Ayer conocí a una bruja… Bueno, hacía años que la conocía pero fue ayer realmente cuando he llegado a conocerla… Estuvimos hablando con ella toda la tarde, mientras tomábamos una taza de te y un delicioso bizcocho de chocolate con nueces… Habíamos acudido a su casa porque en estos días pasados nuestra amiga había publicado un libro.
Cuando nos vimos me dijo: “Toma esta piedra, Antiqva… La encontré hace mucho tiempo, cuando paseábamos por el campo, y como se que a ti te gustan estas cosas la guardé… Pensé que algún día te la daría…”
Cuando cogí la piedra me di cuenta de que era un fósil que nos hablaba de aquellos tiempos remotos, hace millones de años, en que Sierra Morena estaba naciendo en los abismos de un mar tenebroso.
Las brujas, en estos siglos pasados, fueron unos seres despreciables que mantenían relaciones sexuales con el diablo y que enloquecidas por el placer que obtenían de sus pócimas viajaban por los cielos cabalgando en los caballos de madera de sus escobas… ¡Cómo para no tener miedo de ellas…! En nuestros tiempos, sin embargo, parece que las cosas han cambiado y ahora nuestra amiga bruja, además de trabajar como personal titulado en un hospital, dedica su tiempo libre a estudiar cuestiones relacionadas con la energía que luego divulga impartiendo cursos a personas que sienten inquietud por estas cuestiones. Además, y eso es más importante, ella sabe trascender del ámbito de la teoría pura y se esfuerza por aplicar esos conocimientos ayudando a personas enfermas o desequilibradas, en un intento de que puedan recuperar algo de eso que todos ansiamos poseer: el equilibrio físico y mental.
Nuestra amiga bruja, recientemente, ha publicado un libro de cuentos destinado a niños enfermos en el que les habla usando palabras que puedan ser comprendidas por ellos de cosas como las estrellas, la energía, el amor, los amigos invisibles, el poder de sanación de las personas, el aura…
Estuvimos hablando durante horas de estas cosas tan bellas como inquietantes… Cuando volvíamos a casa, paseando, María y yo seguíamos hablando… Fue entonces cuando reparé en que absorto en la conversación mantenida con la bruja ni siquiera me había traído su regalo… El fósil había quedado olvidado en un rincón de la mesa, junto a las tazas de te y los platitos impregnados por las señales del bizcocho…
Tendremos que volver a recogerlo… Y a seguir hablando con ella, claro.
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