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martes, 28 de enero de 2014

Ausencias







He vuelto a tu jardín, a tus nuevos rosales;
allí los mismos pinos y nuestro viejo roble,
pero tu voz no estaba en la luz de la fuente.
Nadie riega las flores ni esparce las semillas,
los pájaros se callan sin tus pasos
y la tierra te invoca con su sed y amargura.
El aire está vacío, la casa está vacía,
sólo madre te busca todavía en los sauces,
y todo me contempla desolado
con la carencia extraña de tus ojos.


Justo Jorge Padrón, Elegía por Justo Jorge Aguiar



martes, 21 de enero de 2014

La voz del viento






No me preguntes más qué es lo que dice
la voz del viento…




¿Debe un hombre que ama
negar que hubiera amado
si no dejó la vida en el empeño?
¿Debe un hombre ser hombre,
crecer, hacerse viejo,
y legar a sus hijos
el miedo de sus padres?
¿O buscar en el magma palpitante
de su sangre caliente
los restos que aún perviven
de la antigua locura
con la que modelaron
los dioses su cabeza?


Carlos Aganzo, Las voces encendidas.




-Esta fotografía la hice en el puente romano de Córdoba. Al fondo se distingue la torre de la Calahorra.



lunes, 20 de enero de 2014

Siguiendo a una estrella






Pasó el resto de la tarde descansando. Comió a su antojo y bebió tanta leche como les pudo sacar a las cabras. Dormitó sobre los serones y, antes de que se hiciera de noche por completo, cargó el burro, deshizo el redil y reemprendieron la marcha. Anduvieron bajo la luna por los caminos llanos y vacíos que conducían al norte. La Estrella Polar servía como guía. A veces se desviaban del rumbo pero, tarde o temprano, siempre encontraban un sendero que les volvía a dirigir hacia su destino.

Una mañana, mientras descansaba entre las paredes de una vieja casa para peones camineros, escuchó el tamborileo de la lluvia sobre una chapa caída. Bajo el dintel desportillado asistió al insólito espectáculo que se desarrollaba sobre la Tierra. El cielo repleto de nubes grises en medio de la mañana y una luz trasparente que perfilaba los objetos, otorgándoles una nitidez que no recordaba. Las gotas gruesas que se partían contra el suelo polvoriento y que no penetraban en él. Entró en la casa y salió de nuevo con la orza bajo el brazo. Caminó unos metros frente a la fachada y dejó el recipiente en el suelo. Luego volvió a la puerta y allí permaneció mientras duró la lluvia, mirando como Dios aflojaba por un rato las tuercas de su tormento.


Jesús Carrasco – Intemperie




- Esta fotografía la hice en Sierra Morena, en el Parque Natural de Hornachuelos. Se trata de una florecilla natural que crecía al borde de un sendero. Desconozco su nombre.



jueves, 16 de enero de 2014

El hombre y la sombra






Esa noche, al apagar la luz, Santiago Pardo se disolvió en la sombra como si alguien hubiera dejado de pensar en él. Por eso cuando sonó el teléfono su cuerpo y su conciencia cobraron forma otra vez, y buscó la luz y descolgó el auricular para descubrir en seguida que se trataba de un error. “¿Mario?”, dijo una voz que aún no era Nélida, y Santiago Pardo, sintiendo de un golpe toda la humillación de haber sido engañado, contestó agriamente y se dispuso a colgar, pero la mujer que hablaba no pareció escucharle. “Soy yo, Nélida”, dijo, y hubo un breve silencio y acaso otra voz que Santiago Pardo no escuchaba. “Te he estado esperando hasta media noche. Imagino que se te olvidó que estábamos citados a las nueve.” No pedía, y tampoco acusaba, sólo enunciaba las cosas con una especie de irónica serenidad. El otro, Mario, debió urdir una disculpa inútil, una prolija coartada que no alcanzaba siquiera la calidad de una mentira, porque Nélida decía sí una y otra vez como si únicamente el desdén pudiera defenderla, y luego, abruptamente, colgó el teléfono y dejó a Santiago Pardo mirando el suyo con el estupor de quien descubre su mágico don de transmitir voces de fantasmas.


Antonio Muñoz Molina, El hombre sombra




- La fotografía la hice en Burgos, cuando estaba anocheciendo.



miércoles, 15 de enero de 2014

Viajeros





Una conspiración secreta justifica los libros, los que escribimos y los que leemos. Quien lee es tan poseído como quien escribe, y también, al leer, nada nos maravilla tanto como el descubrimiento de lo que ya sabíamos. Cada día nos roza la convicción platónica de que aprender es recordar, y de que todo amor y toda amistad encubren un reconocimiento, el de las dos mitades escindidas que se encuentran después de un largo destierro en el acto mutuo de la posesión.


Antonio Muñoz Molina



-Esta fotografía la hice en Almazán, un pequeño pueblo de Soria.




lunes, 13 de enero de 2014

Zorongo gitano





Tengo los ojos azules,
tengo los ojos azules,
y el corazoncito igual
que la cresta de la lumbre.

De noche me salgo al patio
y me harto de llorar
de ver que te quiero tanto
y tú no me quieres ná.

Esta gitana está loca,
loca que la van a atar;
que lo que sueña de noche
quiere que sea verdad.


Federico García Lorca



sábado, 11 de enero de 2014

Ensoñación con mujer






Ayer, a la hora del anochecer, vi a una mujer sentada sobre las gradas del templo.

La miraban dos hombres sentados, uno a su derecha y a su izquierda el otro.

Observé asombrado que su mejilla derecha estaba pálida y rosada la otra.


Khalil Gibran, Sobre las gradas del templo



- En la imagen, la mujer está paseando por el claustro del monasterio leonés de San Isidoro.





jueves, 9 de enero de 2014

Un cuento con pájaros





Un pájaro negro, con el pico sonrosado (posiblemente un mirlo), entró en su alcoba mientras ella dormía, se dirigió al armario, abrió el cajón de la ropa interior y escogió la más frágil de sus braguitas. Se la llevó y volvió a por un sujetador con el que hacía juego. En siete u ocho viajes había vaciado la gaveta. Luego sustituyó toda aquella lencería por unas imitaciones perfectas, realizadas con hojas de roble, pétalos de flores diversas, porciones de raíces, tallos trenzados y plumones de ave. Cuando despertó, ella no se dio cuenta del cambio y se puso uno de los conjuntos con los que el mirlo había suplantado a los verdaderos. Eligió una camiseta muy ligera, con el escote en pico, por cuyos bordes se veían partes de las hojas de roble, de los pétalos, de las raíces, de las plumas. Al agacharse, dejaba ver el comienzo de sus pechos sostenidos por aquel entramado vegetal. A veces, se le desprendía un plumón, un tallo, una ramita.

En la oficina había un individuo, el director de contabilidad, al que apodaban el Hombre Pájaro porque tenía los ojos muy separados, casi en las sienes, lo que le obligaba a mover la cabeza hacia un lado y otro con movimientos que recordaban a los de un ave. Cuando ella entró ese día en su despacho para hacerle una consulta sobre unos asientos contables, se le desprendió, al inclinarse sobre su mesa, un pétalo del escote y el hombre palideció de amor. Ese mismo día comenzaron a salir y apenas siete meses después se casaron…


Juan José Millás - La ropa interior de las mujeres



lunes, 6 de enero de 2014

Memoria de otro tiempo






Recuerdo que era una tarde muy limpia. Había llovido por la mañana y el agua se había llevado los últimos vestigios del verano. Los árboles, desaparecido el polvo mortecino, lucían un intenso verdor y las calles del barrio brillaban. Todo en ellas era luz. Si, recuerdo que aquel día en que mis padres se conocieron el aire estaba tan fresco que era una delicia sentir su roce en nuestras mejillas. Era un aire que en su transparencia nos olía y sabía a otoño. Fue esa noche, en la verbena del barrio, cuando mis padres se vieron por primera vez y comenzaron a amarse. Recuerdo como si el tiempo no hubiera pasado que dos jóvenes a los que pronto todos conoceríamos como el Dúo Dinámico causaron un gran furor cuando llegó la hora del baile. Incansables, durante varias horas, interpretaron canciones que nosotros nunca antes habíamos escuchado. A mi madre, una muchacha que comenzaba entonces a vivir su juventud, le gustó mucho su “Quince años”. No estoy seguro de que ella los tuviera, como tampoco estoy seguro de porqué, como si la hubiera vivido, estoy recordando ahora aquella noche de otoño.




sábado, 4 de enero de 2014

Tiempo de invierno






El invierno se precipitó un domingo a la salida de misa…

Gabriel García Márquez, Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo



miércoles, 1 de enero de 2014

La Violinista de la Puerta del Puente






En este enlace, tras unas palabras de presentación, podéis escuchar a esta chica tocando el violín en la Puerta del Puente de Córdoba... A mi, su música me emociona...