. Convenientemente utilizado, el demon de un niño muerto era susceptible de ser utilizado para los más reprobables actos. En este caso, conseguir la muerte del gladiador.


NOTAS

-La inscripción de Lucio Junio Paulino, en la que hemos hecho algunas modificaciones en su texto para adaptarlo al relato, se conserva en el Museo Arqueológico de Córdoba. Está catalogada en CIL II2/7,221.

-El día siguiente a los idus de octubre se corresponde con nuestro 16 de octubre.

jueves, 12 de enero de 2012

Junia y el gladiador



Las matronas de la gens Junia se rasgaron las túnicas cuando Lucio Junio Paulino las hizo saber que su hija Junia Minor, que tenía quince años, había huido de la casa familiar buscando los brazos de Actius, un hombre sin honor que vendía su cuerpo en los espectáculos de gladiadores.

-Ese hombre debe morir –sentenció el padre-. Solo de ese modo Junia quedará libre del arrebato que ha hecho que entregue su cuerpo a un criminal. Publio, hijo mío, debes ocuparte de que así suceda. No podemos permitir que el honor de tu hermana y de nuestra familia sea motivo de chanzas entre las gentes de la Colonia Patricia Corduba.

Publio, por toda respuesta, asintió con la cabeza.

Todo había comenzado unos meses antes. Había sido entonces cuando Junia Minor, contemplando las luchas de gladiadores en el anfiteatro, se había sentido atraída por uno de los vencedores de aquel éxtasis de sangre. Se trataba de Actius, un hombre libre que para su abominación había firmado un contrato con uno de los tratantes de gladiadores de la colonia. En ese acuerdo, él se prestaba a luchar en todos los combates en los que el lanista intermediase. Actius, un joven pleno de valor, quería disfrutar de los éxitos que las luchas habrían de brindarle. Quería obtener elevados ingresos a cambio de poner en juego su propia vida.

Cuando Junia le conoció, el gladiador, que tenía veintiún años, había saboreado en seis ocasiones la palma de la victoria y su cuerpo atlético era tan ensalzado por los poetas como codiciado por las mujeres. Las gentes decían que en los últimos juegos había obtenido tras degollar a un tracio de corpulencia descomunal unas ganancias que había superado las 1.000 piezas de oro.

Junia Minor, enloquecida de deseo por el luchador, no había dudado, como tantas otras mujeres, en entregarse a sus brazos, pero al poco a la pasión se aunó el amor y la extraña pareja se desposó, para descrédito de Lucio Junio Paulino, que ostentaba el cargo de flamen del culto al Emperador en la ciudad y que precisamente en esos días había sido también designado flamen de la provincia Hispania Ulterior Bética.

Lucio Junio y su hijo Publio no tardaron en trazar sus planes. Para festejar su nombramiento como flamen provincial, el padre organizaría unos espléndidos juegos de gladiadores en los que todo habría de confluir para que Actius encontrara la muerte. Con esa pretensión buscarían un contrincante apropiado y además, por si la valentía de este fallaba, se apoyarían también en los poderes inmensos de la magia negra. Para ello, el hijo habría de contratar los servicios de Amonio, un profeta del que se sabía que era un experto en el dominio de los démones. Todo ello debía asegurar que Actius perdiera la vida en esos juegos gladiatorios.


NOTAS

-Colonia Patricia Corduba era el nombre de Córdoba en los tiempos de Roma.

-El lanista era quien suministraba los gladiadores a los responsables de organizar los juegos.

-El flamen, alto cargo sacerdotal, era el responsable del culto al Emperador en la respectiva ciudad o provincia.

martes, 10 de enero de 2012

Cuento de romanos

Apertura f/14
Tiempo de exposición 1/6 s
Velocidad ISO - 320
Distancia focal 18 mm
Compensación de la exposición -1,00
Medición - Diseño
Utilicé trípode

Si, si... Ya se que estos días debería haber publicado la primera entrega de ese "Cuento de romanos" en el que Junia se enamora de un gladiador, pero sucede que varias señoras -lectoras habituales del blog- "se me han ido" a las rebajas y algunas de ellas, algo apretadas de tiempo, me han pedido que deje la cosa pendiente unos días... Y uno, como es un buenazo, pues... En fin, para ir haciendo boca en relacion con ese cuento que nos sumergirá de pleno en la Córdoba romana os dejo aquí una imagen que tomé hace unos días del Puente Viejo de la ciudad, cuyos orígenes se remontan a los tiempos de Augusto... ¡Ay, las señoras...!

viernes, 6 de enero de 2012

Reflejo de Roma

Apertura f/7,1
Tiempo de exposición 1/50 s
Velocidad ISO - 800
Distancia focal 42 mm
Medición - Diseño


Este año los Reyes, entre algunas otras cosas que había pedido, me han traído un relato que escribí el año pasado y que tenía pendiente de publicar en el blog. Lo titulé “Junia y el gladiador” y nos acerca a la vida, la magia y la muerte en la antigua Roma utilizando como pretexto el amor que una joven patricia siente por Actius, un fiero y triunfante gladiador “mirmilón”. La acción está inspirada en algunos documentos epigráficos que se conservan en el Museo Arqueológico de Córdoba, si bien todo en él es pura ficción salvo esos detalles arqueológicos concretos. Tengo la idea de publicar el cuento en cuatro partes, que iré lanzando a la red a lo largo de este mes de enero, la primera de ellas en estos próximos días.

Lo cierto es que el relato lo escribí hace unos meses y lo tenía pendiente de publicar debido a que “Latidos de Antiqva” es un blog de “Imágenes y palabras” y estaba pendiente de conseguir las fotografías con las que ilustrarlo. Por fortuna, en estos días pasados se ha inaugurado una exposición titulada “Córdoba, reflejo de Roma” y entre los fondos que se exhiben hay diversas piezas que ya he podido fotografiar y con las que, al fin, podré complementar visualmente el relato.

Espero que esta creación os guste. Dado que es un relato de tipo histórico tengo intención de incluir algunas notas que faciliten su comprensión y, sobre todo, que reflejen el transfondo arqueológico que se esconde detrás de la pura ficción.

domingo, 1 de enero de 2012

Un nuevo año

Apertura f/13
Tiempo de exposición 1/250 s
Velocidad ISO - 200
Distancia focal 18 mm
Medición al foco
Compensación de la exposición -0,70

A medida que van pasando los años -me dijo anoche la señorita C.- creo que cada vez me voy pareciendo más a mi misma...