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martes, 29 de julio de 2014

Monólogo de un dios en su soledad






Los dioses no deberíamos estar tristes, pero yo lo estoy.

Todo sucedió en un instante. Vi como ella pasaba fugazmente delante de mí y en el gozo de su belleza no lo dudé: pedí un deseo a Afrodita y la diosa del amor me lo concedió.

Fue así como aquella mujer me amó como sólo ellas saben amar a los dioses y durante tres semanas la conocí del modo en que la hubiera conocido un hombre. Me sentía feliz. Las mujeres hacen que los dioses puedan alcanzar los gozos reales del amor y agradecí muchas veces a la diosa que me la hubiera traído.

A Casandra, así me dijo la mujer que se llamaba, la prometí el don de la profecía. Quise, incluso, transformarla en una ninfa, o en una heroida, si ella lo deseaba. Le fue otorgado todo lo que un dios puede conceder a una mujer.

Pero mi corazón, ahora, está triste y en mi desesperanza, yo, Apolo, he decidido que ella tendrá que vivir siempre con la amargura de saber que sus vaticinios nunca serán creídos por los hombres.

Y es que el espíritu de Casandra, Afrodita tenía que haberlo sabido, es el de una estrella fugaz y hace ya siete días que me abandonó.





viernes, 25 de julio de 2014

En su silencio...






Hoy pienso, Padre, que me llamó la atención algo que le distinguía de los demás: era un niño triste pero con una serenidad extraña para su edad. En sus juegos sin discordias, en su obediencia sin sumisión, en su interés por aprender y su orgullo por saber, en su silencio… Quizás su infancia me recordó la mía y quise revivir en aquel párvulo el niño que yo fui. Pensé que sería un buen pastor en nuestra Iglesia. ¡Ay de mí!


Noté algunas otras diferencias: recuerdo que, cuando todos los alumnos en fila, antes de salir del colegio, formaban marcialmente y entonaban el “Cara al sol” al atardecer como despedida de una jornada de jubiloso aprendizaje, Lorenzo no compartía el espíritu de Flecha que sus compañeros demostraban. Mantenía, sí, la compostura, pero un día me acerqué a él sigilosamente por detrás y advertí con sorpresa que mantenía el brazo en alto, movía los labios, pero no cantaba. ¡Le pedíamos amor a su Patria y nos devolvía su silencio!

Le castigué a no abandonar aquel patio si no cantaba el himno completo, pero no cantó. Se mantuvo erguido y con el brazo en alto aunque ni siquiera comenzó la primera estrofa. No sé si prevaleció en mí la ira por su rebeldía o la dicha por la oportunidad de doblegar con mi autoridad a un hijo impío de un siglo sin fe. “¡Canta”, le ordené, “es el himno de los que quieren dar la vida por su Patria!”

“Mi hijo no quiere morir por nadie, quiere vivir para mí”, dijo una voz suave y melosa a mis espaldas. Me volví y era ella.

Ahora comprendo la frase del Eclesiastés: La mirada de una mujer hermosa, pero sin virtud, abrasa como el fuego. Yo ignoraba entonces que así nacía mi desvarío…

Alberto Méndez – Los girasoles ciegos





martes, 22 de julio de 2014

Soledades





Porque la característica esencial de lo que llamamos locura es la soledad, pero una soledad monumental. Una soledad tan grande que no cabe dentro de la palabra soledad y que uno no puede ni llegar a imaginar si no ha estado ahí. Es sentir que te has desconectado del mundo, que no te van a poder entender, que no tienes palabras para expresarte…

Rosa Montero – La ridícula idea de no volver a verte





domingo, 20 de julio de 2014

Las arenas de Baelo Claudia





La infancia es un lugar al que no se puede regresar pero del que en realidad nunca se sale…

Rosa Montero – La ridícula idea de no volver a verte





jueves, 17 de julio de 2014

Adios, dijo la flor...





El principito atravesó el desierto y no encontró más que una flor. Una flor de tres pétalos, una flor de nada.

-Buenos días –dijo el principito.

-Buenos días –dijo la flor.

-Donde están los hombres –preguntó cortésmente el principito.

Un día la flor había visto pasar una caravana.

-¿Los hombres? Creo que existen seis o siete. Los he visto hace años. Pero nunca se sabe dónde encontrarlos. El viento los lleva. No tienen raíces. Eso les molesta mucho.

-Adiós –dijo el principito.

-Adiós –dijo la flor.


Antoine de Saint-Exupery – El principito





lunes, 14 de julio de 2014

Los girasoles ciegos





¡La Luz! Padre, con cuánto desconsuelo hablo hoy de la Luz. A mis párvulos les hablaba de la Luz, porque necesitaba despertar su inquietud bobalicona: “Numera stellas, si potes”, les decía para que se sintieran minúsculos, ínfimos, vasallos. Pero la Luz tarda mucho en atravesar la obscuridad y el dolor. ¡Con qué profundo arte Dios ha creado el dolor! En realidad, ahora me doy cuenta, de lo que quisiera hablar es del Dolor porque he aprendido que la Luz y el Dolor forman parte de la misma incandescencia…

Alberto Méndez – Los girasoles ciego





viernes, 11 de julio de 2014

Florencia de los Médicis





Éste es el prodigio. ¿Por qué en Florencia, en el siglo XV, bajo la égida de los Médicis, aparece una nutrida generación de genios que desencadenan el Renacimiento, cambian la faz de Europa y con ella el destino del mundo? Nadie ha sabido resolver este enigma, paralelo al presentado por Atenas en el siglo de Pericles. Parece como si la genialidad se concentrara en el espacio y el tiempo, y aún no se ha dado con las causas de tan portentoso fenómeno. ¿Cuál es el misterio de las épocas creativas?...

Luis Racionero – Florencia de los Médicis





jueves, 10 de julio de 2014

La canción del agua








Y la canción del agua
es una cosa eterna…

Federico García Lorca




En estos campos de mi Andalucía,
¡oh tierra en que nací!, cantar quisiera.
Tengo recuerdos de mi infancia, tengo
imágenes de luz y de palmeras,
y en una gloria de oro,
de lueñes campanarios con cigüeñas,
de ciudades con calles, sin mujeres,
bajo un cielo de añil, plazas desiertas…

Antonio Machado





martes, 8 de julio de 2014

La mujer y el mar





Pongo estos seis versos en mi botella al mar
con el secreto designio de que algún día
llegue a una playa casi desierta
y un niño la encuentre y la destape
y en lugar de versos extraiga piedritas
y socorros y alertas y caracoles.


Mario Benedetti - Botella al mar





viernes, 4 de julio de 2014

Silencios





la stranezza di un cielo che non e il tuo
Césare Pavese




No existe esponja para lavar el cielo
pero aunque pudieras enjabonarlo
y luego echarle baldes y baldes de mar
y colgarlo al sol para que se seque
siempre te faltaría un pájaro en silencio…

Mario Benedetti - Otro cielo


-Esta fotografía la hice en Bajo de Guía, en Sanlúcar de Barrameda, allí donde al Guadalquivir se funde con el Atlántico.





martes, 1 de julio de 2014

Escena romana





Mi pasatiempo favorito es dejar pasar el tiempo, tener tiempo, tomarme mi tiempo, perder el tiempo, vivir a contratiempo.

Françoise Sagan




Esta fotografía la hice en Roma, en la Piazza della Rotonda. Estábamos en un restaurante y recuerdo que comimos ensaladas y pizzas. Solo ahora, al editar la imagen, me he dado cuenta de que en su parte izquierda se reflejan gentes en las que nunca había reparado.

De lo que si era consciente en aquel momento, y por eso hice la fotografía, era de que estábamos frente al edificio mejor conservado y más fascinante de la antigua Roma: el Panteón, construido por Adriano, aquel césar que tanto amó el mundo helenístico.