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jueves, 28 de octubre de 2010

CRISTALINA Y LA HUERTA DE LAS TINAJAS

Imagen: Antiqva





A medida que “volaba” por el pasillo, alejándose de las mujeres, la señora C. se dio cuenta de que la irrealidad más absoluta lo estaba envolviendo todo. Sintió, de súbito, que se sucedían rapidísimos anocheces y amaneceres y fue entonces cuando tomó conciencia de que su mente ya no estaba en su cuerpo sino que se había alojado en el de otra persona desconocida.



Cristalina y la huerta de las Tinajas

Supo así la señora C. que estaba ahora frente a la puerta de una casucha, en medio de una huerta, en algún lugar desconocido. Por la ropa que vestía parecía que el tiempo había retrocedido unos cientos de años. Su cuerpo, mientras tanto, había quedado olvidado, sin alma, en la camilla de aquella máquina infernal.

-Cristalina –le decía alguien-, escóndete entre los árboles que ya se acercan… Vienen a apresarte…

-Ay, Cristalina –gritaba el hombre- ya te decíamos que no debías dejarte ver… Que no debías salir de la casa… Ahora vienen a por ti…

-Es que sabía que más allá de los cristales había otros mundos, con arroyos y árboles, y quería conocerlos –respondió la señora C., en su nuevo cuerpo-.

Quien le alertaba de la presencia de los alguaciles era Simón Alonso, hortelano, uno de los arrendatarios de la huerta de las Tinajas. El hombre, buen vecino, le había hecho saber que don Pablo Ponce, Alcalde Mayor de Córdoba, había ordenado a sus agentes que volvieran a la huerta, entraran en la casucha de Domingo el esquilmero y se trajeran todos los bienes que encontraran en su interior. Debían prestar especial atención a las monedas que pudiera haber en el interior de cierta arca. Debían también apresar a Cristalina.

Unas horas antes ya habían estado allí. Varios asustados hortelanos, entre ellos Simón Alonso, habían visto llegar antes de que amaneciera a Juan Rodríguez, alguacil, que venía acompañado de otro hombre, alto y moreno, y de un escribano de número que dicen que tiene su oficio viniendo por la calle de la Feria, antes de llegar a las Casas del Cabildo.

Los hombres de la ley se habían llevado a Domingo, el esquilmero. Lo habían conducido, atadas sus manos, ante el alcalde, don Pablo Ponce. Se le acusaba de vivir amancebado con la criolla Cristalina Expósito, la mujer que con él vivía en la casucha de la huerta de las Tinajas. Le habían hecho saber que si quería evitar la cárcel tendría que pagar una multa desmesurada.

Domingo, una y otra vez, había insistido en que eso no era cierto. Se había negado a pagar la multa, alegando que era un hombre pobre. Había reconocido, eso si, que había tratado carnalmente con la mujer, durante un año y medio, cuando hace mucho tiempo ella, moza, llegó de las Indias, pero ahora ya no vivían amancebados. Sencillamente, ella le lavaba la ropa a cambio de que él la alimentara.

-Señor alcalde –había gritado Domingo- ¡como vamos a vivir amancebados si Cristalina ya ha cumplido los sesenta años…!

-¡Ya, ya –le respondió don Pablo-, si yo sabía que había algo…!

Viendo como los alguaciles se acercaban por el polvoriento camino y alertada por el vecino, la señora C. emprendió una huida alocada por la huerta… Al poco, sintió el ladrido de varios perros… Los alguaciles seguían sus pasos… Notó que el miedo se apoderaba de su alma… Se sentía tan confusa como atemorizada…

-¿Pero que está sucediendo? –pensó la señora C.- ¿Qué hago yo protagonizando este lío?

Fue entonces, mientras ella corría, cuando una luz bellísima lo iluminó todo. Siguió a la luz un ruido estremecedor. Cristalina dejó de correr. No se escuchaba ladrar a los perros. Tampoco se oían las pisadas de los alguaciles. La mujer, inmóvil, pudo contemplar como un magnífico y vibrante “hibiscus” crecía ante su atónita mirada justo unos pasos delante de ella. Nunca habría de saber la mujer que la causa del prodigio había sido que cierta estrella de cinco puntas de la constelación de Diabelus, algo cansada de prestar sus celestes servicios, a su juicio nunca suficientemente recompensados, había decidido huir del Reino del Más Allá y se había materializado en la tierra en la forma de esa flor prodigiosa.

La señora C., ahora, podía ver como los agentes del alcalde corrían despavoridos, incapaces de comprender lo que había pasado… Ella fue consciente de que debía aprovechar ese momento de confusión y huir… Debía alejarse de la huerta antes de que los alguaciles volvieran.

Sin embargo, volvió a suceder algo prodigioso. Un extrañísimo ruido intermitente que era incapaz de reconocer pero que, sin embargo, le resultaba familiar hizo que la señora C. abandonara su alocada huida e intentara reflexionar. Sentía también en su mente palabras lejanas, presentía que alguien intentaba hablar con ella… Estaba presa en un círculo de confusión… En este momento ya ni siquiera podía pensar… Sintió que su alma le abandonaba…

Perdidas sus fuerzas, exhausta, notó que los brazos de dos mujeres estaban zarandeando su cuerpo con violencia… Las mujeres, con sus manos, movían su hombro y sus caderas… Sentía que el dolor de los bruscos movimientos penetraba en su carne adormecida…

-¡No, no, no me llevéis presa… Ya no estamos amancebados! –chilló la señora C.-

-¿Llevarte presa? –gritó una de las enfermeras-. ¡Eso tendríamos que hacer, señora, eso tendríamos que hacer! ¡Como se le ha ocurrido guardar el teléfono móvil en el bolsillo de su pantalón, y encima conectado! ¡Por culpa de esta llamada, que ha interferido en los soportes magnéticos de la exploración, tendremos que repetir nuevamente la prueba…! ¡Con lo bien que estaba saliendo todo…!

Diversas personas fueron testigos, pocos segundos después, de cómo la señora C., corría por los pasillos. Alguien diría que algún fantasma le perseguía. Su esposo y su hija, que aguardaban en la sala de espera a que terminara la exploración, la vieron pasar y corrieron tras ella pero no fueron capaces de alcanzarla…

-Jamás me llevaréis presa, malditos… Si es preciso, usaré mis poderes de brujería… Nunca permitiré que me llevéis… -parece que dijo momentos antes de que su cuerpo, extraviada su alma entre tantas emociones, cayera derrumbado en el suelo-.

13 comentarios:

  1. Amig@s, con esta segunda parte termina de ser publicado el cuento de "Cristalina y los magnetismos"...

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  2. Genial, delirante, magnético, surrealista, lírico, intenso.
    Cristalina y transparentemente mágico, un sueño y realidad.
    !Salve! besitos, felicitaciones.

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  3. ¿Locura, esquizofrenia o reencarnación?. Me ha encantado el relato. Es lógico que la familia de la señora C se preocupara por su salud antes los episodios de mareos, pero casi estoy segura que no se trata de un problema de neurología. La segunda parte lo deja bien claro.

    Un abrazo

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  4. Muy bueno, es como un cuadro de esos en los que cientos de minúsculas imágenes forman el cuadro total, la imagen grande. Pequeñas realidades forman una falsedad? Verdades que argumentan una extraña realidad? Relatividad?

    Un abrazo y enhorabuena.

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  5. Antiqva:
    es este preciso momento, el "hibiscus" de mi vecina Helena, que asoma por mi pared(el hibiscus, no mi vecina), está entrando por la ventana de este cuarto donde yo te escribo!
    Y las voces...oigo voces!
    Adiós!

    genial cuento, amigo!
    mil besos*

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  6. Un bello relato, pobre señora C. vencida vajo el enbrujo de los magnetismos, realmente me encanto, estas cada ves mejor Antiqva, un lujo leerte, un abrazo fuerte para ti

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  7. La única ventaja de llegar tardeeee leo los dos textos de una vez!....Has logrado un ritmo vertiginoso que atrapa y me lleva a especular con la imaginación que le pasa a la señora C.No siempre lo que imaginamos puede ser real,a veces es algo muy terrenal,una puesta en escena muy tuya.

    Un abrazo.

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  8. CAUTIVANTE...

    No hay otra palabra para describir mejo tu relato amigo...

    O TAL VEZ TODOS LOS SINÓNIMOS DE ESA PALABRA jaja

    Es maravillosa la forma en que tus cuentos abren la puerta que separa el mundo mundo del mundo de mágico ;)


    TIENES LA LLAVE AMIGO.. la tienes ;)

    besos miles!!!

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  9. Caramba qué cuento más delirante.
    Y cómo se desarrolla la historia de inesperadamente,así como el final impensado.
    Me parece que es para quitarse el sombrero por la magia,el misterio y la atracción que has sabido darle.
    Preciosa historia,queridoo Antiqva.
    Besos.

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  10. "Estrella de cinco puntas de la constelación de Diabelus..." lejana constelación esa debe ser... jaja
    Sus estrellas deben estar festejando halloween por ahí... jaja

    Pobre señora C... si no le hubiera sonado el teléfono quizás la atrapaban y no contaba el cuento... jaja
    "Con lo bien que estaba saliendo todo...!" jaja

    Esas flores que llamás Hibiscus, por acá le decimos Rosa China, pero no es ninguna de las fotos que pusiste... ;)

    Un beso grande

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  11. Leí las dos publicaciones y me encantó; sobre todo la narrativa y el inesperado final, casi me alegré cuando sonó el teléfono, digo casi porque no había de que alegrase; Muy bueno...

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  12. preciosa historia, me ha sentado bien, gracias
    un abrazo

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  13. Si, el final es inesperado. Estaba en una camilla del hospital, mientras le hacían una ecografía?

    Me ha sorprendido la lectura, puesto que imaginar la mayor parte de este relato en el siglo XVI y a continuación aparecer la palabra teléfono móvil, desconcertó un poco y a la vez, agradó comprobar tu imaginación... :)(risas)

    Me gustó leerte.

    saludos.

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Gracias, siempre, por tus palabras...