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miércoles, 22 de julio de 2009

DE CIELOS E INFIERNOS


Imágenes: Antiqva




La inscripción sepulcral de Albaro de Ballid, que puede ser leída por quienes visitan las capillas de la catedral de Burgos, permite que nos acerquemos a las creencias religiosas y funerarias que tenían las personas adineradas en los tiempos del Renacimiento. Tuvimos oportunidad de fotografiarla en estos días pasados cuando recorríamos este templo que luce ahora con un resplandor especial tras los recientes trabajos de restauración que en él se han venido realizando.

El texto funerario llamó nuestra atención debido a que en él se menciona a un tal “Albaro de Ballid”, que en el cartelito que ilustra la tumba se nombra como Álvaro de Valladolid. Nunca antes había reparado Antiqva en que Valladolid, en el siglo XVI, se escribía Ballid.

Nuestro hombre, según indica la inscripción, habría fallecido en 1543 y todo parece sugerir que angustiado por el miedo a que su alma no arribara al Reino de los Cielos, el difunto habría ordenado en su testamento que se constituyeran diversos juros perpetuos que habrían de aplicarse a rezar por él tres misas diarias con sus responsos, así como a sostener el coste de los ornamentos precisos para esos cultos y a facilitar, finalmente, que pudieran contraer matrimonio o entrar en vida conventual las doncellas sin recursos.

En estos momentos nada sabemos acerca de este Albaro de Ballid. Quizás algún día escribamos algún relato en el que fantaseemos acerca de la vida de este personaje tan sugerente que, sin duda, temía que su espíritu quedase atrapado en los infiernos del más allá. Un posible comienzo de ese relato fantástico podría ser el siguiente:

“Las cosas se complicaron cierta noche de invierno en que la blanca Luna estaba en cuarto menguante. Simón de Torrehumos, párroco de la iglesia de San Cipriano, llevaba meses cavilando acerca de la conveniencia de alcanzar cierto reprobable acuerdo con Satanás. Esa noche, al fin, bajo los efectos de una Luna temerosa, el clérigo había terminado accediendo a las diabólicas pretensiones…”

Bueno, si, quizás con esas palabras se podría dar inicio a uno de esos cuentos de Antiqva. No obstante, todo sugiere que no parece que ahora podamos afrontar esa tarea. Lo dejaremos para más adelante. Pasemos, en su lugar, a reproducir lo que vendría a decir la inscripción funeraria que venimos citando:




AQVI REPOSA EL CVERPO DEL NOBLE CIUDADANO ALBARO DE BALLID, EL QVAL MANDO DEZIR
EN ESTE ALTAR TRES MISAS REZADAS CON SVS RESPONSOS CADA DIA PERPETVAMENTE. LA
UNA A TIEMPO DE PRIMA Y LA OTRA EN ACABANDOSE LA PRIMERA Y LA OTRA A LAS DIEZ
HORAS EN BERANO Y EN YNBIERNO A LAS HONZE. DOTOLAS DE TREYNTA CINCO MIL
MARAVEDIES DE IURO PERPETVO.

Y DIERONSE A LA FABRICA POR RAZON
DESTE ALTAR QVE ES SV SEPVLTURA MIL MARAVEDIES DE IVRO PERPETUOS. DEXO PLATA Y
HORNAMENTOS CON QVE SE DIGAN LAS MISAS E CIEN MIL MARAVEDIES PARA COMPRAR RENTA
CON QVE SE SOSTENGAN LOS HORNAMENTOS.

DEXO MAS PARA COMPRAR
CC Y LXVIII MIL MARAVEDIES DE RENTA PERPETVA PARA AYUDA DE CASAR O METER MONJAS
DONZELLAS POBRES.

Y POR PATRÓN DE TODO A ALONSO PESQVERA E DESPVES
DEL A LOS LLAMADOS EN SV TESTAMENTO QUE OTORGO ANTE GREGORIO DE MENA, ESCRIBANO
PVBLICO.

FALLECIO A TREINTA DE MAYO AÑO DE MIL E QVINIENTOS E
QVARENTA E TRES AÑOS. REQVIESCAT IN PACE.



Hasta aquí hemos reproducido, con alguna licencia, la inscripción funeraria de este hombre llamado Álbaro de Ballid, que se conserva en su tumba de la catedral de Burgos. Llegados a este punto, no podemos resistirnos a recordar, por su similitud en los contenidos y en el momento histórico, las palabras con las que Miguel Delibes nos hablaba del testamento de la madre de un iluminado que habría de encontrar la muerte en los quemaderos de la Inquisición. Estamos hablando de su novela “El hereje”. En ella, en relación con las instrucciones de doña Catalina en su testamento, nos habrá de decir don Miguel:

"...don Bernardo y su hermano, el albacea, se sentaron juntos a los pies de la difunta, como era vieja costumbre familiar, para leer sus disposiciones testamentarias. Por primera providencia, doña Catalina deseaba ser enterrada en el atrio del Convento de San Pablo, no en el interior de la iglesia, ya que, a causa de los enterramientos, dentro había unos desagradables efluvios que le quitaban la devoción. Doce mujeres jóvenes y pobres la acompañarían a su última morada, vestidas de azul y blanco y con un cirio encendido en la mano. Don Bernardo abonaría a cada una de ellas un real de vellón por su compañía. El entierro debería efectuarse tras una misa de réquiem en la misma iglesia, a la que seguirían, en fechas sucesivas, un novenario de misas cantadas con diáconos y subdiáconos y otras en cada templo de la villa en la octava de su fallecimiento. Don Bernardo leía estas disposiciones con voz entrecortada, no tanto por su aflicción, como porque conocía la liberalidad de doña Catalina, que temía se manifestara a cada paso. Y su voz temblorosa se quebró del todo cuando, con su característica letra picuda, la difunta ordenaba, sin lugar a otras interpretaciones, que se constituyese un juro en favor del Convento de San Pablo que rentase, cuando menos, dos mil seiscientos cincuenta maravedíes al año..."

Doña Catalina, la madre del hereje, había vivido en la Corredera de San Pablo de Valladolid, en las inmediaciones de donde hoy se alza el Instituto “José Zorrilla”. En ese instituto, tan añorado, estudió Antiqva todos los cursos de Bachillerato.

¡Ay, cuantas tardes habrá pasado Antiqva, fugitivo de las clases, jugando en el atrio del convento de San Pablo…! Entonces, cuando correteábamos entre los vetustos pilares y las cadenas que circundaban el recinto, era frecuente que alguien recordara alguna de las viejas historias y leyendas que se habrían desarrollado en esta plaza… Aquí, a modo de ejemplo, habría llegado a la vida Felipe II, que habría de ser martillo de herejes. En la casa donde nació se aloja ahora el Palacio de la Diputación, en cuyo zaguán unos bellos mosaicos nos hablan de la vida en Valladolid en los tiempos del Siglo de Oro.

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5 comentarios:

  1. Muy interesante tu post. Te lo has currao, compañero. ;)
    Besicos.

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  2. Preciosas imágenes, así como lo que cuentas.

    ¿Estuviste viendo la plaza? ¡¡qué bueno cuánto me alegro!!

    Un beso, amigo.

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  3. Hay Antiqva!, que encanto de entrada, Ah, la bella España! cuanta historia guarda, cada ves me sorprendo mas de las bellos relatos de la España antigua y sus bellas edificaciones, me encanta todo lo que nos cuentas y me quedo con ganas de saber mas
    Besitos muiles
    Janeth

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  4. Qué maravilla de relato amigo!!!

    YA VOLVISTE!!!!!!!!!!!!!!!

    Cómo me has hecho falta... No te imaginas ;)

    Es increíble como el tiempo deja sus huellas... A veces me parece que si no hay nadie y hago silencio, las paredes comienzan a dejar escapar los sonidos guardados; o las escenas de batallas, encuentros, discursos... lo que sea, están sucediendo en algún plano invisible, haciendo llegar el eco de la historia hacia un aquí y ahora que en ese tiempo eran inimaginables...

    Y qué maravilla cuando uno pisa las huellas invisibles del paso del tiempo... El presente es como una puerta hacia lo que fue y lo que aún no se ha escrito...

    UNA MARAVILLA LEERTE!!!

    Y UNA ALEGRÍA INMENSA TU REGRESO, MI BUEN AMIGO...

    besos!!!! de bienvenida ;)

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  5. Qué post!!!
    Una maravilla! Me tuviste atrapada hasta el final.
    Gracias por tu bienvenida!
    Besosss.

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Gracias, siempre, por tus palabras...

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