Imágenes: Antiqva
A Antiqva siempre le ha llamado la atención la manera tan sugerente en que Gradiva, la muchacha de Pompeya, caminaba. Conoció la historia de la ensoñación narrada por Wilhelm Jensen hace ya muchos años, cuando tuvo oportunidad de leer su novela. Entonces no sabía que el propio Freud, tras leer el texto de Jensen y contemplar el relieve en uno de los museos del Vaticano, había quedado igualmente cautivado.
Recientemente, Antiqva, con motivo de “poner los pies” en Pompeya, reparó en los magníficos “pasos de peatones” que los pompeyanos habían colocado en los puntos más estratégicos de sus calzadas para facilitar que los ciudadanos pudieran atravesarlas sin mojarse los pies en los tiempos de lluvia.
Esos “pasos de peatones”, que al quedar sepultados por metros de cenizas y piedra pómez, se han conservado de manera excepcional en esta antigua ciudad cuyos vestigios se sitúan cerca de la actual Nápoles, podrían brindarnos alguna pista acerca de la causa del extraño modo de caminar de Gradiva.
Reparemos, en efecto, que en el relieve la muchacha está, al menos eso es lo que piensa Antiqva, sujetándose el vestido (reparar, amig@s, en los pliegues de su ropa en las inmediaciones de su mano). Si Gradiva se está alzando delicadamente “su falda” quizá sea para no marcharse. Es posible que el escultor la representase en el preciso momento en que estaba cruzando uno de esos “pasos de peatones” de los que antes hablábamos. Gradiva tendría su pie en una postura claramente forzada debido a esa circunstancia.
De ser así, Gradiva, en suma, estaría intentando cruzar por los inmensos bloques de piedra, haciendo algún que otro equilibrio y sujetándose la ropa con sus manos, evitando mancharse con el agua y el barro que pudiera haberse acumulado en la calzada.
Que quede claro, amig@s, que todo esto es una mera suposición.
Veréis, finalmente, amig@s, lo “listos” que eran los pompeyanos: entre las piedras inmensas dejaban espacios libres para que, con cierta comodidad, pudieran circular los carros...
A Antiqva siempre le ha llamado la atención la manera tan sugerente en que Gradiva, la muchacha de Pompeya, caminaba. Conoció la historia de la ensoñación narrada por Wilhelm Jensen hace ya muchos años, cuando tuvo oportunidad de leer su novela. Entonces no sabía que el propio Freud, tras leer el texto de Jensen y contemplar el relieve en uno de los museos del Vaticano, había quedado igualmente cautivado.
Recientemente, Antiqva, con motivo de “poner los pies” en Pompeya, reparó en los magníficos “pasos de peatones” que los pompeyanos habían colocado en los puntos más estratégicos de sus calzadas para facilitar que los ciudadanos pudieran atravesarlas sin mojarse los pies en los tiempos de lluvia.
Esos “pasos de peatones”, que al quedar sepultados por metros de cenizas y piedra pómez, se han conservado de manera excepcional en esta antigua ciudad cuyos vestigios se sitúan cerca de la actual Nápoles, podrían brindarnos alguna pista acerca de la causa del extraño modo de caminar de Gradiva.
Reparemos, en efecto, que en el relieve la muchacha está, al menos eso es lo que piensa Antiqva, sujetándose el vestido (reparar, amig@s, en los pliegues de su ropa en las inmediaciones de su mano). Si Gradiva se está alzando delicadamente “su falda” quizá sea para no marcharse. Es posible que el escultor la representase en el preciso momento en que estaba cruzando uno de esos “pasos de peatones” de los que antes hablábamos. Gradiva tendría su pie en una postura claramente forzada debido a esa circunstancia.
De ser así, Gradiva, en suma, estaría intentando cruzar por los inmensos bloques de piedra, haciendo algún que otro equilibrio y sujetándose la ropa con sus manos, evitando mancharse con el agua y el barro que pudiera haberse acumulado en la calzada.
Que quede claro, amig@s, que todo esto es una mera suposición.
Veréis, finalmente, amig@s, lo “listos” que eran los pompeyanos: entre las piedras inmensas dejaban espacios libres para que, con cierta comodidad, pudieran circular los carros...
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Es una calzada impresionante. Gracias por esas imágenes.
ResponderEliminarBesicos.
Gracias por tu mirada, Antiqva,es increíble piedras para no mojar los pies y al mismo tiempo que la circilación rodada "rodara" eso es una sociedad avanzada, pensar en todo.
ResponderEliminarEs bellísima la figura de esa muchacha, la elegancia, el movimiento de su ropa.
Un abrazo.
Pues yo creo que hay movimiento en esa escultura. Es un instante inmóvil del movimiento constante de su vestido, captado con tal maestría que, si nos quedamos mirando atentamente la foto luego de leer tus lúcidas palabras, seguro captaremos ese tenue rastro de movimiento...
ResponderEliminarYo, al menos, veo claramente lo que has descrito e imagino el caminar ligero y fluido, del cual la escultura no es más que una 'fotografía'; como las fotografías son, hoy en día, esos instantes congelados de alguna acción.
Tal cual ;)
besos!!!
(me encanta ensoñar a partir de tus historias, imaginadas o no ;)
La muchacha pompeyana me parece espléndida y muy dinámica. Es una imagen magistral.
ResponderEliminarCon respecto a la calzada, tal vez no haya habido tanto barro pues tenía un empedrado; podrá haber corrido agua. Me cuesta creer que a los ingenieros pompeyanos se les haya escapado la cuestión de los desagües. Aunque es un detalle que me recuerda a los pasos de piedras que acomodaban en los ríos cordobeses de Argentina, en mi niñez. Los pasaba haciendo equilibrio para que no me mareara el movimieto del agua.
Un abrazo, cordobés.
Vaya, si que es curioso... nunca lo habría imaginado. Está claro que tus ojos miran mejor que los míos, jajaja.
ResponderEliminarUn beso, cielo.
Bonitas fotos.
Natacha.
Yo viendo la imagen, con el vestido sujeto delicadamente en su mano,y leer lo de su caminar, pensé que posiblemente cojeara, sin saber muy bien por qué...
ResponderEliminarAhora tras leer lo que tú nos cuentas,me creo a pie juntillas que bien pudiera ser lo que dices...
Y sí que eran listos,sí. nos queda constancia de ello.
Muy bien imaginado,claro.
Gracias de nuevo,por las imágenes y el texto.
Besos.
Hola antiqva, es algo que a mi me llamo la atencion la primera ves que posteaste la foto, esa forma de agarrar su vestido femeninamente y el modo de caminar que figuradamente nos provoca la imaginacion, francamente es una obra de arte hermosisima,...
ResponderEliminarLas fotos de esa antigua ciudad me llevaron a ella con la imaginacion realmente eran muy listos los pompeyanos en crear calzadas para los carros cosa que no se estilaba en ciudad alguna de esa epoca.
Besitos siempre
Janeth
Hace aproximadamente dos años que leí por primera y última vez el ensayo del gran Sigmund Freud. Me resultó tan cautivante que me animé a escribir una reseña -pretendía ser sólo eso, pero me extendí en más de diez cuartillas-. El ensayo de Freud es una muestra deliciosa sobre la represión pero, más allá de eso, un ejemplo de la forma en que un estudioso examina las producciones artísticas. Freud hizo algo semejante con el análisis de la figura de Moisés, de Miguel Angel. Gradiva, la que avanza. No he tenido la oportunidad de leer el libro de Jensen. Ojalá pueda hacerlo. Saludos
ResponderEliminarLas entradas sobre Pompeya me han encantado. Ha sido siempre una ciudad que me ha causado fascinación, tanto por su historia como por su final. No quiero irme de este mundo sin visitarla.
ResponderEliminarUn abrazo
Tienes una cosica para ti en mi blog, amigo.
ResponderEliminarBesos.
De acuerdo, voy a caminar con tus imágenes.
ResponderEliminarY no quiero dar malos pasos, ja ja...
Abrazos amigo.
yo siento al mirar la foto, que Gradiva intenta con esos pasos recobrar el equilibrio perdido.
ResponderEliminarGradiva está perturbada y busca concentrarse en esas huellas para no perderse.
Siento como Isis, que la imagen tiene movimiento. su pollera, sus pliegues, su postura la hacen viviente.
Te dejo un abrazo inmenso y si tienes ganas, verás las fotos que tan gentilmente me has obsequiado, acompañada por palabras de mis ensoñaciones.
besazo
Que bonita, levantándose las enagüas :)
ResponderEliminarGracias por las fotos, un abrazo!