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miércoles, 3 de febrero de 2010

EL ESPÍRITU Y LA PRINCESA





La princesa de Bakhtan es el nombre que los egiptólogos habrían dado a cierta narración que alguien encontró grabada en signos jeroglíficos en una estela de piedra que afloró cuando se estaba excavando en las inmediaciones del templo de Khonsu, en Karnak. Dicen los sabios que la estela, aflorada en 1829, se conservaría actualmente en el Museo del Louvre.

Al parecer, la narración que alguien ordenó esculpir en la piedra sería un texto de tipo propagandístico que los sacerdotes tebanos habrían elaborado como acción de alabanza al dios Khonsu, al que se atribuía entre sus poderes mágicos una capacidad especial para ahuyentar a los espíritus que molestan a los hombres. Las singularidades del texto conservado, no obstante, parecen sugerir que el relato tendría su inspiración en alguna leyenda popular antigua que los sacerdotes, en un tiempo posterior, habrían querido transformar en un documento de alabanza dotado de caracteres de oficialidad.

En el texto se hace saber al lector que los acontecimientos que narra habrían acontecido durante el reinado de Ramsés II si bien está documentado que se trata de una narración apócrifa ya que el autor, erróneamente, atribuye al supuesto Ramsés II diversos títulos en su protocolo que realmente no corresponden a este rey sino a Thutmosis IV. En todo caso, la inscripción nos habla de cierto rey egipcio que ha desposado con una princesa extranjera, de nombre Neferure, que habría nacido en el lejano reino de Bakhtan, quizás lo que nosotros conocemos ahora como Bactriana. La protagonista de la historia es Bentrech, hermana menor de Neferure, de la que se nos dice que está gravemente enferma desconociendo los médicos de su reino el posible modo de curarla.

Ante esa situación el monarca de Bakhtan habría decidido solicitar la ayuda de Ramsés II, al que pide que envíe algún mago que se ocupe de la salud de la princesa. Por encargo del faraón uno de los mejores sanadores egipcios se trasladará al lejano reino y tras examinar a Bentrech tomará pronto conciencia de que la princesa está poseída por un espíritu merodeador, de los que traen las enfermedades a los hombres:

“Cuando el sabio llegó a Bakhtan –se indica en el texto jeroglífico-, se encontró a Bentrech en el estado de alguien que está poseída por un espíritu; se encontró por otro lado que se trataba de un enemigo al que había que combatir...”

Encontrándose el mago con que el espíritu es un ente de gran fuerza informará a Ramsés II que piensa que será necesario que una divinidad egipcia poseedora de grandes poderes mágicos sea trasladada al reino de Bakhtan para conseguir la expulsión del intruso del cuerpo de la princesa.

El faraón decidirá, finalmente, que habrá de ser Khonsu, en su acepción de “Khonsu el que gobierna en Tebas” quien viajará al país lejano, no sin que antes el propio “Khonsu el Grande” le provea adecuadamente con sus fluidos de poder, que le suministrará a través de cuatro “pasadas” mágicas que se citan expresamente en el texto. Es de especial interés este fragmento de la narración en el que se nos informa de uno de los rituales mágicos que practicaban los egipcios: en el relato podemos ver como “Khonsu el Grande” transmitirá su poder a “Khonsu el que gobierna en Tebas” a través de varias “pasadas” repetidas y que posteriormente esta segunda divinidad hará lo mismo con la princesa posesa:

“Provéelo con tu fluido mágico –le dirá el rey a “Khonsu el Grande”-, para que yo haga ir a Su Santidad a Bakhtan para salvar a la hija del príncipe.”

Y más adelante se nos dirá que: “Entonces este dios se dirigió al lugar en que se encontraba Bentrech. Hizo pasar el fluido mágico a la hija del príncipe y ella se encontró bien de inmediato”.

Finaliza esta curiosa narración, que nos habla de los inmensos poderes mágicos de Khonsu, diciéndonos que el espíritu invasor, reconociendo el gran poder del dios, se declaró de inmediato su siervo, marchándose luego en paz, con la aquiescencia de Khonsu. Vemos así que esta divinidad tebana queda al fin reconocida como dotada de poderes especiales que permiten poner en fuga a esos espíritus molestos que a veces entran en posesión de los cuerpos de los hombres.



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