LA MALDICIÓN DE RA (II)

Nut, ayudada por diversas divinidades, es la Bóveda Celeste que nos cubre. Geb (la Tierra) es el hombre tendido de espaldas sobre el suelo.

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Todos los días Ra recorría la Bóveda Celeste (el reino de Nut) viajando en un inmenso navío (el Sol) con el que transmitía la luz y la vida al cosmos. Del mismo modo, diariamente, al atardecer, todos los hombres sabían, que el barco solar era engullido por Nut, de modo que desaparecía de los cielos y daba inicio a un viaje por lo que los egipcios llamaban el Inframundo, el Reino de la Noche, poblado por los enemigos de Dios, a los que este tenía que vencer, una y otra vez, cada una de las noches, para al amanecer siguiente volver a surgir con fuerza en el horizonte. Es sabido que el Sol surge cada mañana enrojecido, debido a la sangre derramada esa noche en su combate con las fuerzas de la oscuridad. También se sabe que en el Inframundo era donde los espíritus de los muertos aguardaban la llegada de la Barca Solar para subir a ella y dirigirse a la mañana siguiente, tras el amanecer, al Reino Celeste.

Dado que por las noches Ra (el Sol) estaba ocupado en atravesar el Inframundo, pronto tomó conciencia de que sería beneficioso para la humanidad crear un nuevo astro, que habría de ser la Luna, que diera luz al cosmos en esos momentos en que él se había alejado del mundo visible. Fue así como Dios se dirigió a Thot y le dijo:

-Salve, oh Thot, he decidido ponerte ahora en el Cielo, en mi lugar, mientras yo llevo por la noche la luz a los espíritus de los muertos glorificados que me esperan en el mundo subterráneo. Quiero, oh Thot, que tú seas el símbolo de Ra durante las doce horas de la noche. Es mi deseo que rodees el cielo con tu belleza y con tus rayos de luz.

Fue así como Ra quiso que llegara a la vida la Luna, el Sol de la noche, que con su luz disipó a las fuerzas de las tinieblas. Gracias a Thot y a la Luna, su símbolo visible, la amenaza de los seguidores del mal se disipaba.

Debió ser entonces cuando sucedió algo que nunca hemos llegado a conocer pero que hizo que Nut se enfrentara al gran dios, obligando a este a lanzar, poseído por el enfado, una terrible maldición contra ella:

-Oh Nut, sostén de los cielos, yo te maldigo… Ordeno que como merecido castigo por tu actuación, que ha producido en mí una inmensa cólera, no haya desde hoy ningún día de ningún año en que pueda nacerte un hijo. Que sea mi maldición causa de tu esterilidad. Ese es mi deseo. Que sea cumplido.

Dicen algunos que Nut, a fin de cuentas Señora del Cielo, había tenido celos de que Ra hubiera decidido crear la Luna, para dar luz en la noche, y se la hubiera brindado a Thot en lugar de a ella, y que ante alguna indiscreción de Nut había Ra decidido actuar de manera contundente. El Gran Dios no admitía que nadie, en el Reino Celeste, se le opusiera, ni siquiera su querida Nut.

Mucho lloró Nut al conocer la maldición de Ra, pero sus lágrimas no consiguieron enternecer el corazón de Dios, que no quiso revocar su maldición.

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