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viernes, 27 de diciembre de 2013

Un sueño extraviado







El problema de soñar un sueño que no es tuyo es que no sabes dónde entregarlo. No puedes presentarte en la oficina de objetos perdidos diciendo que te has encontrado un sueño perdido. Te tomarían por loco. Así que te lo tienes que quedar, te guste o no. Yo me lo quedé, pero puse un anuncio en el periódico, al que no respondió nadie, diciendo que tenía un sueño que no me pertenecía. He intentado desprenderme de él de mil maneras, pero no encuentro forma de sacarlo de mi cabeza. Hace poco, en un guateque que hubo en la oficina para celebrar que han aumentado las ventas, se lo comenté a un compañero y se rió de mí.


-Si lo has soñado tú, es tuyo –dijo.

No supe como explicarle que no, que no era mío, y desistí de hacerlo. Luego, mientras mi jefe soltaba un discurso de felicitación, comprendí de repente que tampoco aquella vida que llevaba era la mía. Fue como una iluminación. “Estoy viviendo la vida de otro”, me dije. Pero tampoco habría sabido a quién devolvérsela. El caso es que ahora tengo dos cosas que no me pertenecen: una vida y un sueño…


Juan José Millás – Una vida y un sueño





-En estos tiempos que vivimos la fotografía de las chicas jugando en el hielo, que hice hace unos días, siento que me aporta como algo de frescor...





miércoles, 25 de diciembre de 2013

La huella de Roma





¡Oh Roma, en tu grandeza, en tu hermosura
huyó lo que era firme y solamente
lo fugitivo permanece y dura!

Francisco de Quevedo





-Esta fotografía de los foros de Roma la hice desde el Capitolio, unas de las siete colinas que envolvían a la ciudad primitiva.




miércoles, 18 de diciembre de 2013

La ciudad ausente






En su Chonicle of the Kings of England (siglo XII), William de Malmesbury refiere la historia de un joven y potentado noble romano que acaba de casarse. Tras los festejos de la celebración, el joven y sus amigos salen a jugar a las bochas en el jardín. En el transcurso del juego, el joven pone su anillo de casado, porque teme perderlo, en el dedo apenas abierto de una estatua de bronce que está junto al cerco del fondo. Al volver a buscarlo, se encuentra con que el dedo de la estatua está cerrado y que no puede sacar el anillo. Sin decirle nada a nadie, vuelve al anochecer con antorchas y criados y descubre que la estatua ha desaparecido. Le esconde la verdad a la recién casada y, al meterse en la cama esa noche, advierte que algo se interpone entre los dos, algo denso y nebuloso que les impide abrazarse. Paralizado de terror, oye una voz que susurra en su oído:

-Abrázame, hoy te uniste conmigo en matrimonio. Soy Venus y me has entregado el anillo del amor…


Ricardo Piglia, La ciudad ausente.



- La fotografía la hice en Córdoba, en lo que fue templo consagrado al Culto Imperial, que se alzaba en el Foro Provincial de la Colonia Patricia Corduba.





lunes, 16 de diciembre de 2013

Emociones








La verdad no está en un sueño, sino en varios sueños...
Pier Paolo Pasolini, Las mil y una noches





Os brindo ahora una nueva edición, que he tratado como HDR, de una imagen por la que siento un cariño especial. Las circunstancias que concurrieron cuando la hice las he comentado en la entrada de mas abajo, en la que presentaba una copia tratada en blanco y negro...




viernes, 13 de diciembre de 2013

Un rayo de luz







A finales de los años ochenta Antonio Muñoz Molina recibió el encargo de escribir un libro que acercara al hombre moderno lo que había sido la cultura y la sensibilidad de la Córdoba de los omeyas, por lo que para documentarse se desplazó a la ciudad. Fue entonces, cuando recorría el espacio sagrado de la sala de oración de la Mezquita Aljama, cuando fue consciente de que una y otra vez se estaban desplegando ante él las perspectivas móviles de unas columnas que simulaban un bosque sagrado, y de unas bellísimas floraciones blancas y rojas que se manifestaban en sus arquerías. Dejó escrito entonces que tenía el convencimiento de que Baudelaire estaba aludiendo a la Mezquita de Córdoba cuando escribió que la naturaleza es un templo de vivientes pilares.

La fotografía que he titulado “Un rayo de luz”, de la que brindo ahora una edición renovada en blanco y negro, fue consecuencia de un pequeño “milagro”, ya que es una imagen casual, en absoluto preparada. Era una mañana de invierno, a primera hora, y yo estaba recorriendo la soledad de la inmensa galería de columnas cuando en cierto momento reparé en que un rayo de luz atravesaba la techumbre del templo y venía a caer sobre el enlosado del suelo. Hice algunas mediciones y cuando estaba enfocando escuché un alboroto a mi alrededor. Era un grupo de niños, que al poco se había colocado providencialmente en el espacio que yo deseaba fotografiar. Iban dirigidos por dos jóvenes profesoras y una de ellas, durante unos segundos, los estuvo contando. Cuando se cercioró de que no faltaba ninguno, siguieron todos caminando en dirección al mihrab, el espacio más sagrado del templo. Esos segundos son los que yo aproveché para hacer la imagen. De hecho, al momento tomé una segunda fotografía, pero el grupo ya se estaba dispersando. Hice la fotografía a pulso, ya que en el interior de la Mezquita no está permitido el uso de flash.




martes, 10 de diciembre de 2013

Los ojos de Jato




Fue en aquel tiempo cuando conocí a una fiera que alguien me dijo que se llamaba gato. Tenía los ojos verdes, grandes y muy claros, pero de un verde no plenamente definido, como si a veces, según jugase la luz, quizás sometidos a su voluntad, pudieran mostrarse azulados o marrones. Decidí que se llamaría Jato. Era tal la belleza con que sus ojos, siempre asombrados, contemplaban el mundo que llegué a sospechar que las cosas, cuando él las miraba, se volvían transparentes.



jueves, 5 de diciembre de 2013

Chispas de colores





"Yo sé bien lo que es que un hombre te desee. Me han deseado muchos con una necesidad que es como la del fuego, que necesita seguir quemando cosas para poder sobrevivir; y así, quema paja si la tiene cerca, y si no, madera, o tela, o cartón; espinos y zarzas, suaves hierbas y helechos, e incluso animalillos vivos que intentan huir de su lengua de brasa. El fuego quema de manera indiscriminada, devora todo lo que pilla; y de ese mismo modo, tan hambriento y tan ciego, me han querido quemar algunos hombres. Pero yo soy incombustible para ese tipo de incendio, son otras las llamas que me prenden.

Me han deseado muchos y por diversas causas: porque soy un monstruo y porque soy perfecta, porque soy muy vieja o porque parezco una niña. Todos quisieron mi cuerpo y lo han tenido; algunos, más bestiales y crueles, también tuvieron mi dolor o mi miedo. Pero sólo un hombre obtuvo mi voluntad y mi tiempo. Aquel hombre me hizo su esclava, porque le amé y le amo. Y la pasión es una enfermedad del alma que te hace perder la libertad irremisiblemente. No hay pasión sin esclavitud; y si quieres a alguien sin ese sentido de derrota, sin esa dependencia ansiosa del ser amado, entonces es que no le amas de verdad. El amor es la droga más fuerte y más perversa de la naturaleza; es un mal luminoso, que te engaña con sus chispas de colores mientras que te devora. Pero una vez que has conocido la vida febril de la pasión, no puedes resignarte a regresar al mundo gris de la pasión sensata…"



Rosa Montero, Bella y oscura


martes, 3 de diciembre de 2013

Dorada y adorada Salamanca




Salamanca se manifiesta especialmente bella en los atardeceres. Es entonces cuando los rayos de sol empapan la piedra arenisca con que están construidos sus edificios, que adquieren una singular tonalidad dorada. Su Plaza Mayor, bellísima, sigue siendo el punto de encuentro de las gentes.

Salamanca, la ciudad a la que “dora” el sol, la dorada y adorada Salamanca, es esa “jaula dorada y hermosa” que cantó Miguel de Unamuno, que vivió en la ciudad castellana y que tanto la amó.

“¡Oh Salamanca!, entre tus piedras de oro
aprendieron a amar los estudiantes,
mientras los campos que te ciñen daban
jugosos frutos.

Del corazón en las honduras guardo
tu alma robusta, cuando yo me muera,
guarda, dorada Salamanca mía,
tú mi recuerdo.

Y cuando el sol al acostarse encienda
el oro secular que te recama,
con tu lenguaje, de lo eterno heraldo
di tú que he sido.”

Miguel de Unamuno



lunes, 2 de diciembre de 2013

La niña que admiraba a Xi Shi

Apertura f/5
Tiempo de exposición 1/250 segundos
Velocidad ISO - 200
Distancia focal 58 mm.
Compensación de la exposición -0,0




“Ya sé que haremos, exclama. Te volveré a contar los cuentos que me contaste y que olvidaste. Por ejemplo, el de Xi Shi.

¿Xi Shi?, repito.

Xi Shi, la famosa belleza, estaba triste y fruncía el entrecejo a la vista de todos.

Como nota que no reacciono ni recuerdo nada, sigue:

En aquel mismo pueblo vivía una niña que la admiraba y que no oía más que elogios sobre Xi Shi. Creyendo que era astuto imitarla para volverse hermosa, la niña se puso a hacer ese mismo gesto. Fue en vano que su madre le dijese que no lo hiciera más. La niña fruncía el entrecejo porque no entendía que Xi Shi era hermosa a pesar de ello.”


Eduardo Berti, El país imaginado