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domingo, 30 de noviembre de 2014

Ágata asombrada





Tiene manos finas y unos ojos grandes, brillantes. Brillan con el asombro de quién aún descubre…

Gioconda Belli – La mujer habitada





lunes, 24 de noviembre de 2014

El hombre inmóvil





Cuando se despertó, el hombre inmóvil se sintió confuso. No entendía lo que estaba pasando. No comprendía porqué no estaba en su cama, que es donde debía estar, sino en uno de los paseos del Parque Central de su ciudad. Se veía subido en un pedestal, vestía una extraña casaca y estaba todo él, salvo los ojos y los labios, repintado de purpurina. ¿Qué le estaba pasando? Solo unos instantes después tomó conciencia de que estaba pidiendo una limosna a los turistas que paseaban indolentes a su lado. Quiso entonces bajarse pero se dio cuenta de que no podía moverse. Algo lo tenía inmovilizado. “Quizás, se dijo, solo tenga que esperar a que alguien me eche una moneda. Entonces, recuperaré mis movimientos, escaparé de un salto y volveré a casa.” Con sus ojos, que era la única parte de su cuerpo que podía mover, echó un vistazo a la gorra que estaba expuesta en el suelo. Calculó que había unas quince monedas. Unos doce euros. Suficiente para tomar un taxi y huir de allí tan pronto como al tintineo de una nueva moneda le devolviera los movimientos. Pero eso no sucedió. Los turistas pasaban a su lado pero ni siquiera lo miraban. Parecía que no veían al hombre inmóvil. Era como si él no estuviera allí y este pensamiento hacía que se sintiera cada vez más angustiado. A pesar de que lo intentaba una y otra vez era incapaz de moverse. Estaba anocheciendo y nadie mostraba interés en él. Las horas pasaban y el hombre inmóvil estaba más angustiado a cada instante. Sus enrojecidos ojos mostraban el temor que lo embargaba.

A las once y media de la noche, cuando ya nadie paseaba por el parque, las luces se apagaron y todo quedó sumido en la oscuridad. Para entonces, sus ojos lloraban. Si hubiera podido hablar, habría chillado hasta enronquecer pero no podía hacerlo. El hombre inmóvil estaba solo. El mundo se había desentendido de él.

A eso de las cuatro de la madrugada, cuando estaba exhausto, fue cuando tomó conciencia de que lo que estaba viviendo no podía ser real. En un instante, pleno de gozo, su mente pareció despertar y descubrió al fin que todo tenía que ser una pura fantasía. Lo que sucedía, sin duda, era que él seguía durmiendo. Estaba, simplemente, soñando. Eso es lo que pasaba, todo era una pesadilla, y se sintió feliz ante esa esperanza. “Tengo que despertar, pensó. Todo es un sueño, solo es un mal sueño.” Pero no pudo hacerlo. El hombre inmóvil, por más que lo intentó, no pudo despertar. Y lo que él pensaba que era una pesadilla prosiguió.

Sus ojos solo se abrieron, al fin, a las 6.30 de la mañana, cuando, como todos los días, mecánicamente puntual, el reloj le sobresaltó con su chirriante sonido.





miércoles, 19 de noviembre de 2014

Un vacío indiferente





La gente grita que quiere crear un futuro mejor, pero eso no es verdad. El futuro es un vacío indiferente que no le interesa a nadie, mientras que el pasado está lleno de vida y su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo. Los hombres quieren ser dueños del futuro sólo para poder cambiar el pasado. Luchan por entrar al laboratorio en el que se retocan las fotografías y se reescriben las biografías y la historia…


Milán Kundera – El libro de la risa y del olvido





sábado, 15 de noviembre de 2014

Bodegón de otoño







Por aquí y por allá se oye
el murmullo de las cascadas
y las hojas caen.

Basho Matsuo – Haiku de las Cuatro Estaciones





martes, 11 de noviembre de 2014

El hombre que inventaba sueños





Ese mismo día decidí inventar sueños, y el primero estaba ocupado por un mar tan hermoso que sólo tenía parecido con el ala de un arcángel coránico.

Rafael Pérez Estrada - El sueño del mar





viernes, 7 de noviembre de 2014

El extranjero





-Di, hombre enigmático, ¿a quién quieres más? ¿A tu padre, a tu madre, a tu hermana o a tu hermano?

-Yo no tengo padre, ni madre, ni hermana, ni hermano.

-¿A tus amigos?

-Utilizáis una palabra cuyo sentido todavía no conozco.

-¿Tu patria?

-Ignoro en qué latitud está situada.

-¿La belleza?

-La amaría gustoso, diosa e inmortal.

-¿El oro?

-Lo odio como tú odias a Dios.

-Entonces, ¿qué es lo que amas tú, extraordinario extranjero?

-¡Yo amo las nubes… las nubes que pasan… por allí… por allí… las maravillosas nubes!


Charles Baudelaire – El extranjero




miércoles, 5 de noviembre de 2014

La diosa escorpión





Hace algunos años, como recuerdo de un viaje, compré una réplica de una lucerna romana en la que parecía reflejarse la influencia del antiguo Egipto. La pieza original posiblemente estuvo vinculada a las creencias isíacas, que estuvieron muy extendidas en las distintas provincias del imperio romano.

El cuerpo de la lucerna, que tiene cinco boquillas o piqueras por donde surgían las mechas que daban luz, reproduce un templo tetrástilo que está coronado por el disco solar, alusión al dios Ra. En su zona central se aprecia un escorpión con cabeza humana, posiblemente una representación de Serket, la diosa escorpión del antiguo Egipto, que fue identificada con Isis.

Serket, hija de Ra, era una divinidad muy querida por los egipcios ya que actuaba como protectora tanto de los vivos como de los muertos. Usualmente era representada como una mujer que lleva sobre su cabeza un escorpión o como un escorpión que tiene rostro de mujer. El amuleto de esta diosa solía estar presente en los hogares ya que servía de protección contra las picaduras de serpientes, escorpiones y en general de cualquier animal venenoso. Se pensaba también que Serket, en su acepción de “La que da el aliento de la vida” era quien se ocupaba de que los vivos pudieran respirar, lo que resultaba de especial trascendencia en el momento del nacimiento de los niños.

En la tumba de Nefertari, la diosa escorpión se manifiesta también como “Señora del Cielo”, es decir, como aquella divinidad que concede a los muertos un lugar en la Tierra Sagrada, para que, al igual que Ra, se puedan manifestar gloriosamente en el cielo.





domingo, 2 de noviembre de 2014

Personas que van y vienen





-Buenos días –dijo el principito.

-Buenos días –dijo el guardagujas.

-¿Qué haces aquí? –dijo el principito.

-Clasifico a los viajeros por miles –dijo el guardagujas-. Despacho los trenes que los llevan, tanto hacia la derecha como hacia la izquierda.

Y un tren expreso iluminado, rugiendo como el trueno, hizo temblar la cabina de agujas.

-Van muy apurados –dijo el principito-. ¿Qué buscan?

-Hasta el hombre de la locomotora lo ignora –dijo el guardagujas.

Y un segundo expreso iluminado rugió, en sentido inverso.

-¿Ya vuelven? –preguntó el principito.

-No son los mismos –dijo el guardagujas-. Es un cambio.

-¿No estaban contentos donde estaban?

-Nadie está contento donde está –dijo el guardagujas.

Y rugió el trueno de un tercer expreso iluminado.

-¿Persiguen a los primeros viajeros? –preguntó el principito.

-No persiguen nada –dijo el guardagujas-. Adentro duermen o bostezan. Solo los niños estampan sus narices contra los vidrios.

-Sólo los niños saben lo que buscan –dijo el principito-. Pierden tiempo por una muñeca de trapo, y la muñeca se transforma en algo muy importante, y si se les quita la muñeca, lloran…

-Tienen suerte –dijo el guardagujas.


Antoine de Saint-Exupery – El principito