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sábado, 10 de noviembre de 2012

Tiempo de lluvia y soldados

Apertura f/10
Tiempo de exposición 1/160 s
Velocidad ISO – 200
Distancia focal 105 mm
Compensación de la exposición -0,70


  
 

“Las cosas se saben o no; no hay por qué comprenderlas…”

Max Aub


“En el corazón de lo que escribimos siempre quedan encerrados elementos de nuestra biografía…”

Antiqva




Esta mañana me han dicho que posiblemente tenga que matar a un hombre. Hoy está lloviendo y anoche apenas he dormido. He tenido servicio de guardia y eso supone, cuando llega la noche, dos horas de vigilancia en alguna garita, fusil en mano, y cuatro horas de descanso, de las que tenemos que descontar el tiempo de las idas y las venidas a los puestos y el de dar las novedades al oficial, de modo que las cuatro horas se quedan en poco más de tres. Un tiempo insuficiente de descanso para un joven de diecinueve años. Además, tenemos que acostarnos con el uniforme y los correajes y esta noche, con la lluvia, el “tres cuartos” y las botas estaban empapados de agua y barro. La áspera manta con la que nos cubrimos en las horas de descanso es incapaz de sacar de nosotros el frío de estas noches de invierno.

Hoy es 20 de diciembre de 1973. Faltan un par de días para que pueda tomar una semana de permiso y esta mañana, cuando estamos a las puertas de la Navidad, un grupo de terroristas de E.T.A. ha matado al almirante Carrero Blanco, al parecer un personaje importante en el gobierno de Franco. La verdad es que yo nunca he oído su nombre. No tengo ni idea de quien era, pero os puedo asegurar que su muerte ha ocasionado un revuelo en el cuartel. No han pasado un par de horas del atentado cuando el cabo furriel nos ha anunciado que los permisos de Navidad han sido anulados, quedando todos nosotros acuartelados. Las guardias se han doblado y a mi, que había estado de servicio esta noche pasada, me han enlazado una guardia saliente con otra entrante.

Formados en el patio, bajo una lluvia que nos empapa, el capitán a cuyas órdenes está nuestra batería nos está hablando:

-“Soldados, han asesinado al Presidente del Consejo de Ministros, el almirante Luis Carrero Blanco. La Patria exige que estemos alerta en este momento. Además, hace media hora hemos recibido en este acuartelamiento una amenaza de bomba. Al parecer, grupos que operan en la clandestinidad quieren aprovechar estos momentos de confusión para sembrar la inquietud en la ciudad colocando explosivos en diversos lugares estratégicos. Ya se os ha dicho que vamos a redoblar las guardias. Todos los que entréis de servicio tenéis que tener el fusil cargado y quitado el seguro. Ante cualquier duda, tenéis mi orden de disparar a matar. Los acontecimientos no permiten otra cosa. La Patria exige eso. Si alguien se os acerca y no entra en razones ante vuestra orden de que se detenga y alce las manos, disparadle…”

Al poco, algo cabizbajo, acompañado por el cabo de guardia, me estoy dirigiendo a la puerta falsa del cuartel, para hacer el relevo en el puesto. “Verás –estoy pensando mientras camino, fusil al hombro- como algún insensato me monta hoy un lío…”

Y así ha sido. A los pocos minutos de hacer el relevo, mientras soporto la lluvia cayendo sobre mi cuerpo y miro con atención los movimientos en la calle puedo ver como un individuo que arrastra una caja de cierto tamaño se acerca a la tapia del cuartel, deja la caja apoyada en el suelo y protegido por un paraguas se queda allí plantado, como esperando algo.

No lo dudo. Encañono al tipo con el fusil y le exijo a gritos que se aleje de allí, pero no se inmuta. No parece escucharme. Posiblemente piensa que no me dirijo a él. Están siendo unos segundos interminables. Al poco, se ha dado cuenta de que es él el destinatario de mis voces y me grita diciendo que está esperando a alguien, que lo llevara a Puente Osuna, y que se ha colocado allí para protegerse un poco de la lluvia.

Mi mirada y la suya se han cruzado en el instante en que yo he descerrajado el Mauser provocando un ruido seco. La bala se ha introducido en la recámara. Siento que mi cuerpo está temblando.

-Las manos a la cabeza –grito… Las manos a la cabeza… Y haga palmas con las manos… Que yo vea las manos haciendo palmas por encima de su cabeza…

-Estás loco, muchacho –me responde.

Lo tengo encañonado. No lo dudo. Aprieto el gatillo. Suena el trueno del disparo. El tipo se queda inmóvil. Sin duda, no se cree lo que está pasando. Mientras tanto, temo que tenga que disparar una segunda vez, pero no es así. No me ha dado tiempo a introducir una segunda bala en la recámara. Él se ha echado a correr, lanzando improperios. Deja atrás el paquete y el paraguas.

Unos minutos después la Policía Militar ha acordonado la zona y al poco unos artificieros están inspeccionando la caja. Parece que contiene cartones de tabaco, que son requisados y puestos a disposición del oficial que habrá de instruir el incidente. Todo ha sido una falsa alarma, pero yo he actuado tal y como se esperaba que hiciera. Recibo algunas felicitaciones. “Así es como tenéis que actuar.” –me dice el Teniente Coronel en estos primeros momentos que siguen a la confusión del disparo.   

El asunto se complica luego, cuando la Policía Militar se extraña de no encontrar en el pavimento ninguna señal del balazo. “Soldado –me están preguntando-, quieres decirnos exactamente a donde estabas apuntando. No encontramos ninguna señal de que la bala rebotara en el suelo.

-Mi teniente -respondo-, aunque en ese momento tenía claro como debía de actuar no puedo ocultar que me puse algo nervioso. Es posible que en lugar de disparar a las piernas, como era mi intención, la bala se desviara al cielo. No se decirle, mi teniente. Desde luego, disparé. Todos escucharon el ruido del disparo.

He tenido que prestar declaración varias veces y a la postre el asunto ha quedado zanjado. Lo importante, a fin de cuentas, es que he sido un ejemplo de actuación y que además la amenaza de las bombas ha resultado ser una mera fábula. Nos dicen que hoy  no ha pasado nada en la ciudad. Ningún explosivo ha estallado. Cuentan que las gentes están tranquilas. Todos están asustados, pero tranquilos.

No pueden sospechar que uno, en los tiempos en que era un recluta destinado en el  C.I.R. número 7 de Saturio del Duero, cuando hacía los primeros ejercicios de tiro simulado había escondido en mis bolsillos tres balas de fogeo que pensaba conservar como recuerdo de mi tiempo de servicio obligatorio en el ejército. Esta mañana, cuando me han dicho que quizás tendría que matar a un hombre, he decidido utilizarlas.



15 comentarios:

  1. Esto se llama superación,de cuento en cuento...
    Esta mezcla de realidad y fantasía, que podría ser real todo, muy bueno.

    Un abrazo.

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  2. Bien por el soldado que ha cumplido con su deber pero desde la perspectiva de su buen criterio ... Me quito el sombrero ante él...
    Preciosa foto .. casi alargo la mano para rozar con mis dedos esas gotas y la textura suave.. sin duda .. de esas preciosas hojas

    Un abrazo

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  3. En tiempo de soldados, de lluvia, de confusión, de órdenes, de locura y muerte, a veces, la Vida gana una batalla. Dirán que sólo es eso, una batalla y que la guerra sigue y seguirá llevándose con ella los hijos del hombre, es verdad. Pero esta mañana no. Esta mañana la humanidad entera festeja la bala de fogueo de un joven.

    Un relato muy bello Querido Antiqva. Mi abrazo amigo.

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  4. La sonrisa no me ha abandonado mientras leía tu magnífico relato. Este soldado es para condecorarlo, sí. Ay, esto de jugar a las guerras y a los salva-patrias...
    Un abrazo.

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  5. Antiqva amigo, malos tiempos aquellos, bajo la lluvia mosquete en mano y discursos letales. Buen chico, buena idea, por más que ordenen matar, supo evitarlo. No era ni es, lugar para un muchacho ese cuartel, ese miedo, esa incertidumbre. Tantos como él y en lugares distintos, hoy, disparan, matan o mueren, para ellos no existen balas de fogueo.

    Un relato genial y hermoso en otoño lluvioso, retazos de memoria, la hoja llorando teñida de colores melancólicos y arriba Madīnat al-Zahrā' ('la ciudad de la flor'), recostada ante el horizonte.
    Besitos.

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  6. Menos mal, que eran de fogeo, porque si nó un inocente hubiera pagado los platos rotos, sin comerselo ni beberselo y ese pobre soldado no se lo hubiera perdonado nunca...no siempre las cosas son lo que parecen!
    SAludos.

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  7. Una foto de grandes colores y una luz magnífica, además de una transparencia y limpieza de las gotas geniales. Buen relato sobre "historias de la Mili". Saludos.

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  8. Muy buen relato, antiqva, y muy bien contado. La humanidad se esconde hasta detrás de los fusiles. Un abrazo.

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  9. Joer...! 1973 Yo estaba apunto. A mi se me murió el otro justo cuando nos quedaba un suspiro para irnos a casa.

    Saludos.

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  10. Bien por el soldado valiente, cumplió una orden pero con balas de fogueo. ¿Es tu historia?

    Besitos.

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  11. Debe de ser difícil aceptar una orden de esas, suerte que tenías las balas de fogeo.
    Leyendo tu historia he recordado las que me contaba mi padre cuando yo era una niña de sus tiempos en la mili, y me ha gustado mucho.

    Gracias por tu comentario en mi blog.

    Un abrazo muy grande,

    Eva.

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  12. Adoro tus cuentos!
    Hacia tiempo que no pasaba por aquí. Un beso!

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  13. Ummmm el pacifismo amigo, va conmigo y me temo que contigo, por muy bucanero y piratas que hayamos sido en otros tiempos, me ha gustado mucho.

    y la chica asomada al balcón...

    que te voy a pedir.. algo.

    quiero una con un cachas.... jolines.... aunque sea de espaldas...

    Besos... de lujo

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  14. Lindo relato Antiqva, soldaditos que se entrenan para recibir ordenes de sus superiores, en esa escalera que es la fuerza militar,... mas, este que nos presentas, supo decidir bien,... guardo su miedo y sus ancias y supo transformarlas,....La fotografia es mu hermosa tambien, esas hojas son de rosales verdad?...y la lluvia las muestra con un "look" fabulosos...

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Gracias, siempre, por tus palabras...

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