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lunes, 31 de marzo de 2014

El día en que la muchacha murió






“Sólo cuando sea derribado tendrás a mi hija”, había dicho el brujo. El hachero miró el tallo fino del árbol y sonrió con suficiencia. Un primer hachazo, formidable, marcó levemente el tronco. Otro, en el mismo lugar, apenas profundizó la herida. Bien entrada la noche, el hachero cayó exhausto. Descansó hasta el amanecer y hachó toda la jornada siguiente. Así día tras día. La herida se iba profundizando pero, a la par, el tronco engrosaba. Pasó el tiempo y el árbol se volvió frondoso; la muchacha perdió juventud y belleza. El hachero, a veces, alzaba los ojos al cielo. No sabía que el brujo conjuraba los vendavales, desviaba los rayos y alejaba las plagas que carcomen la madera. La muchacha encaneció y él seguía hachando. Ya casi no pensaba en ella. Poco a poco, la olvidó del todo. El día en que la muchacha murió no le pareció distinto de los anteriores. Ahora, ya viejo, sigue su pelea contra el tronco descomunal. No se le ocurre otra cosa: el silencio del hacha le produciría terror.

Raúl Brasca – La prueba




miércoles, 26 de marzo de 2014

Crónica del fin del mundo






El día en que Pies Ligeros murió, la humanidad fue aniquilada. Los Hombres del Cielo, enojados con los Hombres Rojos, decidieron exterminarlos. Solo mis hijas y yo seguimos vivos, escondidos como fieras en la oscuridad de esta cueva, y tiemblo al pensar que esta noche ellos vendrán otra vez. Ya no queda en el mundo ningún humano que pueda unirse con mis hijas y los Hombres del Cielo, que las desean, me harán dormir con su gran magia y luego yacerán con ellas. Saben que soy viejo y no puedo hacer nada.

El día de la aniquilación el Mensajero me dijo que el clan de los Hombres Rojos iba a ser destruido y que solo nosotros nos salvaríamos. No sabía yo entonces que se sentían atraídos por la belleza de mis hijas y que estaban tramando su plan. Me insistió en que cuando se iniciara el ataque debíamos escapar. No debíamos enfrentarnos a ellos. No debíamos siquiera mirar atrás. Teníamos que olvidarnos de nuestro mundo y huir.

Unos instantes después de que el Mensajero hablara, pude escuchar el trueno de sus Pájaros de Fuego, que ya resonaba sobre la aldea. Al momento comenzaron las explosiones y la ira de las llamas lo arrasó todo. Llamé a gritos a Pies Ligeros y a nuestras hijas. Les pedí que corrieran. Debíamos escapar, sin volver la vista atrás. Sé que mis hijas me oyeron, pero Pies Ligeros, sorda por los truenos, no debió escucharme. Aterrado por lo que estábamos viviendo, sentí que se volvía y miraba como nuestros hermanos estaban siendo aniquilados. Nunca hemos vuelto a verla. Algunos días después, los Hombres del Cielo, cuando nos encontraron, me dijeron que se había consumido en una llama de luz.

Esta noche ellos volverán a hacerme dormir y cuando esté en el mundo de la niebla mis hijas tendrán que soportar otra vez sus abrazos de deseo. Los tres sabemos que cuando pasen las lunas y engendren a sus hijos, el clan de los Hombres Rojos habrá sido sustituido por otro en el que los humanos, que los Hombres del Cielo dicen que serán más sabios, llevarán una sangre nueva.




domingo, 23 de marzo de 2014

De la luz y de los fríos






Lo que recuerdo es el frío, le digo a Marianne, un frío inconsolable. Y recuerdo el hambre, el deseo de devorar la luz. Hay una luz para cada edad. Y yo nunca he vuelto a ver luz como la de cuando era niña, entrando a listas por la persiana de mi dormitorio, mis manos intentando atraparla, el deseo de llevármela a la boca. Recuerdo los rayos solares ardiendo en el pelo negro y largo de mi madre, en la punta de sus dedos, sobre sus uñas, en el fondo de sus pupilas que brillan desde las profundidades de mi memoria desmenuzada…

Mario Cuenca Sandoval – Los hemisferios




jueves, 20 de marzo de 2014

Llegó a mi corazón una caricia






Desde el umbral de un sueño me llamaron...
Era la buena voz, la voz querida.
-Dime: ¿vendrás conmigo a ver el alma?...
Llegó a mi corazón una caricia.
-Contigo siempre....Y avancé en mi sueño
por una larga, escueta galería,
sintiendo el roce de la veste pura
y el palpitar suave de la mano amiga.


Antonio Machado - Soledades, galerías y otros poemas



martes, 18 de marzo de 2014

Aquel calor tenue






Pies Ligeros, una niña de ocho años perteneciente al clan de los Hombres Rojos, se está esforzando por hacer su trabajo. Con sus dientes, está sujetando uno de los extremos de la piel de un cervatillo, en tanto que con su mano izquierda mantiene firme el otro extremo y con la derecha me está restregando, una y otra vez, contra el interior del pellejo, rayéndolo y liberándolo de pelos y grasa. Una anciana, que tiene más de treinta años, está vigilando como la jovencita hace su trabajo.

Ha pasado un rato y la niña, que está cansada por el esfuerzo, se ha distraído unos momentos al escuchar el griterío que se ha formado en el poblado cuando los cazadores han regresado del Gran Arroyo de Aguas Saltarinas. Al volver la cabeza para mirar a los que llegan, sus dientes han soltado el extremo de la piel y en un movimiento involuntario su mano derecha también me ha soltado a mí, con tal mala fortuna que he ido a estrellarme contra su boca.

Con un gesto de dolor y furia, Pies Ligeros, gritando, se ha levantado y, sin pensarlo, me ha lanzado tan lejos como le ha sido posible. La anciana, indignada, se ha alzado también y está emitiendo feroces gruñidos con los que está expresando a la niña su repulsa por la torpeza de su actuación.

Al momento, Pies Ligeros y la anciana han intentado buscarme, pero no es cosa fácil encontrar una lasca de sílex entre tantos cantos rodados como hay en este pedregal. No han tenido suerte. No han sido capaces de verme. Los cazadores, además, han llegado con hambre y ya no hay tiempo para que ellas lo pierdan buscándome.

En este momento, Pies Ligeros no sabe que dentro de cuarenta mil años un hombre, paseando por esta terraza próxima al Gran Arroyo, habrá de encontrarme fortuitamente, sí, a mí, a esa lasca de sílex que ella, gruñendo, ha arrojado tan lejos como su furia le ha permitido. Entonces, cuando eso suceda, el hombre, al tomarme en sus manos, todavía podrá sentir, a pesar del tiempo que habrá pasado, el calor tenue que los dedos de esta niña neandertal han dejado impregnado en mí.




viernes, 14 de marzo de 2014

Bellas Artes






Maldita la belleza
que se viste de luz y nos confunde…


Carlos Aganzo - Las voces encendidas




viernes, 7 de marzo de 2014

Mundos paralelos






“Le convienen esos minutos en el asiento trasero de un taxi. Tiempo para remontar los ríos de su ansiedad, las trampas que su imaginación, o su memoria, quién sabe, le ha tendido en las últimas horas. Tal vez la explicación no esté fuera de él, piensa; tal vez no está más allá de su sistema nervioso. Tal vez la mujer con la que va a encontrarse no sea más que un recuerdo. Es cierto que moldeamos nuestra memoria, que le damos forma a los materiales almacenados y que el recuerdo a fin de cuentas no es más que una obra de arte sujeta a una reelaboración continua. Recordamos que recordábamos algo, y, en cada nueva copia impresa en la conciencia, algo se modifica, algo cede a un nuevo moldeamiento, de tal forma que el pasado se reescribe una y otra vez desde el presente. Es cierto. Pero, a su vez, qué hace la memoria con nosotros, en qué nos convierte, cómo nos devuelve la manipulación a la que la sometimos. El presente, ¿no es también una reescritura del pasado? Piensa que tal vez la realidad esté enviándole imágenes y sonidos desde el fondo del tiempo, señales que partieron de allí hace casi treinta años y que, como la luz de las estrellas, llegan con excesiva demora, signos que lo bombardean con su radiación para aturdirlo, y que reconozca en toda mujer a aquella Primera Mujer, a la mujer sin ombligo, atravesada en el parabrisas quebrado de un coche. Porque es imposible que Carmen sea la mujer blanca y azul de la camilla, y es imposible que ésta sea, a su vez, la Primera Mujer; la vio morir y, además, la coherencia del espacio-tiempo lo prohíbe. Le asusta tener que recordarse una obviedad de esta categoría…”


Mario Cuenca Sandoval – Los hemisferios


-La pérdida de una mujer deseada funciona como big bang de una trama que se dispara en dos direcciones. Para cartografiar en su conjunto está pasión, el lector deberá atravesar los paralelos de este universo narrativo, trazar el itinerario de una obsesión amorosa en dos historias que funcionan como espejos deformantes. Mario Cuenca, buen amigo, ha publicado “Los hemisferios” (Seix Barral, Biblioteca Breve), una obra que se está revelando imprescindible para quienes deseen conocer la novela española más actual. La crítica ha dicho de él que es un narrador de una solvencia poco común, y que solo desde una prosa hipnótica, exigente y alucinada es posible plantear una novela tan peculiar como seductora, un artefacto narrativo que se divide en dos mundos alternativos, dos formas de ser, dos “hemisferios”…



miércoles, 5 de marzo de 2014

Cuando soy feliz






Esa noche dormí mejor. Las buenas acciones siempre me producen un raro bienestar. Por eso hago pocas: porque el bienestar es raro o me quita de escribir. Cuando soy feliz, odio escribir, que es lo que más me gusta. Se ve que no es posible ser feliz y hacer lo que a uno le gusta al mismo tiempo. Ésta es una contradicción que la filosofía no ha estudiado suficientemente. No sé quién decía que la gente suele triunfar en lo segundo para lo que está más capacitada, porque para triunfar en lo primero hay que alcanzar niveles de desgracia verdaderamente insuperables…


Juan José Millás – Un raro bienestar




domingo, 2 de marzo de 2014

Tiempo de carnaval






Santiago Nasar tenía un talento casi mágico para los disfraces, y su diversión predilecta era trastocar la identidad de las mulatas. Saqueaba los roperos de unas para disfrazar a las otras, de modo que todas terminaban por sentirse distintas de sí mismas e iguales a las que no eran. En cierta ocasión, una de ellas se vio repetida en otra con tal acierto, que sufrió una crisis de llanto. “Sentí que me había salido del espejo”, dijo…


Gabriel García Márquez – Crónica de una muerte anunciada