De repente llegó una ráfaga de brisa más fuerte, las sábanas restañaron al viento, la mujer se levantó y empezó a tender unas diminutas camisetas de colores y un par de pantalones cortos. Sigue cantando, susurró él, por favor. En aquel momento las campanas de la iglesia cercana se pusieron a tocar sin pausa el mediodía y, como si hubiera sido evocado por ese sonido, de la pequeña garita donde estaban sin duda las escaleras que conducían a la terraza se asomó un niño y corrió a su encuentro. Tendría cuatro o cinco años, llevaba el pelo rizado, dos sandalias con dos ojos de luneta en las puntas y los pantalones cortos sujetos por los tirantes. La muchacha dejó la cesta en el suelo, se acuclilló, gritando: ¡Samuele!, y abrió los brazos y el niño se arrojó a ellos, la muchacha se levantó y empezó a dar vueltas sobre si misma abrazada al niño, giraban ambos como un carrusel, las piernas del niño estaban extendidas en horizontal, y ella cantaba: “Yo me enamoré del aire, del aire de una mujer, como la mujer era aire, con el aire me quedé.”
Él se dejó resbalar hasta el suelo con la espalda apoyada contra el muro y miró hacia lo alto. El azul del cielo era un color que pintaba un espacio abierto de par en par. Abrió la boca, para respirar aquel azul, para engullirlo, y después lo abrazó, estrechándolo contra su pecho. Decía: “Aire que lleva el aire, aire que el aire la lleva, como tiene tanto rumbo no he podido hablar con ella, como lleva polisón el aire la bambolea.”
Antonio Tabucchi, Yo me enamoré del aire
¡Aaaaayyyy!, que me derrito con tanta belleza y ternura.
ResponderEliminarPrecioso, gracias por regalárnoslo.
Besos y feliz día Antiqva.
Podríamos decir que es un momento “perfecto”. Tabucchi capturó –como el fotógrafo y su ojo entrenado- un instante inmaculado. Nada falta o sobra en este retrato en el que el cielo y la tierra, la muchacha y Samuele, se unen en perfecta sintonía, y el aire bendice el amor.
ResponderEliminarMuy Bello mi Querido Amigo! Aquí, de vuelta y disfrutando tu propuesta.
Muchos besos para Vos.
y ¡cómo giro abrazada por el aire, con esas manos chiquitas aferradas a mi talle!
ResponderEliminarAaaaayyy, esta mañana me voy a enamorar...yo sé lo que le digo.
http://enfugayremolino.blogspot.com/
Esa pureza que sólo podemos encontrar en el aire, en su aire y en el cielo caminando a su lado.
ResponderEliminarRespirarlo será uno de los placeres angelicales de esta vida.
Abrazos.
Precioso! Me ha recordado cuando mis hijos eran pequeños y venían a mis brazos corriendo para que los haga girar y girar...
ResponderEliminarUn beso y gracias por compartir!
¿Seré tonta?, estaba buscando a la mujer por esas preciosas nubes.
ResponderEliminarPrecioso, tierno y entrañable el relato que has elegido.
Un beso, Antiqva.
El aire no te lo puedes quedar, pero respirarlo y meterlo dentro de ti si.
ResponderEliminarBesotes Antiqva.
Parece una cancion...
ResponderEliminartiene ritmo !!
amigo, no vas a creerme: acabo de comprarme Tristano muere, de Antonio Tabucchi.
ResponderEliminarun abrazo de cielo azul*
Un texto precioso. El amor está en cuaquier parte. Besos, querido amigo.
ResponderEliminarSigue cantando, por favor, mientras engullo ese cielo azul.
ResponderEliminarPrecioso texto... recuerdo cuando mis hijos eran pequeños y corrían así hacia mí... y girábamos sin parar hasta caer al pasto de mareados... :)
ResponderEliminarPrecioso precioso y tierno... y la foto es, bueno, preciosa :)
ResponderEliminarMuy bella la fotografía,el texto una ráfaga de aire fresco nunca mejor dicho.
ResponderEliminarAbrazos amigo.