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miércoles, 29 de febrero de 2012

Lyudmila y el gato

Apertura f/8
Tiempo de exposición 1/640 s
Velocidad ISO - 200
Distancia focal 105 mm

Cuando escuchó el maullido del gato, Lyudmila sintió que una corriente de ternura calentaba su corazón. Esa mañana, con un disparo certero, la mujer había herido en el hombro a un oficial de una de las unidades de tiradores de élite que estaban integradas en las once divisiones alemanas que desde mediados de septiembre estaban intentando hacerse con el control de Stalingrado. La francotiradora soviética, conscientemente, había disparado al hombro del teniente. Al escuchar sus lamentos, dos soldados, reptando, se habían acercado a él. Era lo que ella esperaba. Cuando los hombres intentaban auxiliar al herido, dos balas disparadas por Lyudmila alcanzaron la frente de uno de ellos y el pecho del otro. Inmediatamente, con un tercer disparo, había segado el cuello del oficial, que yacía tendido en el suelo.

Acabar con tres francotiradores nazis en una sola jornada suponía una importante victoria pero tenía algunos inconvenientes: ahora, los alemanes la tenían localizada y aunque no podían alcanzarla ya que estaba parapetada tras las ruinas de un muro de lo que había sido antigua fábrica de motores “La barricada”, la mujer no podía moverse. Tenía que esperar a que anocheciera para intentar emprender la huida. Cuando el gato se acercó a su escondite, Lyudmila, agazapada en el suelo, llevaba inmóvil más de diez horas. Sentía su cuerpo entumecido; hacía frío y desde su escondite, la mujer sentía pasar el tiempo contemplando como a lo lejos, en la plaza, un almendro solitario había comenzado a florecer tímidamente.

-Acércate, precioso –susurró la mujer al gato-, acércate que te voy a dar unos trocitos de salchichón de munición…

El gato, al escuchar la voz de Lyudmila, no tuvo claro lo que debía hacer. Ella estaba oculta tras los escombros y él ni siquiera había reparado en su presencia. Al momento, cuando Lyudmila le arrojó un trocito de salchichón el gato lo atrapó con un ágil movimiento; después, maullando de nuevo, se acercó a la mujer que le había dado aquella delicia.

Escondida tras el muro, Lyudmila sonrió al animal y apenas sin moverse lo acarició. No tuvo tiempo de mucho más. Los tiradores nazis que intentaban localizarla se habían dado cuenta de los movimientos del animal. Sospecharon que en el lugar en el que el gato había desaparecido podía estar escondido el francotirador ruso que había matado a tres de ellos. No podían alcanzarla con sus fusiles, ya que no la veían pero lanzaron un disparo de mortero. Lyudmila no había llegado a ser consciente de su imprudencia al delatar su posición atrayendo al gato. Un par de segundos después de escuchar el silbido que anunciaba el desastre, la metralla de la granada reventó su pecho y su cara. Lyudmila notó un impacto que desgarraba su cuerpo y no pudo evitar un grito de dolor. Después se hizo el silencio. Cuando se recuperó del aturdimiento comprendió que estaba herida y que había quedado ciega. Palpó a su lado y supo que el gato, reventado por la explosión, estaba muerto.

Para entonces, delatada por su grito, el coronel Von Kessler, al mando de la unidad de tiradores nazis, y otros tres soldados, se estaban acercando a ella. Avanzaban con las máximas precauciones, arrastrándose por el suelo, desconociendo que la mujer estaba ahora ciega y que nada podía hacer contra ellos. Al cabo de unos minutos, desde una distancia de unos cuarenta metros, Von Kessler la localizó. Apuntó a la cabeza de Lyudmila y apretó el gatillo de su fusil.

La mujer, ensangrentada en el suelo, sintió que el disparo del alemán atravesaba la niebla de su vida como el sonido silbante de una guadaña. Sabiéndose cercada y consciente de su próxima muerte, Lyudmila, unos segundos antes de que el coronel disparara, había pensado que si pudiera despertar después de morir, desearía con todas sus fuerzas volver a vivir los soleados días de verano de su amada patria soviética.

jueves, 23 de febrero de 2012

Sueños de invierno

Apertura f/5,6
Tiempo de exposición 1/250 s
Velocidad ISO - 200
Distancia focal 105 mm

Anoche –me decía la señorita C.- soñé que la gente, envuelta en la nieve de los inviernos, quería arrebatarme un amor de mi juventud que todavía, en los sueños, sigo guardando bien apretado en mi mano. En ese momento –prosiguió-, las estrellas intentaban colarse por la ventana y afuera, en la calle, estaba temblando el mar.

Entristecida, la señorita C. me confesó que cuando despertó del sueño se sentía cansada de tanto soñar. “Creo –me dijo- que ya he soñado todos los sueños posibles.”

lunes, 20 de febrero de 2012

Carnaval en la calle

Apertura f/5,6
Tiempo de exposición 1/250 s
Velocidad ISO - 200
Distancia focal 105 mm

"En la pared de una fonda de Madrid, hay un cartel que dice: Prohibido el cante.
En la pared del aeropuerto de Río de Janeiro, hay un cartel que dice: Prohibido jugar con los carritos porta-valijas.

O sea: todavía hay gente que canta, todavía hay gente que juega."

Eduardo Galeano

jueves, 16 de febrero de 2012

Claroscuro en Sevilla

Apertura f/14
Tiempo de exposición 1/250 s
Velocidad ISO - 200
Distancia focal 18 mm
Modo de mediación: diseño
Compensación de la exposición -0,7


"He visto desde mi ventana
la fiesta del poniente en los cerros lejanos…

Entonces, dónde estabas?
Entre qué gentes?
Diciendo qué palabras?
Por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste, y te siento lejana?"

Pablo Neruda

domingo, 12 de febrero de 2012

La chica del violín

Apertura f/14
Tiempo de exposición 1/400 s
Velocidad ISO - 200
Distancia focal 98 mm
Modo de mediación: diseño
Compensación de la exposición -0,7

A veces, en la calle, uno se encuentra con un ángel que está interpretando al violín piezas bellísimas. Entonces, otro ángel se acerca y le deja una moneda...

martes, 7 de febrero de 2012

De los tesoros

Apertura f/8
Tiempo de exposición 1/250 s
Velocidad ISO - 200
Distancia focal 105 mm
Medición - Diseño
Compensación de la exposición 0

Guardaban, como si fuera un producto de contrabando, una estrella fugaz en una caja de zapatos, similar a las que se usan para criar gusanos de seda en sus días más tiernos. Aquella estrella había entrado, por error, en la casa un atardecer asfixiante de julio. A veces, cerraban las ventanas, los balcones, cubrían las rendijas con algodón, echaban las cortinas, y al cabo, la oscuridad fingía ser una noche cualquiera. Entonces, la soltaban para que diera vueltas por la casa; y los niños (no había televisión en aquel tiempo) aplaudían como se aplaude en el circo al tigre que devora a un domador odioso; y decían, celebrando su luz: Es más brillante aún que una luciérnaga de esas que sólo se ven en las películas de cine americano. Y volvían a aplaudir felices.

Rafael Pérez Estrada, Vuelos

sábado, 4 de febrero de 2012

Los gatos y la Sargantana

Apertura f/3,3
Tiempo de exposición 1/200 s
Velocidad ISO - 400
Distancia focal 6 mm
Medición - Diseño



TRADUCCIÓN DE SARGANTANA AL CATALÁN
"Més enllà de les finestres, quan miren al cel embadalits, els gats saben que a la nit aquest cel no és negre, com nosaltres ho veiem, sinó blau... Són coses que només els gats coneixen ..."



TEXTO DE ANTIQVA
"Más allá de las ventanas, cuando miran al cielo embobados, los gatos saben que en la noche ese cielo no es negro, como nosotros lo vemos, sino azul... Son cosas que solo los gatos conocen..."


En donde se ha publicado originalmente este Cuento Mínimo.