Mientras los inquisidores retorcían sus brazos, la mujer también confesó que en tiempos pasados un amigo suyo clérigo le había enseñado las palabras secretas de la consagración:
“Equis o cos,
corpus christi sangre consagrada
de mi Señor Jesucristo.”
Desde que supo esas palabras, “la Camacha” no habría dudado en pronunciarlas para conseguir atraer, gracias a su inmenso poder, a alguna persona que ella deseara dejar atada a su voluntad. No pronunciaba las santas palabras para invocar a Jesucristo sino para a través de ellas apresar las mentes de las gentes. Estas palabras, pronunciadas adecuadamente, también permitían que la hechicera yaciera con todos aquellos hombres a los que deseara.
Dijo también a los verdugos que a media noche, con otras hechiceras, solían ir a tres iglesias donde hubiese sacramento, y llegadas al altar proclamaban:
“Lucifer y Satanás,
Belcebú y Satanás
y Gaiferos,
aposentador mayor de los infiernos.”
Dichas esas palabras, el diablo convocado no tardaba en acudir y atender las peticiones de las mujeres. Solo una condición ponía y era que jamás habrían de confesar a nadie la existencia de estos pactos. Parece que este conjuro se lo habrían enseñado ciertas hechiceras que en sus dedos del corazón de ambas manos tenían uñas de águila en vez de dedos, signo claro de diabólica posesión.
La sentencia
Tras las confesiones de la hechicera, el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición habría de establecer: “Que salga al Auto de Fe en forma de penitente, con coroza en la cabeza con insignias de hechicera, y abjure de levi, y le den cien azotes en Córdoba y ciento en Montilla, de donde sea desterrada por diez años en cinco leguas a la redonda y que sirva los dos primeros años de esos diez en un hospital de Córdoba, que se le señalare, y que pague ciento cincuenta ducados…”
Fue así como el día 8 de diciembre de 1572, festividad de la Inmaculada Concepción, “la Camacha” desfiló en el Auto de Fe que se celebró en Córdoba. Al día siguiente, cabalgando sobre un asno por las calles de la ciudad, habría de recibir los cien azotes. Otros tantos le darían más adelante en Montilla.
Dicen que Leonor Rodríguez falleció en 1585. Causa cierta extrañeza que los inquisidores, probados sus pactos diabólicos, no la llevaran a la hoguera. Algunos habrían de decir que la mujer tenía tanto poder que habría embrujado a sus propios verdugos, que en lugar de quemarla se conformaron con doscientos azotes. No nos sorprende que la gente llegara a pensar eso ya que algún tiempo antes “la Camacha” había dicho: “Mirad si tengo aparejo; si pensáis que me han de llevar a la Inquisición, también me libraré de ella como libré a mi hijo hace unos años de la cárcel de Granada…”
Todo sugiere que si esta mujer era capaz de salir de esos círculos en los que atrapaba a una legión de diablos, habría también sabido eludir la temible muerte en la hoguera, tan frecuente en los procesos inquisitoriales.
Aquí termina el "cuento" de la Camacha...
ResponderEliminarSe trata de una mujer que vivió realmente... Su huella fue recogida, unos años despues de su muerte, por Miguel de Cervantes.
Un día de estos hablaremos algo de esa presencia de las brujas de Montilla en los textos cervantinos...
Fantástico cuento el que nos has ido narrando, Antiqva.
ResponderEliminarNo cabe duda de que la Camacha debió ser una mujer fuerte y poderosa, algo absolutamente intolerable para los hombres de la época.
Un abrazo fuerte.
Interesante historia y muy bien llevada, como siempre...
ResponderEliminarUn beso
Estimado Antiqva,
ResponderEliminarVuelvo después de mi retiro temporal y me encuentro con un blog totalmente cambiado, lleno de entrañables relatos y... ¿Dónde están los gatos? ¿Qué fue de ellos?
He vuelto con un nuevo blog que se llama desdeleinocencia.blogspot.com
Espero poder seguirte ahora a menudo y que todo vaya muy bien.
Saludos
Ah, qué bueno! Algunos rumores corren, no de la pobre Leonor, de brujas que cambiaron ciertos favores carnales con el clero y se evitaron la pira. Solían ser bellas mozas además de partícipes en aquelarres, magas, hechiceras, sabias mujeres, curanderas o parteras.
ResponderEliminarAbrazo embrujado.
era fuerte la Camacha!gran mujer!
ResponderEliminary espero,con paciencia, que nos hables de esos textos cervantinos...
un abrazo*
Me alegran los poderes, fueran cuales fueran, de la "Camacha". Meigas e bruixas, brujas, sanadoras, curanderas, haberlas haylas y las hubo condenadas a los fuegos, en Autos de Fe, con menos suerte, o peores ingenios. En Ordalías o Juicios de Dios sometían a los inculpados al caldero de la "verdad".
ResponderEliminarNADA HA HABIDO NI HABRÁ PEOR QUE AQUELLOS QUE SE HAN CREIDO Y SE CREEN LOS DUEÑOS DE LA VERDAD (?).
Cervantes, relator inmenso de sus tiempos y agudo conocedor de la naturaleza humana, nos brinda constantes muestras de los que fuímos y somos.
Gracias de nuevo ANTIQVA por estos textos, documentos, memorias, sucesos que nos relatas con extrema elegancia. Hasta pronto.
Besitos.
Al pronunciar el conjuro enamoró a los Inquisidores, que - dicen las habladurías - la visitaban en el destierro. :)
ResponderEliminarSi me das permiso, me quedo leyendo.
Hola amigo.
ResponderEliminarHe leído todo en su conjunto,extraordinario cuento,con todos los elementos necesarios,un viaje a través del tiempo la leyenda y la realidad,Felicitaciones....
Siempre nos alegramos de la salvación......
ResponderEliminarLinda gente !
La santa verdad !
Descendiente de marranos. Torres J.M
La Camacha era sin duda bravía.
ResponderEliminarY más que hechizar a esos santos inquisidores,lo que probablemente ocurriera,era que los mantenía perplejos,desacostumbrados ellos a permanecer ante una mujer con tanta gallardía.
Cervantes plasmó su historia y tú has ido bordándola con tu particular mirada.
Un gustazo.
Besos.
Mira que curioso final! Excelente tu relato, pleno de esos detalles que hacen al oscuro ambiente medieval, y que nos han permitido visualizar la Camacha, con mucha intensidad.
ResponderEliminarVale, que te tomamos la palabra para saber de esas brujas de Montilla, que prometen mucho!
Amigo, Muchas Gracias! Y los mejores deseos para tu fin de semana!
¡Hola Antiqva! Fenomenal entrada. Vengo del blog de María. Como he prometido he venido a visitarte. Que mejor que seguir tu sitio para leerte más seguido. Así será, un placer.
ResponderEliminar¡Hasta la próxima!
Me cae bien “La Camacha”, una mujer adelantada a su tiempo y con la ignorancia en su contra.
ResponderEliminarLo mejor del relato, es que está narrado como lo haría un cronista de la época, desde los ojos de un observador, pero con el espíritu abierto a todo.
Un beso Antiqva
Me ha encantado éste relato sobremanera, me gusta mucho los entretelones de la historia antigua, pero me has llevado de las naricies a querer develar el misterio de la "Camacha" y me digo que tal vez , para salvarse de la muerte, haya tenido entre sus cópulas a algunos de sus inquisidores; en fin son especulaciones. Un gran abrazo
ResponderEliminarMe ha fascinado el relato amigo... y esas imágenes con que lo acompañas han sido todo un deleite..
ResponderEliminarYo creo que las mujeres sabemos mucho de esas artes que nos pueden librar de cualquier pena ;)
Pero amigo... Como nos lo ha enseñado 'la Camacha', el principal hechizo es ser sin parecer.. es hacer sin que se note... es hacer que las cosas sucedan sin que se ve la mano que mueve los hilos ;)
Me encantan tus historias Antiqva!!!
besos miles querido amigo..
Celebro que no la quemaran, al menos ella se salvó de la muerte, aunque esos 200 latigazos...
ResponderEliminarUn cuento maravillosamente narrado con una inmejorable ambientación.
Un abrazo
Son curiosos estos cuentos, aunque no creo demasiado en brujas ni demonios, pero sí en personas con una fuerte personalidad, como debió ser la de la Camacha.
ResponderEliminarBesos.
La Camacha en la tradición de la Diosa, tenía que despertar la maquinaria misógina de la Inquisición.
ResponderEliminarEspléndida narración.