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domingo, 13 de julio de 2008

PAPELITOS





En aquel Instituto de Enseñanza Media, un vetusto edificio de ladrillo, que nuestro profesor de Ciencias Naturales había definido alguna vez como un “adefesio”, que se alza en la bellísima plaza de San Pablo, habría de pasar Antiqva, en aquellos tiempos en que soportaba con paciencia franciscana unas tan monótonas como insufribles clases de latín, un total de ocho años de su vida -¡casi nada!, dirán algunos- mientras varios de los hombres más sabios de la ciudad se esforzaban por transformarlo en un hombrecito que fuera capaz de asimilar algunos de los rudimentos de las Ciencias y las Letras.

En aquellos tiempos, en el Instituto solamente estudiábamos algunos privilegiados de las familias modestas. Intentaré explicarme. Los niños y jóvenes de las familias “con recursos” seguían sus enseñanzas en los colegios privados religiosos, en tanto que los que pertenecían a familias con “recursos escasos” simplemente no estudiaban, sino que eran enrolados directamente en el mundo laboral. Sin embargo, entre esas familias modestas algunos padres se empeñaban en que sus hijos “estudiaran”, y ese fue el caso de uno, que accedió al Instituto, cuyas enseñanzas eran gratuitas, debido a esa preocupación especial de sus padres.

Como solamente había una institución de enseñanza pública en la ciudad, a pesar de que entonces Valladolid debía contar con unos 200.000 habitantes, el Instituto tenía un régimen de ocupación estudiantil intensivo. Por las mañanas, acudíamos a clase los niños, y por las tardes, lo hacían las niñas. Entonces era impensable que niños y niñas pudieran estudiar “revueltos”. La enseñanza mixta era algo que las leyes no permitían.

En aquellos tiempos en que, obviamente, no existía Internet ni los teléfonos móviles, los jovencitos éramos conscientes de que en nuestros pupitres, por las tardes, se sentaban aquellas jovencitas con las que soñábamos, de modo que pasábamos momentos encantadores y plenos de sorpresas intercambiando mensajes con la esperanza de que a la mañana siguiente esas “notas de náufragos” hubieran merecido alguna respuesta.

Antiqva, por ejemplo, podía escribir unas palabras en un papelito y dejarlo en un lugar discreto del cajón del pupitre:

-“Hola, sabes que además de compartir este pupitre contigo, te amo…”

Y a la mañana siguiente, Antiqva podía encontrar, disimulado en el cajón, otro papelito similar:

-“Ay, yo también te quiero, amor de mi vida. ¿No me escribirías una poesía?...”

Entonces, las jovencitas eran realmente encantadoras. Y uno, claro, como loco, buscaba algunos versos bonitos en nuestra “Antología de la literatura española” (IV curso de Bachillerato, más o menos 15 años) y los dejaba, con la respiración entrecortada, en el cajoncito.

Y a la mañana siguiente:

-“Ay, amor mío, que versos más bonitos me has escrito… Me han encantado. Pero, por cierto, ten cuidado –cariño- que un tal Espronceda te los está copiando…”

Y así pasaban los días, sin que jamás llegáramos a conocer “realmente” a aquella adorable chiquilla que todo sugiere que se reía de uno, sin miramientos.

Ah, que encantadoras aquellas muchachitas que nunca llegaron a existir.


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12 comentarios:

  1. Que bonito lo que escribiste, me hiciste sonreir, me encantas esas bobadas de las niñas y niños y notitas jajajja no lo puedo evitar jajaja, pero prometo que yo no era una de ellas...

    Me sorprendio eso de que estudiaras en pucela no lo sabía, y me encantó la foto, es una de las plazas que mas me gustan de la ciudad con sus ladrillos y todo jajaja

    Me gustó mucho leerte, como siempre, besos

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  2. Pues reconozco que yo si era una de ellas, pero les dejaba mensajes más esperanzadores, ya el esfuerzo de buscar la copia era bastante intenso, qué menos que agradecerle el favor.
    Cuando las clases empezaron a ser mixtas, y a veces cambiábamos de aulas de acuerdo con la asignatura (a veces ocurría en el laboratorio de química, o los mapas de geografía) de recuerdo que con los mensajitos te podían llegar sorpresas como:
    No soy Isidro, soy Sonia, que sepas que nos han cambiado los asientos, que me gusta y que no le pienso dar el papelito y que más te vale que te olvides de él.
    A lo que cuando semanas después me encontraba por casualidad con el Isidro, me miraba dolido por la no respuestas de sus mensajes, mientras ofendido le daba una bola de chicle de melón a la tal Sonia, que en cuanto se dio la vuelta, me enseñó la lengua con descaro.
    Ay! que tiempos más duros!
    jajaja

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  3. Describiste mi mundo salvo que esas notitas yo las dejaba como deporte más que como traslación de sentimientos. Una de mis frustraciones era comprobar como las niñas, que se desarrollan mental y físicamente mucho antes que los varones, ya no querían jugar con nuestra pandilla y hacían escarceos con jovenzuelos mayores. Era frustrante, las sentíamos como nuestras.

    Un abrazo, amigo.

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  4. Te hacía de vacaciones. Tú al menos compartías pupitre, en mi colegio las niñas no entraban ni de casualidad, así que teníamos que encontrarlas fuera. Cuando cambiaron las leyes, aquello fue la revolución.

    Un abrazo.

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  5. Hubo un tiempo en que yo también intercambiaba notas con algún chico del nocturno. Al principo era alguna frase escrita en la mesa (¡Gamberros!). Como se fueron alargando, terminamos escribiendonos cartas de varias hojas y dejándolas en la cajonera.

    Al final me quedé con ganas de conocerle y todo.

    Las fotos son buenísimas. Los recuerdos, mejor aún.

    Espero que lo esteis pasando de lujo.

    Mil abrazos.

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  6. Pues yo al edificio no lo veo tan adefesio. Y me parece esta forma de ligar mucho más sana que lo de chatear, pero el caso es que es igual, no conoces a la otra persona. Los tiempo cambian, pero deberían cambiar más. Creo que lo dijo Dylan.

    Besos.

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  7. Encantadaro tu post.. que bello!
    Lindos recuerdos que tienes :)

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  8. Hola, si me creo lo de privilegiado, hay que ver como te explicas, es un placer leerte. :-)
    Claro, que estudiando en Valladolid..., ya se sabe.

    Un abrazo

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  9. Ah Amigo, "don juan" desde chiquillo ;)...{ya que es broma}

    Que lindas vacaciones llenas de recuerdos.

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  10. Pero qué inteligentes eran las muchachitas que ocupaban tus intereses literarios.
    Inus

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  11. Y què tal si hubieran existido los blog eh? jajaja...

    Era tan emocionante recibir papelitos! uff..jijiji


    Abrazos

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  12. ¡Qué preciosa historia! cuando no existían tantas distracciones, nuestra imaginación se desarrollaba tanto que se nos ocurrían cosas como la que describes. ¡Maravilloso! Un abrazo

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Gracias, siempre, por tus palabras...