Hace unos días, Antiqva, paseando por el campo, quizás un poco melancólico por las lluvias, decidió tomar algunas imágenes en blanco y negro. En ellas vemos las ramas de una higuera que despojadas de sus hojas y solitarias se recortan al cielo con unas desangeladas nubes de fondo.
Petita Petitesa, una buena amiga, reparando en que todo sugería que Antiqva ese día no estaba demasiado animado, publicó en su cuaderno lo siguiente:
“Creo que Antiqva me ha dado permiso para “sustraerle” unas fotos; digo creo, porque no he querido insistir mucho, no fuera que lo del permiso no estuviera muy claro.
Suelo sustraer fotografías de vez en cuando, solo las tomo y las guardo, después, en ocasiones las observo; no son fotografías “artísticas” de esas fabulosas que hay por la red, suelen ser imágenes que me llaman la atención, que creo, que de alguna manera ocultan más de lo que muestran. Me recuerdan a esas creencias indígenas que piensan, que si les tomas una fotografía, el alma del individuo fotografiado quedara presa irremediablemente en la imagen.
Yo estoy convencida, de que muchas fotografías tienen un alma dentro. Estas en particular, me parecen hechas a propósito para acompañar este poema de Dario Jaramillo Agude:
Bienvenida vieja amiga, te creí ausente y aquí estabas escondida, confundida conmigo;
bienvenida, ahora que te veo, bienvenida a tu más propia casa, el latido de mi sangre,
a ti te acojo en el tiempo largo del poema, en el suave sueño, en el hormigueo de mi mano izquierda,
ven, báñate conmigo, una ducha caliente que golpee la espalda,
-ah, desnudos sí que tú y yo somos uno solo-,
préstame una de tus camisas blancas de algodón,
ven, tomemos café, sin azúcar: así lo bebo solamente contigo,
amiga, ladilla, sombra,
y fumemos viendo el cambio de color de la montaña, fúndete conmigo para que pueda mirar cómo amanece,
ven, cántame una canción, aguántame la risa de gozarte hasta el tuétano, generosa mía,
llévame así, apacible, a este o aquel libro, deja que te lea en voz alta y dime si te aburres,
vuélvete música, almohada; convierte, maga, tu sustancia en humo, en el umbral de las visiones,
liba conmigo la euforia santa del silencio,
alucina, muchacha de mi vida, y cuenta tu cuento mientras yo, torpe, tomo tu dictado:
tacha siempre toda espera o esperanza, que no sienta el tiempo,
y baila conmigo la danza de la sonrisa en el ojo de la mente hasta caer inseparablemente
juntos, fulminados.”
Petita Petitesa, una buena amiga, reparando en que todo sugería que Antiqva ese día no estaba demasiado animado, publicó en su cuaderno lo siguiente:
“Creo que Antiqva me ha dado permiso para “sustraerle” unas fotos; digo creo, porque no he querido insistir mucho, no fuera que lo del permiso no estuviera muy claro.
Suelo sustraer fotografías de vez en cuando, solo las tomo y las guardo, después, en ocasiones las observo; no son fotografías “artísticas” de esas fabulosas que hay por la red, suelen ser imágenes que me llaman la atención, que creo, que de alguna manera ocultan más de lo que muestran. Me recuerdan a esas creencias indígenas que piensan, que si les tomas una fotografía, el alma del individuo fotografiado quedara presa irremediablemente en la imagen.
Yo estoy convencida, de que muchas fotografías tienen un alma dentro. Estas en particular, me parecen hechas a propósito para acompañar este poema de Dario Jaramillo Agude:
HOLA SOLEDAD
Bienvenida vieja amiga, te creí ausente y aquí estabas escondida, confundida conmigo;
bienvenida, ahora que te veo, bienvenida a tu más propia casa, el latido de mi sangre,
a ti te acojo en el tiempo largo del poema, en el suave sueño, en el hormigueo de mi mano izquierda,
ven, báñate conmigo, una ducha caliente que golpee la espalda,
-ah, desnudos sí que tú y yo somos uno solo-,
préstame una de tus camisas blancas de algodón,
ven, tomemos café, sin azúcar: así lo bebo solamente contigo,
amiga, ladilla, sombra,
y fumemos viendo el cambio de color de la montaña, fúndete conmigo para que pueda mirar cómo amanece,
ven, cántame una canción, aguántame la risa de gozarte hasta el tuétano, generosa mía,
llévame así, apacible, a este o aquel libro, deja que te lea en voz alta y dime si te aburres,
vuélvete música, almohada; convierte, maga, tu sustancia en humo, en el umbral de las visiones,
liba conmigo la euforia santa del silencio,
alucina, muchacha de mi vida, y cuenta tu cuento mientras yo, torpe, tomo tu dictado:
tacha siempre toda espera o esperanza, que no sienta el tiempo,
y baila conmigo la danza de la sonrisa en el ojo de la mente hasta caer inseparablemente
juntos, fulminados.”
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Creo que todos entenderéis que ahora Antiqva, pasados unos días, haya decidido incluir todo esto en su sección de "Premios", porque, sin duda, las palabras de Petita Petitesa son un bellisimo premio que uno ha recibido.
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que lindo poema y la foto quedo perfecta con ello! que tengas un lindo fin de semana :)
ResponderEliminarQuerido Antiqva, me gusta eso de:
ResponderEliminar“Toda palabra llama a otra palabra.
Toda palabra es un imán verbal,
un polo de atracción variable
que inaugura siempre nuevas constelaciones.”
Y tu casa, siempre invita a la palabra.
Besos (Por cierto, ya sabes que quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón)
me encanta la segunda fotografía, como la imagen del árbol que se refleja en el agua del recipiente en la fotografía siguiente al poema y que es de la entrada anterior.
ResponderEliminarEl poema es precioso...me ha gustado much.
Un abrazo.
Sin duda alguna...
ResponderEliminarPrecioso poema extraido del alma de tus fotos.
Supo ver la sombra de la melancolía en ellas.Quizá un deje de desesperanza esperanzada...
Puedes mostrar orgullosos este premio,pues es uno super especial...
Enhorabuena a los dos.A ti, por recibirlo y a ella por crear algo tan hermoso.
Besos.
Madre mia lo que me estoy perdiendo.
ResponderEliminarUn beso muy grande.
Yo también te hubiera robado las imágenes. Son preciosas, y además de una higuera, mi árbol predilecto.
ResponderEliminarHay un poema "La Higuera", de Juana de Ibarbourou que es muy hermoso.
Un abrazo
LA HIGUERA
ResponderEliminarPorque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises
yo le tengo piedad a la higuera.
En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.
En las primaveras
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.
Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos, que nunca
de apretados capullos se viste...
Por eso,
cada vez que yo paso a su lado
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
"Es la higuera el mas bello
de los árboles todos del huerto".
Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡Que dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!
Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:
"Hoy a mí me dijeron hermosa"
este es el poema que menciona Verdial.
y yo te lo sumo aquí, amigo querido, porque en este post has amalgamado, sentimientos, emociones, imágenes y palabras que me han trasladado, sin duda, yo también con un espíritu nostálgico que me acompaña en estos días, a la casa de mi abuelo.
Allí estaba la higuera y yo me trepaba en ese árbol y mi papá me protestaba diciéndome que no debía comerme los higos recién arrancados y calentados por los rayos de sol, pues me dolería la panza.
La higuera y el´árbol de nísperos fueron refugios de mi infancia. La casa sigue existiendo, los árboles se arrancaron y con ellos se fueron esos sabores tan especiales de tardes o mágicas mañanas, de travesuras y transgresiones que no volverán.
Hermoso post amigo Antiqva!!!
sigo deleitándome por aquí.
abrazos danzantes.
quieres bailar conmigo????