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sábado, 23 de febrero de 2013

Tarde de lluvia

Apertura f/9
Tiempo de exposición 1/110 s
Velocidad ISO – 200
Distancia focal 6 mm
Compensación de la exposición 0,00
HDR
 
 
 
Mi corazón reposa junto a la fuente fría…



Sale el sol.

El jardín desangra en amarillo.
Late sobre el ambiente una pena que ahoga,
yo siento la nostalgia de mi infancia intranquila,
mi ilusión de ser grande en el amor, los horas
pasadas como esta contemplando la lluvia
con tristeza nativa.

Caperucita roja
iba por el sendero…

Se fueron mis historias, hoy medito, confuso,
ante la fuente turbia que del amor me brota.

¿Todo mi sufrimiento se ha de perder, Dios mío,
como se pierde el dulce sonido de las frondas?

Vuelve a llover.
El viento va trayendo a las sombras.


Federico García Lorca, Meditación bajo la lluvía



domingo, 17 de febrero de 2013

Tiempo de sueños

Apertura f/4
Tiempo de exposición 1/30 s
Velocidad ISO – 800
Distancia focal 25 mm
Compensación de la exposición 0,00
HDR



Al querer entrar en la ciudad me paraban en la puerta y me ponían como condición para pasar el dejar a la entrada unos sueños gratos, más gratos que la vida misma…


Pío Baroja, Memorias




jueves, 14 de febrero de 2013

El Cañón del río Bailón

Apertura f/10
Tiempo de exposición 1/400 s
Velocidad ISO – 200
Distancia focal 18 mm
Compensación de la exposición -0,70
HDR



Ver todo y no rechazar nada, ni una sola de esas mil transformaciones en que lo absoluto se disfraza, se envilece y se oculta. Soy como un hombre que recoge hierbas medicinales, que parece ocupado en cosas menudas, mientras los árboles se alzan en torno a él,orando.

Rainer María Rilke 



lunes, 11 de febrero de 2013

Arabescos

Apertura f/7,1
Tiempo de exposición 1/30 s
Velocidad ISO – 2.000
Distancia focal 30 mm
Compensación de la exposición -1,30
HDR
 


“Ya sé que hay viajeros que antes de partir se fortifican contra la sorpresa y contra lo imprevisto, es decir, contra lo nunca visto. También hay escritores que calculan sus libros tan meticulosamente como un turista sus itinerarios, y amantes que sólo apetecen la rutina y habitan confortablemente el tedio. Pero uno, que ha perdido tantas certezas en los últimos años, ya casi sólo una de ellas conserva, la que no vale la pena vivir sino lo que no se ha vivido nunca ni decir nada más que lo que nunca ha sido dicho. Paradójicamente, esa singularidad de la experiencia acaba volviéndose el vínculo más poderoso y común con nuestros semejantes, con quienes se parecen tanto a nosotros que son nuestros cómplices sin que lo sepamos, mujeres y hombres a los que nunca veremos porque vivieron antes que nosotros o porque no han nacido. Algunos de ellos viven en nuestro mismo tiempo y acaso respiran el aire de la misma ciudad, y sin embargo nos son tan lejanos como los muertos y los no nacidos, porque no los llegaremos a encontrar.”

Antonio Muñoz Molina (Córdoba de los omeyas)

domingo, 3 de febrero de 2013

Alicia y el Minotauro



Alicia sentía una mezcla extraña de fascinación y de miedo. Acababa de escuchar los extraños rugidos que surgían de las entrañas de aquel espacio de terror y sabía que en cualquier momento el Minotauro se manifestaría. La culpa de todo la tenía aquel libro en el que se hablaba de mitos antiguos en los que unos héroes olvidados luchaban con hombres-toros. Ahora, en aquel agobiante pasadizo, Alicia podía oler el hedor que el monstruo había impregnado en las paredes y cuando escuchó su rugido supo que se acababa el tiempo. Tenía que actuar con rapidez. Antes, no obstante, decidió enfocar con su linterna alumbrando lo desconocido. Pudo ver así como el débil rayo de luz, antes de perderse en la obscuridad, iluminaba los ojos ensangrentados de furia del Minotauro. El animal se le estaba acercando, avanzando a un trote lento, calculando el golpe que habría de asestarle con su cornamenta. Alicia palideció. Sintió que le flaqueaban las piernas. Era consciente de que con su espada de madera no iba a poder enfrentarse al monstruo. Cada instante sentía más miedo. En el último momento, cuando el fin era inminente, Alicia pulsó el interruptor y su pequeña linterna se apagó. Mientras el último rayo de luz se desvanecía se tiró al suelo y se tapó la cabeza con las manos. Unos instantes después, pudo sentir que el Minotauro, mugiendo enloquecido, pasaba trotando a su lado, desorientado ante la pérdida de luz y golpeando en su confusión con sus cuernos el aire y las paredes de aquel espacio de tinieblas.



Antes de que el monstruo volviera sobre sus pasos, Alicia supo lo que tenía que hacer. Abrió la puerta del armario y dando un salto abandonó el reino del terror. Después, jadeando, apoyó su cuerpo contra la puerta para que el monstruo no pudiera salir y dio dos vueltas de llave a la cerradura. Ya solo le faltaba para estar a salvo dar un par de zancadas y alcanzar su cama. Se introdujo en ella sin ninguna vacilación y tapó todo su cuerpo, cabeza incluida, con esa manta tan querida que le protegía, en la noche, de los monstruos.