Imagen: Antiqva
El 8 de diciembre de 1572 quedó registrada en los anales inquisitoriales la declaración que prestó Leonor Rodriguez, cristiana vieja, de cuarenta años, acerca de sus artes de brujería. Antes, el cuerpo de la mujer había sido torturado: “Diósele tormento –dice el acta- en que, puestos los brazos atrás, atados los pulgares con once vueltas de cordel y asidos de la maroma, aparecieron vueltos adelante; y dijo el médico que no tenía lesión alguna…” Veintidos vecinos de Montilla habrían de ratificar los crímenes de “la Camacha”. Insistieron en que la mujer, cuando alguien demandaba sus servicios de hechicera, solía decir que ella sabía poco de esas cosas, pero a cambio de algunos dineros pronto accedía a buscar algún conjuro apropiado o decía que pediría la ayuda de otra bruja que tuviera más conocimiento que ella, con lo que los honorarios se duplicaban. Dijeron también los testigos que en 1567 la mujer había estado ausente del pueblo durante cuatro meses. Muchos argumentaron que durante ese tiempo habría estado en Granada, en casa de un moro “sin confesar” que a cambio de fornicar con ella le habría enseñado sus diabólicos conocimientos.
Atormentada por las torturas de los siervos del Altísimo, Leonor Rodríguez terminaría confesando, entre otras lindezas, que era conocedora del modo en que se debe hacer un círculo en la santa tierra con un cuchillo de cachas prietas para tras las invocaciones pertinentes conseguir que una legión de demonios acudiese al dicho círculo. Cuando eso sucedía, la mujer sabía que tendría que ofrecer un miembro de su cuerpo a los diablos para que estos le concedieran todo aquello que ella les demandare. A veces, ella les habría pedido que le trajesen a algún hombre que deseaba, guiada por el ánimo de copular con él. Con esa intención, también confesó, habría dado de comer a los dichos hombres tortas de trigo que ella, antes, había restregado contra sus propias vergüenzas. Atraídos al círculo y alimentados con ese pan, los hombres nunca ponían reparos a yacer con ella.
Reconoció también que había enseñado a otras hechiceras a hacer esos círculos infernales, ya que pensaba que toda bruja buena debería enseñar a sus amigas, tal y como a ella le habían enseñado diversas moras y cristianas de Granada. Dijo, al fin, que conocía las señales que esas mujeres tenían marcadas en sus cuerpos como símbolo de haber entregado alguna vez uno de sus miembros al demonio...
El 8 de diciembre de 1572 quedó registrada en los anales inquisitoriales la declaración que prestó Leonor Rodriguez, cristiana vieja, de cuarenta años, acerca de sus artes de brujería. Antes, el cuerpo de la mujer había sido torturado: “Diósele tormento –dice el acta- en que, puestos los brazos atrás, atados los pulgares con once vueltas de cordel y asidos de la maroma, aparecieron vueltos adelante; y dijo el médico que no tenía lesión alguna…” Veintidos vecinos de Montilla habrían de ratificar los crímenes de “la Camacha”. Insistieron en que la mujer, cuando alguien demandaba sus servicios de hechicera, solía decir que ella sabía poco de esas cosas, pero a cambio de algunos dineros pronto accedía a buscar algún conjuro apropiado o decía que pediría la ayuda de otra bruja que tuviera más conocimiento que ella, con lo que los honorarios se duplicaban. Dijeron también los testigos que en 1567 la mujer había estado ausente del pueblo durante cuatro meses. Muchos argumentaron que durante ese tiempo habría estado en Granada, en casa de un moro “sin confesar” que a cambio de fornicar con ella le habría enseñado sus diabólicos conocimientos.
Atormentada por las torturas de los siervos del Altísimo, Leonor Rodríguez terminaría confesando, entre otras lindezas, que era conocedora del modo en que se debe hacer un círculo en la santa tierra con un cuchillo de cachas prietas para tras las invocaciones pertinentes conseguir que una legión de demonios acudiese al dicho círculo. Cuando eso sucedía, la mujer sabía que tendría que ofrecer un miembro de su cuerpo a los diablos para que estos le concedieran todo aquello que ella les demandare. A veces, ella les habría pedido que le trajesen a algún hombre que deseaba, guiada por el ánimo de copular con él. Con esa intención, también confesó, habría dado de comer a los dichos hombres tortas de trigo que ella, antes, había restregado contra sus propias vergüenzas. Atraídos al círculo y alimentados con ese pan, los hombres nunca ponían reparos a yacer con ella.
Reconoció también que había enseñado a otras hechiceras a hacer esos círculos infernales, ya que pensaba que toda bruja buena debería enseñar a sus amigas, tal y como a ella le habían enseñado diversas moras y cristianas de Granada. Dijo, al fin, que conocía las señales que esas mujeres tenían marcadas en sus cuerpos como símbolo de haber entregado alguna vez uno de sus miembros al demonio...
... Continuará...
ResponderEliminarBajo tortura, lo asombroso es que no hubiera confesado todos los crímenes de la humanidad.
ResponderEliminarHurgando en los viejos textos (incluso el "encantador" Malleus Maleficarum)y en tu màgnífico artículo, siempre me pregunto sobre la salud mental de los inquisidores y sus esbirros.
Oscuros años, oscuras pasiones y el Miedo como soberano. Te sigo atentamente mi Querido Amigo!
Besos, Abrazos y encantador finde!
Pobre mujer realmente tiempos aciagos los que se vivieron en esa epoca, lei mucho acerca de los tormentos que se les imponia a las mujeres que caian presas de la inquisicion, el inquisidor les ponia en frente un pliego de todos sus crimenes y la adolorida mujer fuera de si, afirmaba hasta lo inafirmable asi era en esos tiempos....
ResponderEliminarLa foto de ese cielo parece pintado amigo, una ves mas felicidades por tu arte y la maravilla que nos muestras....,
Se está poniendo interesante....
ResponderEliminarSuscribo totalmente las palabras de Susana.
ResponderEliminarBajo torturas se puede acabar confesando que se es el mismísimo demonio.
Me produce horror y tristeza la oscuridad de esos tiempos y el ensañamiento de ciertos sectores con las mujeres.
Un abrazo, amigo Antiqva.
Ufff! Cuanto sufrimiento impartido en pro de las buenas costumbres. La injusticia al poder!!!.
ResponderEliminarRealmente interesante.
Una sonrisa
Siervos del altísimo??? Bonito eufemismo! Recuerdo que hice hace siglos una comunicación sobre las parteras: el arte y la brujería. Sobre las representaciones de las Natividades en el Barroco y las torturas a estas mujer posteriormente.
ResponderEliminarMuy bueno, compañero.
Bravo, amigo.
Beso.
He leído los dos relatos y se me ha puesto el vello de punta. Pobre Camacha, porque imagino que como en tantos otros casos, fue una víctima inocente de la inquisición.
ResponderEliminarQue bien lo narras Antiqva, eres uno de los mejores escritores de la blogosfera y supera con mucho a los de los impresos.
Besos
suscribo a las palabras de Susana...
ResponderEliminary agrego:a las órdenes de quién actuaba la inquisición?y me respondo:de la enfermedad más absoluta.
un abrazo*
Pero qué fotaza, estás que te sales ehhh, me encanta!!
ResponderEliminarUuauu!! espeluznante: te contaré que aquí en Perú se descubrió en donde sentenciaban los tribunales de la inquisición, una cruz que tenía un mecaniso desde el cual podía mover sus brazos desde una habitación contigua: Se cree que era para dictaminar por orden "divina" la inocencia o culpabilidad de la víctima. ¡Qué tiempos de horrror aquellos!!
ResponderEliminarMenudo ejemplar la tal Leonor, pero lo que más me ha impresionado es "cristiana vieja, de cuarenta años", ¡horror!, bueno, eran otros tiempos.
ResponderEliminarBesos.
Se me olvidaba, precioso cielo.
ResponderEliminarUn beso.
Antiqva, me vine a curiosear a tu blog buscando una imagen para ilustrar nuestro relato compartido. No pensaba robártela sin avisarte, jeje
ResponderEliminarDe pronto me detuve en esta. Creo que viene estupendamente al próximo fragmento. Te la pido prestada, me la llevo, la coloco con la confianza de un amigo, pero si quieres que la quite me lo dices, con la misma confianza, ¿vale?
He visto la foto de la entrada anterior a esta y ¿sabes? hace unos años pinté este rincón en un libro, síii. Hice un libro envejecido y le pinté esta misma imagen (más o menos, claro). La saqué de un libro sobre Córdoba.
Teneviaré la foto del libro al correo. Hoy lo tienen mis cuñados en su casa. A mí me encanta.
Un abrazo
Conchi