Jorge Luis Borges – El libro de los Seres Imaginarios
Páginas
martes, 30 de diciembre de 2014
Tiempo de cambios
viernes, 26 de diciembre de 2014
Ámbitos
Aquel día, Zarza se despertó antes de que sonara la alarma del reloj y enseguida advirtió que se sentía angustiada. Era un malestar que conocía bien, que padecía a menudo, sobre todo por las mañanas, en la duermevela, al salir del nimbo de los sueños. Porque se necesita cierto grado de confianza en el mundo y en uno mismo para suponer que la realidad cotidiana sigue ahí, al otro lado de tus párpados apretados, esperando con mansedumbre a que te despabiles. Aquel día, Zarza no se fiaba especialmente de la existencia, y permaneció con los ojos cerrados, temerosa de mirar y de ver…
Rosa Montero – El corazón del tártaro
martes, 23 de diciembre de 2014
domingo, 21 de diciembre de 2014
De los colores
Marcus Zusak – La ladrona de libros
jueves, 18 de diciembre de 2014
Atardecer
Esta panorámica la hice fusionando tres fotografías verticales que posteriormente traté como HDR.
Se trata de la cordobesa plaza de Capuchinos, más conocida como "del Cristo de los Faroles".
lunes, 15 de diciembre de 2014
Cuentos de los bosques
Quim Monzo – El porqué de las cosas
lunes, 8 de diciembre de 2014
miércoles, 3 de diciembre de 2014
Atardecer en el mar
Azorín – Las confesiones de un pequeño filósofo
domingo, 30 de noviembre de 2014
Ágata asombrada
Gioconda Belli – La mujer habitada
lunes, 24 de noviembre de 2014
El hombre inmóvil
A las once y media de la noche, cuando ya nadie paseaba por el parque, las luces se apagaron y todo quedó sumido en la oscuridad. Para entonces, sus ojos lloraban. Si hubiera podido hablar, habría chillado hasta enronquecer pero no podía hacerlo. El hombre inmóvil estaba solo. El mundo se había desentendido de él.
A eso de las cuatro de la madrugada, cuando estaba exhausto, fue cuando tomó conciencia de que lo que estaba viviendo no podía ser real. En un instante, pleno de gozo, su mente pareció despertar y descubrió al fin que todo tenía que ser una pura fantasía. Lo que sucedía, sin duda, era que él seguía durmiendo. Estaba, simplemente, soñando. Eso es lo que pasaba, todo era una pesadilla, y se sintió feliz ante esa esperanza. “Tengo que despertar, pensó. Todo es un sueño, solo es un mal sueño.” Pero no pudo hacerlo. El hombre inmóvil, por más que lo intentó, no pudo despertar. Y lo que él pensaba que era una pesadilla prosiguió.
Sus ojos solo se abrieron, al fin, a las 6.30 de la mañana, cuando, como todos los días, mecánicamente puntual, el reloj le sobresaltó con su chirriante sonido.
miércoles, 19 de noviembre de 2014
Un vacío indiferente
La gente grita que quiere crear un futuro mejor, pero eso no es verdad. El futuro es un vacío indiferente que no le interesa a nadie, mientras que el pasado está lleno de vida y su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo. Los hombres quieren ser dueños del futuro sólo para poder cambiar el pasado. Luchan por entrar al laboratorio en el que se retocan las fotografías y se reescriben las biografías y la historia…
Milán Kundera – El libro de la risa y del olvido
sábado, 15 de noviembre de 2014
martes, 11 de noviembre de 2014
El hombre que inventaba sueños
Rafael Pérez Estrada - El sueño del mar
viernes, 7 de noviembre de 2014
El extranjero
-Yo no tengo padre, ni madre, ni hermana, ni hermano.
-¿A tus amigos?
-Utilizáis una palabra cuyo sentido todavía no conozco.
-¿Tu patria?
-Ignoro en qué latitud está situada.
-¿La belleza?
-La amaría gustoso, diosa e inmortal.
-¿El oro?
-Lo odio como tú odias a Dios.
-Entonces, ¿qué es lo que amas tú, extraordinario extranjero?
-¡Yo amo las nubes… las nubes que pasan… por allí… por allí… las maravillosas nubes!
Charles Baudelaire – El extranjero
miércoles, 5 de noviembre de 2014
La diosa escorpión
El cuerpo de la lucerna, que tiene cinco boquillas o piqueras por donde surgían las mechas que daban luz, reproduce un templo tetrástilo que está coronado por el disco solar, alusión al dios Ra. En su zona central se aprecia un escorpión con cabeza humana, posiblemente una representación de Serket, la diosa escorpión del antiguo Egipto, que fue identificada con Isis.
Serket, hija de Ra, era una divinidad muy querida por los egipcios ya que actuaba como protectora tanto de los vivos como de los muertos. Usualmente era representada como una mujer que lleva sobre su cabeza un escorpión o como un escorpión que tiene rostro de mujer. El amuleto de esta diosa solía estar presente en los hogares ya que servía de protección contra las picaduras de serpientes, escorpiones y en general de cualquier animal venenoso. Se pensaba también que Serket, en su acepción de “La que da el aliento de la vida” era quien se ocupaba de que los vivos pudieran respirar, lo que resultaba de especial trascendencia en el momento del nacimiento de los niños.
En la tumba de Nefertari, la diosa escorpión se manifiesta también como “Señora del Cielo”, es decir, como aquella divinidad que concede a los muertos un lugar en la Tierra Sagrada, para que, al igual que Ra, se puedan manifestar gloriosamente en el cielo.
domingo, 2 de noviembre de 2014
Personas que van y vienen
-Buenos días –dijo el guardagujas.
-¿Qué haces aquí? –dijo el principito.
-Clasifico a los viajeros por miles –dijo el guardagujas-. Despacho los trenes que los llevan, tanto hacia la derecha como hacia la izquierda.
Y un tren expreso iluminado, rugiendo como el trueno, hizo temblar la cabina de agujas.
-Van muy apurados –dijo el principito-. ¿Qué buscan?
-Hasta el hombre de la locomotora lo ignora –dijo el guardagujas.
Y un segundo expreso iluminado rugió, en sentido inverso.
-¿Ya vuelven? –preguntó el principito.
-No son los mismos –dijo el guardagujas-. Es un cambio.
-¿No estaban contentos donde estaban?
-Nadie está contento donde está –dijo el guardagujas.
Y rugió el trueno de un tercer expreso iluminado.
-¿Persiguen a los primeros viajeros? –preguntó el principito.
-No persiguen nada –dijo el guardagujas-. Adentro duermen o bostezan. Solo los niños estampan sus narices contra los vidrios.
-Sólo los niños saben lo que buscan –dijo el principito-. Pierden tiempo por una muñeca de trapo, y la muñeca se transforma en algo muy importante, y si se les quita la muñeca, lloran…
-Tienen suerte –dijo el guardagujas.
Antoine de Saint-Exupery – El principito
jueves, 30 de octubre de 2014
A propósito de una sonrisa
Anna Gavalda – Billie
martes, 28 de octubre de 2014
Café Classico de Santorini
Rosa Montero – La ridícula idea de no volver a verte
miércoles, 22 de octubre de 2014
La mirada de los gatos
Charles Baudelaire – Spleen de París
jueves, 16 de octubre de 2014
El haiku de las Cuatro Estaciones
No lo olvides:
caminamos por el infierno,
contemplando flores.
Basho Matsuo – Haiku de las Cuatro Estaciones
domingo, 12 de octubre de 2014
El mundo de los espejos
Jorge Luis Borges – El libro de los Seres Imaginarios
miércoles, 8 de octubre de 2014
La mujer que amó a Aquiles
La mujer le había correspondido al héroe como botín de guerra después de que este matase al troyano Brises, su padre. Briseida, sacerdotisa del templo de Apolo, se había visto así convertida en esclava y después amante de esa fiera a la que llaman Aquiles. Eso es lo que creen todos.
Cuentan las gentes que el espíritu de Brises, enloquecido de dolor en el Hades al conocer el estado de servidumbre de su hija, había rogado a los dioses que tuvieran clemencia de sus padecimientos y obligaran a Aquiles a liberarla. Habría sido así como Apolo, compadecido, se personó ante Agamenón, el Rey de los Reyes helenos, y lo amenazó con una peste que diezmaría su ejército si Briseida no era liberada. Agamenón, viendo como sus hombres morían, ordenó a Aquiles que devolviera la mujer a su madre.
Forzado a perder a su amante, el héroe, encolerizado, hizo saber a todos que él y sus mirmidones iban a retornar a las tierras de Grecia. No iba a seguir guerreando para alguien que había arrancado de sus brazos a la mujer que amaba. Antes del regreso, no obstante, Aquiles clamó ante la Nereida Tetis, su madre, a la que suplicó que mediara ante los dioses para que le devolvieran a su esclava, a la que amaba con esa pasión que solo es propia de los guerreros:
-“Tú, madre –habló Aquiles-, socorre si puedes a tu buen hijo; ve al Olimpo y suplica a Zeus por mi si alguna vez llevaste consuelo a su corazón con palabras o con obras.”
La Nereida, que había sido amada por Zeus en otros tiempos, fue escuchada por el dios, y Briseida, en la noche, dejó atrás las murallas troyanas y regresó a los brazos de Aquiles. Quienes la vieron dirigirse al campamento heleno dijeron que tras haber conocido el fuego del amor no quería renunciar a esa pasión. Apolo, antes, la había liberado de Aquiles pero era ahora Zeus quien permitía que la mujer retornara a su servidumbre.
-¡Ay de mi –exclamó Briseida cuando estuvo en presencia de Aquiles-, que ni siquiera pude besarte cuando, siguiendo el mandato de Apolo, tuve que partir para dejarte. Entonces solo pude derramar lagrimas sin fin y desgarrarme los cabellos, pero ahora, amado mío, regreso a ti y no lo hago como una esposa que retorna a los brazos de su marido sino como una esclava que vuelve a su amo. Prometo, Aquiles, serte sumisa, y te suplico que abandones tu idea de regresar a Grecia, como se que pensabas hacer al sentirte agraviado por tu rey. Debes quedarte en estas costas troyanas y amarme de nuevo como antes lo hiciste. Vuelve, Aquiles, a guerrear con los troyanos y no dejes que el orgullo y la ira te posean. Podrás, así, también volver a mí y amarme.
Tetis, tan pronto como supo que Aquiles se iba a incorporar a la guerra, no lo dudó: pidió a Hefesto, el gran herrero, que fabricase para su hijo la mejor armadura que jamás hubiera sido hecha. Dicen que a cambio le prometió varias noches de amor, promesa que luego nunca cumplió. Hefesto creó la armadura con los mejores bronces, pero conocedor de que ella lo engañaría, a fin de cuentas es un dios y lo sabe todo, nunca terminó la parte que habría de cubrir los pies del héroe.
Ahora, todos recriminan a Briseida su traición a la causa troyana. No entienden que abandonando a los suyos se haya entregado a los abrazos del monstruo que mató a su padre. Solo yo, Paris, se que todo es una estratagema. Sé que su amor por el héroe heleno es pura falsedad y que Briseida solo me ama a mí. Solo nosotros sabemos que hace ya muchos meses que abandoné a Helena, la mujer que traje a Troya y que ha causado la ruina de esta ciudad, que ahora veo como está siendo consumida por las llamas, tras la pérfida estratagema del caballo ideada por Ulises.
Ahora, cuando todos están muriendo, solo nosotros sabemos donde hemos de encontrarnos. Briseida acudirá a donde ella sabe, y tras sus pasos vendrá Aquiles que confiado en su amor no sabe que lo estoy esperando con mi arco y que mi flecha, que tengo que dirigir a su talón, le causará esa muerte que las Moiras le profetizaron al nacer.
Pero, esperad… Briseida, corriendo, se está acercando a mi. Debo tensar bien mi arco. Aquiles, como esperábamos, corre tras ella. No sabe que su vida ha llegado a su fin. La venganza de Briseida está a punto de ser consumada. Después, huiremos por los subterráneos que unen Troya con la costa y abandonaremos esta ciudad que se consume en el fuego. Sabemos que atravesando el mar habremos de alcanzar playas ignoradas por los hombres y que será en ellas, en la Isla de los Pájaros, en unas nuevas tierras, en donde podremos vivir, al fin, nuestro amor.
viernes, 3 de octubre de 2014
El Tiempo Primero
Ese momento vendría a ser la Edad de Oro que precedió a la existencia de los hombres, que con ellos habrían de traer la rabia, el clamor y la disensión…
martes, 30 de septiembre de 2014
Diego y el mar
Eduardo Galeano – El libro de los abrazos
viernes, 26 de septiembre de 2014
El otoño y su luz
Rosa Montero – La ridícula idea de no volver a verte
martes, 23 de septiembre de 2014
La dama del perrito
Anton Chejov – La dama de perrito
sábado, 20 de septiembre de 2014
El Minotauro
Antes de que el monstruo volviera sobre sus pasos, el niño supo lo que tenía que hacer. Abrió la puerta del armario y dando un salto abandonó ese reino de terror. Después, jadeando, apoyó su cuerpo contra la puerta para que el monstruo no pudiera salir y dio dos vueltas de llave a la cerradura. Ya solo le faltaba para estar a salvo dar un par de zancadas y alcanzar su cama. Se introdujo en ella sin vacilar y tapó todo su cuerpo, cabeza incluida, con esa manta azul que en la noche, como el mar cuando Teseo huía, le protegía de los monstruos.
miércoles, 10 de septiembre de 2014
De los seres imaginarios
Jorge Luis Borges – El libro de los Seres Imaginarios
lunes, 1 de septiembre de 2014
Imaginando la eternidad
Rosa Montero – La ridícula idea de no volver a verte
viernes, 29 de agosto de 2014
De los goces del Paraíso
Los pobres de espíritu y los ascetas están excluidos de los goces del Paraíso porque no los comprenderían.
Jorge Luis Borges – El libro de los Seres Imaginarios
jueves, 28 de agosto de 2014
La vida sigue
Porque la vida sigue, siempre sigue, aunque a ratos pensemos que se ha parado a esperarnos.
Mónica Carrillo – La luz de Candela
lunes, 25 de agosto de 2014
Miradas
En los ojos de la gente puede verse lo que verán, no lo que han visto.
Alessandro Baricco – Novecento
martes, 19 de agosto de 2014
El niño que se perdió en el bosque
El diálogo ocurrió en Adrogué. Mi sobrino Miguel, que tendría cinco o seis años, estaba sentado en el suelo, jugando con la gata. Como todas las mañanas, le pregunté:
.¿Qué soñaste anoche?
Me contestó:
-Soñé que me había perdido en un bosque y que al fin encontré una casita de madera. Se abrió la puerta y saliste vos.
Con súbita curiosidad me preguntó:
-Decime, ¿qué estabas haciendo en esa casita?
Francisco Acevedo – Memorias de un bibliotecario
lunes, 18 de agosto de 2014
Una luna llena estaba siniestra en el cielo
De repente Lori no aguantó más y llamó por teléfono a Ulises:
-Qué hago, es de noche y estoy viva. Estar viva me está matando poco a poco, y estoy toda alerta en la oscuridad.
Hubo una pausa, llegó a pensar que Ulises no había oído. Entonces él dijo con voz calmada y apaciguante:
-Aguanta.
Cuando colgó el auricular, la noche estaba húmeda y la oscuridad suave, y vivir era tener un velo cubriendo el pelo. Entonces con ternura aceptó estar en el misterio de ser viva.
Antes de acostarse fue a la terraza: una luna llena estaba siniestra en el cielo. Entonces se bañó toda ella en los rayos lunares y se sintió profundamente tranquila.
Poco a poco fue adormeciéndose de dulzura, y la noche estaba bien adentrada. Cuando la noche madurase vendría el velo más lleno de brisa de madrugada. Mientras tanto, estaba delicadamente viva, durmiendo.
Clarice Lispector – Aprendizaje o El Libro de los Placeres
sábado, 16 de agosto de 2014
La noche de los sueños
Eduardo Galeano – El libro de los abrazos
Suscribirse a:
Entradas (Atom)