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lunes, 13 de agosto de 2007

LA CUESTA DE MOYANO

Tras un largo viaje llegué a la ciudad, en tren, un caluroso día de finales de junio. Había tenido que hacer trasbordo en Madrid y aproveché dos o tres horas de tiempo libre en recorrer la Cuesta de Moyano, próxima a la Estación de Ferrocarril de Atocha, donde los libreros madrileños de viejo tenían instaladas sus exposiciones. Allí, tras curiosear –como era y sigue siendo mi costumbre- los libros que se amontonaban en los anaqueles, terminé comprando una obra de Groucho Marx, Las memorias de un amante sarnoso.

El viaje hasta la lejana ciudad lo hice cómodamente, refrescado por el aire acondicionado del tren, y distraído con la lectura de los textos del cómico: Mis hermanos y yo, partiendo de la nada, hemos alcanzado las cotas más altas de la pobreza, dijo alguna vez Groucho.

Al llegar a la ciudad todo cambió. El calor era insoportable…

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