Le sucede a uno, cuando decide escribir un cuento, que sabe como va a ser el inicio de la historia, pero sin embargo no tiene –usualmente- ni la más mínima idea de cómo terminara. De algún modo, cuando uno escribe algo inventado –cosa distinta ocurre con las cosas realmente vividas- uno no tiene demasiado claro quien es realmente el autor del cuento. “Si se sabe -dirá el lector de estas líneas-, el autor eres tú”, pero la verdad es que uno no tiene ninguna certeza acerca de donde procede esa, digamos, fuerza que permite que, finalmente, el cuento o la historia tenga un desarrollo y un final más o menos elaborado y coherente.
¿De donde proceden los cuentos?, esa es la pregunta que uno se hace. ¿Qué mecanismos ignotos se ponen en marcha cuando uno decide escribir una historia inventada?, ¿de donde procede la fuerza creadora?
Comento estas cosas a propósito de un cuento que con el título “PRESENCIAS” tengo intención de lanzar a la red en estos días próximos. De alguna forma, sentía la necesidad de escribir una historia que hablase del extravío de un sobre que, conteniendo un libro de poemas, había alguien enviado a otra persona por correo. Sabía como tenía que dar inicio al cuento pero desconocía como habría de desarrollarlo y terminarlo. A pesar de todo ello, sin embargo, la historia –pronto- fue cobrando vida “casi automáticamente”, de modo que al final uno quedó realmente sorprendido. ¿Cómo podía haber sospechado uno, siquiera, ese final tan “extraño” que tiene el cuento?.
Con estas líneas no pretendo justificar nada, sino –simplemente- dejar constancia de mi perplejidad ante estas situaciones que uno siente que realmente no es él mismo quien controla. Claro que, quizás, esto sea algo común a todas aquellas personas que deciden escribir “historias inventadas”. De hecho, Antonio Muñoz Molina –uno de mis novelistas de referencia- en su introducción a su obra “Córdoba de los omeyas” dejó escrito que:
“La escritura de un libro siempre es el fruto y el testimonio de una posesión. Se escribe, cuando se escribe de verdad, para librarse de una materia al mismo tiempo explícita y oscura que empezó a poseernos mucho antes de que reparásemos en ella, pero el mismo acto de escribir –del que esperamos, si no la libertad, sí al menos el alivio del punto final- agrava intensamente la posesión al ahondar en sus motivos y nos sumerge en un estado tóxico, de hipnosis y vigilia perpetua, de un gozo gradualmente ensimismado cuyos límites se aproximan a un sentimiento de dolor. Se empieza a escribir un libro como se emprende irreflexivamente un viaje o como se viven las primeras horas de un amor. No sabemos lo que ocurrirá en la página siguiente, ni cómo serán las ciudades que visitaremos, ni a dónde nos llevará este preludio tibio de ternura en el que nos aventuramos igual que en los recodos desconocidos de una calle nocturna. Lo único que sabe o sospecha el autor, el viajero, el amante, es que está siendo impulsado hacia un territorio donde no van a servirle sus normas usuales, y que valdrá la pena su temeridad en la medida en que descubra cosas que no pudo imaginar, no sólo paisajes o ciudades exteriores, sino galerías íntimas de su propia conciencia, islas vírgenes de su imaginación y de su mirada, incluso de su piel.”
“Amén”, digo yo.
Ah –amigos-, al fin sabemos de donde procede la inspiración que permite crear los cuentos: de nuestra propia imaginación. Claro que, ahora, uno se pregunta: ¿y de donde procede esa imaginación que permite que seamos capaces de crear “cosas” que ni siquiera habíamos sospechado?
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Querido Amigo, ciertamente "la inspiración" es un misterio,casi como un acto de magia; cuanta sabiduría hay en las palabras de Antonio Muñoz,(ese texto justo lo copié a mi cuaderno) que manera más hermosa de narrar el proceso creativo... en fin, que ya quiero leer ese cuento,que como ansias pues! :)
ResponderEliminarUn abrazo Antiqva!
pues ya estoy impaciente por leer tu cuento, antiqva.
ResponderEliminarun abrazo.
No tenía el placer de conocer este texto de Antonio Muñoz Molina y me ha hipnotizado. Cuanta verdad encierra. Precioso. Gracias por descubrírmelo.
ResponderEliminarBesos de cuento.
Pienso que uno cuando escribe, es como cuando te tumbas, estás relajado y dejas que tu imaginación vuele, con tus momentos vividos y los que te hubiera gustado vivir, sobre todo, teniendo una gran motivación, que te encuentres en un momento distinto al habitual, ya sea por exceso de alegría, como pueda ser sentir amor, o por exceso de tristeza ya sea por desamor, eso estados de ánimo hacen que te veas más por dentro y que tengas la necesidad de sacarlo fuera, ¿y porqué no escribiendo?, es lo que pienso yo, y de hecho es cuando lo hago...
ResponderEliminarMe encantó eso que escribiste en antes del amén, totalmente de acuerdo
Un beso y disfrutad del veranito.
Pues yo diría que precisamente esa es la magia de la escritura y hasta de los propios cuentos: Que incluso su autor se sorprenda con el resultado.
ResponderEliminarNo me digas que no es genial...
Un abrazo.
Pienso que la escritura es un estado de Gracia con oficio.
ResponderEliminarEscribir requiere mucho oficio,mucha constancia, mucha necesidad de decir,
porque para el escritor es una necesidad de supervivencia, de regeneración personal.
Hay momentos mágicos en el acto escritural,sí lo creo.
Inuits
Adoro cómo crea Antonio Muñoz el proceso creativo de la mente de una persona que se envuelve de imaginación sospechada, sabida e intangible y la esparce de manera altruista para recrear historias que nacen sin saber el rumbo que tomarán, y mucho menos su final, que normalmente es insospechado.
ResponderEliminarYo siempre digo que los duendes juegan en nuestra mente despertando al hada de la imaginación; que se une al juego, y nos llena de paisajes y gentes que ellos mismos inventan...
Ganas tengo de leer ese cuento de extraño final...
Besos.
Hay muchos “Cuentistas” privilegiados que son capaces de otorgar a los relatos y a sus personajes vida e entidad propia, y si esto es así, entonces los que manejan el lápiz y el papel poco podrán hacer para volver a tomar el timón de la historia, porque será esta la que mande del escritor.
ResponderEliminarEstoy convencida de que dejaste de mandar en tu cuento cuando este adquirio vida propia y termina de la única manera posible de hacerlo
besos
También yo espero con ansias que nos desveles la trama de este cuento
ResponderEliminarUn abrazo, amigo
Los cuentos que se escriben desconociendo el final pertenecen a ellos mismos. Yo creo que tienen vida propia y que se escriben ellos solos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Amèn digo yo tambièn.
ResponderEliminarCuànto hay en las venas para sacar y para eso està usted, para escribir, que yo te seguirè leyendo.
Abrazos
G