Anna Gavalda – Billie
Páginas
jueves, 30 de octubre de 2014
A propósito de una sonrisa
martes, 28 de octubre de 2014
Café Classico de Santorini
Rosa Montero – La ridícula idea de no volver a verte
miércoles, 22 de octubre de 2014
La mirada de los gatos
Charles Baudelaire – Spleen de París
jueves, 16 de octubre de 2014
El haiku de las Cuatro Estaciones
No lo olvides:
caminamos por el infierno,
contemplando flores.
Basho Matsuo – Haiku de las Cuatro Estaciones
domingo, 12 de octubre de 2014
El mundo de los espejos
Jorge Luis Borges – El libro de los Seres Imaginarios
miércoles, 8 de octubre de 2014
La mujer que amó a Aquiles
La mujer le había correspondido al héroe como botín de guerra después de que este matase al troyano Brises, su padre. Briseida, sacerdotisa del templo de Apolo, se había visto así convertida en esclava y después amante de esa fiera a la que llaman Aquiles. Eso es lo que creen todos.
Cuentan las gentes que el espíritu de Brises, enloquecido de dolor en el Hades al conocer el estado de servidumbre de su hija, había rogado a los dioses que tuvieran clemencia de sus padecimientos y obligaran a Aquiles a liberarla. Habría sido así como Apolo, compadecido, se personó ante Agamenón, el Rey de los Reyes helenos, y lo amenazó con una peste que diezmaría su ejército si Briseida no era liberada. Agamenón, viendo como sus hombres morían, ordenó a Aquiles que devolviera la mujer a su madre.
Forzado a perder a su amante, el héroe, encolerizado, hizo saber a todos que él y sus mirmidones iban a retornar a las tierras de Grecia. No iba a seguir guerreando para alguien que había arrancado de sus brazos a la mujer que amaba. Antes del regreso, no obstante, Aquiles clamó ante la Nereida Tetis, su madre, a la que suplicó que mediara ante los dioses para que le devolvieran a su esclava, a la que amaba con esa pasión que solo es propia de los guerreros:
-“Tú, madre –habló Aquiles-, socorre si puedes a tu buen hijo; ve al Olimpo y suplica a Zeus por mi si alguna vez llevaste consuelo a su corazón con palabras o con obras.”
La Nereida, que había sido amada por Zeus en otros tiempos, fue escuchada por el dios, y Briseida, en la noche, dejó atrás las murallas troyanas y regresó a los brazos de Aquiles. Quienes la vieron dirigirse al campamento heleno dijeron que tras haber conocido el fuego del amor no quería renunciar a esa pasión. Apolo, antes, la había liberado de Aquiles pero era ahora Zeus quien permitía que la mujer retornara a su servidumbre.
-¡Ay de mi –exclamó Briseida cuando estuvo en presencia de Aquiles-, que ni siquiera pude besarte cuando, siguiendo el mandato de Apolo, tuve que partir para dejarte. Entonces solo pude derramar lagrimas sin fin y desgarrarme los cabellos, pero ahora, amado mío, regreso a ti y no lo hago como una esposa que retorna a los brazos de su marido sino como una esclava que vuelve a su amo. Prometo, Aquiles, serte sumisa, y te suplico que abandones tu idea de regresar a Grecia, como se que pensabas hacer al sentirte agraviado por tu rey. Debes quedarte en estas costas troyanas y amarme de nuevo como antes lo hiciste. Vuelve, Aquiles, a guerrear con los troyanos y no dejes que el orgullo y la ira te posean. Podrás, así, también volver a mí y amarme.
Tetis, tan pronto como supo que Aquiles se iba a incorporar a la guerra, no lo dudó: pidió a Hefesto, el gran herrero, que fabricase para su hijo la mejor armadura que jamás hubiera sido hecha. Dicen que a cambio le prometió varias noches de amor, promesa que luego nunca cumplió. Hefesto creó la armadura con los mejores bronces, pero conocedor de que ella lo engañaría, a fin de cuentas es un dios y lo sabe todo, nunca terminó la parte que habría de cubrir los pies del héroe.
Ahora, todos recriminan a Briseida su traición a la causa troyana. No entienden que abandonando a los suyos se haya entregado a los abrazos del monstruo que mató a su padre. Solo yo, Paris, se que todo es una estratagema. Sé que su amor por el héroe heleno es pura falsedad y que Briseida solo me ama a mí. Solo nosotros sabemos que hace ya muchos meses que abandoné a Helena, la mujer que traje a Troya y que ha causado la ruina de esta ciudad, que ahora veo como está siendo consumida por las llamas, tras la pérfida estratagema del caballo ideada por Ulises.
Ahora, cuando todos están muriendo, solo nosotros sabemos donde hemos de encontrarnos. Briseida acudirá a donde ella sabe, y tras sus pasos vendrá Aquiles que confiado en su amor no sabe que lo estoy esperando con mi arco y que mi flecha, que tengo que dirigir a su talón, le causará esa muerte que las Moiras le profetizaron al nacer.
Pero, esperad… Briseida, corriendo, se está acercando a mi. Debo tensar bien mi arco. Aquiles, como esperábamos, corre tras ella. No sabe que su vida ha llegado a su fin. La venganza de Briseida está a punto de ser consumada. Después, huiremos por los subterráneos que unen Troya con la costa y abandonaremos esta ciudad que se consume en el fuego. Sabemos que atravesando el mar habremos de alcanzar playas ignoradas por los hombres y que será en ellas, en la Isla de los Pájaros, en unas nuevas tierras, en donde podremos vivir, al fin, nuestro amor.
viernes, 3 de octubre de 2014
El Tiempo Primero
Ese momento vendría a ser la Edad de Oro que precedió a la existencia de los hombres, que con ellos habrían de traer la rabia, el clamor y la disensión…
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