Ensoñación fotográfica: Antiqva
Al abrir los ojos, podía ver perfectamente las algodonosas nubes que se movían perezosas… Podía notar como el sol calentaba mi rostro. ¿Dónde estaba?
Un silencio atronador me rodeaba… y entonces, me dí cuenta de que no podía recordar… En mi mano apretaba con fuerza, casi con desesperación, un botón amarillo, que desde luego, no pertenecía a nada que llevase puesto.
¿Un nuevo estado de consciencia? ¿Una nueva sensación? Una miriada de pequeñas nuevas sensaciones se agolpaban en mi interior y era imposible medirlas, traducirlas. No sé si me sentía feliz en ese taciturno instante… Quizás la mejor palabra que me describía era nuevo. Eso es, me sentía nuevo; pero algo había pasado, algo había vivido que mi mente no llegaba a vislumbrar desde el recuerdo.
Sentí que respiraba más tranquilo; decidí levantarme y cambiar mi rostro de extrañeza por uno más inquisitivo; decidí caminar hasta encontrar algo que me sonara conocido, o bien encontrar una cara amiga; un buen café en algún lugar abierto y lleno de gente. Pero sabía que mi mano derecha llevaba la respuesta firmemente apretada…
Tras cruzar la avenida, adornada con luminosos ya apagados que anunciaban la Navidad, me topé con el “Nuevo México”. Alguna fuerza desconocida me animó a entrar. Saludé, pero nadie me devolvió el saludo, ni siquiera el camarero, a pesar de que, su mirada se había cruzado con la mía durante unos segundos. Mientras esperaba que me sirviera el café que había pedido, decidí ojear el periódico. Entonces, de súbito, supe que había estado antes en aquel lugar. Sabía que el camarero de hosco aspecto se llamaba Carlos. En ese momento, alguien, en el televisor, estaba informando de que tres españoles habrían sido secuestrados en Mauritania. Al parecer, formaban parte de una caravana que llevaba alimentos al Senegal. Carlos, tras la barra, a gritos, vociferaba en contra de los negros, y de los moros, y de Zapatero, y de los curas… ¿Quién será ese Zapatero?, pensé.
Fue entonces cuando el hombre entró en el bar. Portaba varias bolsas de plástico en las que acumulaba sus miserables pertenencias. Las depositó junto a la barra, a mi lado, y se encaminó a los servicios sin saludar a nadie. Algo en mi interior me avisaba de que yo conocía a ese hombre y que debía guardar las distancias con él. Intuitivamente supe que era un tipo peligroso.
-Vaya por Dios –escuché gritar a Carlos-, ya está otra vez aquí el Legionario… Veréis como me deja los servicios…
Para entonces yo estaba recuperando progresivamente la memoria. Era consciente de que el Legionario, ese mendigo de aspecto patibulario, era un desheredado de la fortuna. Todos le conocían en la ciudad. Su casa era la calle y muchas mañanas acudía al “Nuevo México”, para desesperación de Carlos. Allí tomaba un café, hacía sus necesidades y se aseaba un poco. Recordé que la gente contaba que en algún tiempo lejano, huyendo de las consecuencias de crímenes olvidados, había estado enrolado en la Legión. El barco que lo traía de regreso de África, cuando lo licenciaron, amarró en Algeciras. Allí tomó un expreso nocturno guiado por el ánimo de llegar a Madrid. Algo antes, sin embargo, de que el tren avistara Córdoba el revisor lo descubrió sin billete. Avisó a los dos números de la Guardia Civil que vigilaban el convoy y estos le obligaron a bajarse en la que en otros tiempos había sido mítica ciudad de los califas. Fue así como, obligado por las leyes insondables del azar, el Legionario se había asentado en los jardines y calles de Córdoba.
Estaba él todavía en los servicios cuando empecé a escuchar gritos en la calle. Afuera, al otro lado de la plaza, se había formado un tumulto de gente. -¿Qué pasará? –pensé. Carlos, para entonces, todavía no me había servido el café. Iba a reclamarlo cuando pude contemplar, dominado por el estupor, que varios agentes de la policía entraban en el “Nuevo México”. Repararon en las bolsas de plástico que el mendigo había dejado en el suelo y cruzaron con Carlos algunas palabras que no pude escuchar. Al momento, pistola en mano, se encaminaron a los servicios. De allí, sacaron al Legionario. Se lo llevaron esposado y encañonado. Cuando pasaba a mi lado, dirigiendo él su mirada al vacío, me di cuenta de que debajo de su raído abrigo vestía algo que parecía una vieja casaca militar, posiblemente un vestigio de su naufragio en las aguas de la Legión. La casaca estaba abotonada con botones de cobre amarillento.
Atraído por el creciente bullicio me olvidé del café que Carlos no había llegado a servirme y salí a la calle. Un grupo de unas diez o quince personas, al otro lado de la avenida, junto a los jardines, se arremolinaba. Una ambulancia y varias unidades policiales estaban estacionadas con las luces intermitentes encendidas. Crucé la calle y me acerqué al grupo. Un hombre, empapado en su propia sangre, estaba tirado en suelo…
-Ha sido el mendigo –decía alguien-. Sin cruzar palabra le ha clavado un inmenso cuchillo… Después, ha tirado el arma en aquel soto y se ha alejado… Hemos visto que entraba en el “Nuevo México”. Allí acaban de detenerlo.
Me acerque. Horrorizado pude contemplar de cerca al hombre que yacía en el suelo. Su pecho estaba atravesado por lo que parecía ser la bayoneta de un CETME (1). El médico que lo atendía, volvió su cabeza:
-Acaba de morir –exclamó, mientras cerraba con su mano los ojos del hombre-. Tiene en sus manos un botón amarillo –avisó a los policías-. Posiblemente se lo arrancó a su asesino…
Fue en ese momento cuando sentí que una luz inmensa salía del cadáver y me envolvía girando de manera vertiginosa…
-¡Señor –pensé- ese hombre muerto soy yo…!
Dominado por una sensación jamás conocida de angustia, sentí que la luz se hacía dueña de mí y me desplazaba con ella… En pocos instantes me sentí lejos, muy lejos… ¿Quién sabe a donde me conduciría?
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1)- CETME: fusil de asalto ametrallador. Arma usada en el ejército español en los tiempos del franquismo. Todo sugiere que el Legionario, cuando se licenció, no llegó a devolver su bayoneta de reglamento.
Antiqva ,
ResponderEliminarTengo claro hacia dónde de esa lejanía; el antiguo e iniciático Egipto.
Muchas gracias por tus valiosos, creativos y divertidos comentarios en Inuit.
La foto, muy interesante la idea y la técnica.
Inuits
Muuuy buen relato ANTIQVA, impregnado de sensaciones inquietantes que van "in crescendo", un enigma que se resuelve y al final se abre otro, envuelto de la luz o en la nada.
ResponderEliminarHas escrito con estilo, ritmo, con atmósferas, trazando el personaje misterioso sin memoria, y lo que le rodea. Genial, merece mucho la pena seguirte, ver tus imagenes, esta...trucada, bella, sugerente, ¿es el pequeño estanque del museo? Da igual, repito, genial. Bsito.
Genial...!!! me encantó... leí ese comienzo no recuerdo ahora en qué blog que lo proponían como inicio, pero no fui capaz de seguirlo...
ResponderEliminarTenés arte para el suspenso...!!
Muy bueno....!!!
Lindo cuento amigo, me gusto, sera que la muerte se nos muestre asi, uno se la imagina de tantas formas y maneras, que a la hora de la hora,... quien sabe.... tal ves nos llevemos una sorpresa....
ResponderEliminarBesitosmiles
Janeth
buen relato.
ResponderEliminarprecioso y distinto a la vez
me llevo sus sensaciones...
un abrazo
Que experiencia tan fuerta Antiqva, y que bien has sabido llevar la trama teniéndome en vilo. Me quedé con ganas de seguir más.
ResponderEliminarUn abrazo
Bueno,ya sabes lo mucho que me gustó.
ResponderEliminarPero te lo repito:
Fantástico!
Besos,amigo Antiqva.
Antiqva, he pasado a saludarte. A ver si vengo con tiempo y leo todo lo que has escrito, que es muchoooo.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz semana.
Conchi
¡Me ha gustado mucho! has conseguido hacerme vivir la historia como si estuviera presente... te mando un abrazo, compadre
ResponderEliminarAy ay ay... que esa luz te conducía a "ese" mundo mejor...
ResponderEliminarA ver si nos cuentas un día la segunda parte, de cómo no quisiste volver...
:-)))))
Besazo dobles.
PD.: La foto me ha encantado.
“Mira el mundo en tan solo un grano de arena…
ResponderEliminarMira el cielo en un campo florido,
Guarda el infinito en la palma de tu mano
Y la eternidad en una hora de tu vida”
William Blake
Abrazo y Felices Pascuas!!!
Hola, Amtiqva:
ResponderEliminarEspera que antes de nada quiero aplaudirte:
¡¡¡¡¡Plasf plasf plasf plasf!!!!
Te felicito, por la fotografía, es preciosa y por este fantástico relato, estás hecho un artista, amigo.
Me ha encantado la manera que has llevado la narración, nos haces meter dentro del relato, con esas sensaciones que vas describiendo, estar muerto pero con luz divina.
Te deseo unos felices días.
Un beso.
PD.- Muchas gracias, amigo, por esos comentarios tan simpáticos que me dejas, siempre me sacas sonrisas.
Más besos.
¡WOW! Qué maravilla. Me resulta sumamente grato haber dado con tu blog, pues resulta que yo también soy una enamorada del Egipto Antiguo. Mi templo de descanso y desconexión es Karnak, cómo no podía ser otro. Ya son tres veces que he estado en Egipto (por temporadas de un mes, cada una) y, sin embargo, siempre descubro algo nuevo y mágico...
ResponderEliminarTe invito a que mores un poquito por mi templo particular: Alma Abierta, pues en el silencio de las palabras me encontrarás.
Te saluda una "Ísis desvelada", por lo tarde que ya es, si bien mi nombre de pila es el de una princesa romana... Y en mi "templo" particular me conocen por Amber de Alma Divine, nombre patricio...