.
Antes de que publicara “Los helechos arborescentes” en 1980 Antiqva había tenido oportunidad de conocer personalmente a Francisco Umbral, ya que era un hombre vinculado con Valladolid y con cierta frecuencia participaba en actos estudiantiles de tipo literario. Recuerdo que en cierta ocasión, corría entonces el año 1973, corrió la voz de que Umbral pronunciaría una conferencia, creo que sobre la poesía de Luís de Góngora, en el salón de actos de la Facultad de Medicina. Aquello atrajo a un nutrido grupo de estudiantes que acudimos a la convocatoria. En el salón no cabía un alma y Francisco Umbral comenzó su disertación que trataba, como estaba previsto, de cosas de poesía…
En aquellos tiempos, lamentablemente, se estaba celebrando en el temido Tribunal de Orden Público franquista el que habría de ser llamado “Proceso 1001”, que pronto se saldaría con la condena a muchos años de cárcel para todos los dirigentes del clandestino sindicato Comisiones Obreras, vinculado al Partido Comunista. Al parecer, un año antes, el 24 de junio de 1972, toda la dirección de Comisiones Obreras, principal opositor a la dictadura en los ámbitos obreros, había sido detenida en el convento de los Oblatos de Pozuelo de Alarcón (Madrid), donde se encontraba reunida.
Mientras Umbral hablaba de Góngora, todos los presentes fuimos tomando conciencia de que entre el público se estaba orquestando un claro ambiente de jaleo… Las voces iban creciendo y en cierto momento nadie se esforzó por disimularlas. Fue de súbito cuando alguien avanzó por el pasillo central de la sala y tronó:
-“Paco –vociferó un tipo barbudo-, los que luchan por el pueblo están en el “trullo” y tú nos hablas de poesía… Maldita sea ahora la poesía… Tenemos que aprovechar que nos han dejado reunirnos para hablar de lo que está pasando en Madrid… Este no es momento de poesía sino de acciones de protesta… Tenemos que ayudar a los presos…”
El acto se había interrumpido. Francisco Umbral, que por entonces escribía finísimos textos periodísticos con los que superando inteligentemente la férrea censura impuesta por el régimen hacía brotar ideas críticas contra la dictadura, no dijo nada. Los agitadores, que crecían en su alboroto, vociferaban llamando a la acción. El escritor, desbordado, intentó decir que: “él estaba allí para hablar de la vida y la obra de Góngora… Y muchos de los que allí estaban habían venido a escuchar hablar de eso… Él lamentaba lo que estaba sucediendo en Madrid con los dirigentes de Comisiones Obreras pero…”
Sus palabras se cortaron. Sucedía que el jaleo de los alborotadores no le permitía continuar. Fue entonces, en medio del tumulto, cuando la voz de otro tipo volvió a tronar. Dijo algo que hizo que la risa brotase de las gargantas de todos los presentes, para entonces ya claramente invadidos por los nervios:
-“Sabes lo que te digo, Paco, que si no podemos hablar aquí del “Proceso 1001”, propongo ahora mismo a todos que nos vayamos a la playa del río y hagamos un “party” sexual…”
En ese momento, cuando aquel tipo habló, todo explotó… Para entonces, los policías “de la Secreta”, presentes en el acto, habían informado a sus jefes de lo que estaba pasando… Afuera, en los pasillos de la facultad, un amplio contingente policial, los temibles “grises”, nos estaba aguardando. Portaban en sus enfundadas manos las porras de durísimo caucho. Uno de ellos, como siempre, sujetaba con su mano derecha un “clarín”. Lo tendría que utilizar si los estudiantes no se disolvían y era necesario cargar contra ellos. En aquellos tiempos, Antiqva habría de escuchar más de una vez ese toque siniestro de clarín.
Umbral, para entonces, permanecía mudo. Había perdido el protagonismo del acto. Alguien uniformado entró en el salón e hizo saber a los presentes que debían abandonarlo. Diez policías vigilaban en la puerta… Afuera estaban los demás. Cuando Antiqva, con los brazos en alto y el documento de identidad en la boca, abandonaba la facultad no podía sino pensar: “¡Diantres, esa propuesta de jolgorio en la playa no parecía tan mala idea…!”
En aquellos años, la agitación estudiantil en la universidad de Valladolid fue creciendo de manera alarmante para las autoridades del régimen franquista. De hecho, en 1975, por temor a esas actividades políticas que se desarrollaban en las aulas, los responsables de la dictadura habrían de decretar el cierre de todas las facultades vallisoletanas. Ese año no hubo, por tanto, curso lectivo. Fue un año que no existió en la Universidad de Valladolid. Cree Antiqva que nunca escuchó que sucediera algo similar en otras universidades españolas.
Poco después llegaría la democracia a España. Marcelino Camacho, líder de Comisiones Obreras, y las gentes que estaban en prisión por motivos políticos o sindicales fueron liberados de inmediato. Las “columnas” que diariamente publicaba Francisco Umbral, crítico siempre con la dictadura, primero en “El Norte de Castilla” y luego en el “El País”, ayudaron a que ese anhelo de libertad de las gentes pudiera, al fin, hacerse realidad.
Alguien diría que desde entonces han pasado cientos de años…
.
La verdad es que qué tiempos, y F.Umbral si no un gran poeta sí que fue un excelentísimo prosista, buen novelista y con un dominio de la palabra que ya muchos de ahora quisieran para sí.
ResponderEliminarAy, qué tiempos.
Un abrazo.
Exelente relato Antiqva, me imagino que de estudiante te toco ver cosas de la dictadura en España, pero veo que siempre tras de las letras, y como todo joven tras de la justicia tambien, aunque no te venia mal la idea del "jolgorio" en el rio, como habia sido la idea de alguien en aquella disertacion de tan insigne escritor, me encanto como siempre tus relatos llenos de historia.
ResponderEliminarAquellos tiempos de dictadura que fueron cruentos tanto en España como en America, tanto dolor y perdida causaron.
Paz en ti mi querido Antiqva
Janeth
En verdad mi querido Antiqva, que jamás entenderé ningun tipo de censura.
ResponderEliminarNo llegué a correr delante de los grises. Aún estaba en el cole, pero hijos de amigos de mis padres sé que lo hicieron. Mi admirazción por ellos era evidente. Como lo es hoy...
Un abrazo mi amigo que me trae recuerdos en blanco y negro... donde el gris era en verdad gris.
Por ahí me sobra una z... jajaja¡¡¡
ResponderEliminarQué interesante esto que nos contás!
ResponderEliminarAlgo había escuchado del tema, pero suena mucho mejor por alguien que lo ha vivido en carne propia.
Aquí yo también crecí en época de dictadura... mejor olvidar el miedo que sentíamos, no podíamos pronunciar cierta palabras por temor a que nos hicieran desaparecer.
Es la historia de la vida, amigo...
Te abrazo.
Ay Antiqva... Un escalofrío me ha recorrido toda la piel...
ResponderEliminarY es que me doy cuenta que no han pasado cientos de años... Me doy cuenta que todos los pueblos viven épocas oscuras y me doy cuenta de que quienes no los hemos vivido en carne propia, no tenemos ni idea del costo humano que ha tenido la libertad de estos tiempos.
O algo aún más impactante: me doy cuenta de que la lucha por la libertad es algo que no acaba nunca, mientras exista cualquier tipo de injusticia social. Me doy cuenta de que los tiempos han cambiado y, aún después de siglos de historia escrita con sangre, todavía nos es fácil perder la memoria...
Me encanta recorrer la historia en la estela luminosa de tu pluma, aunque a veces lo que 'veo' me haga sentir 'demasiado humana', como decía Nietzsche...
un abrazo inmenso, amigo...
Buenísima tu entrada, Antiqva. Hay que pararse y recordar. Esto es hacer historia. Y no han pasado cientos de años, qué va, pues nosotros vivimos aquellos tiempos y mira lo jóvenes que somos (o al menos así nos sentimos, jaja).
ResponderEliminarOjalá nuestros nietos no tengan que vivir situaciones como aquellas.
Te mando un fuerte abrazo
Conchi
Confió y cruzo los dedos, para que las memorias del Maestro Antiqva continúen…
ResponderEliminarEs un placer inmenso leerte.
Un beso
Me recorrió todo un estremecimiento por mi cuerpo al recordar hechos similares, en épocas similares, producidos en mi país en mi época también de estudiante.
ResponderEliminarDuelen estos acontecimientos, pero lo lindo es que conociste a Umbral y puedes dejarnos tu testimonio de estos sucesos.
ResponderEliminarLeí su libro de Cartas a mi mujer y me gustó. Tengo otro en casa pero todavía no lo leo.
Abrazos.
Me dejas de piedra... no sabía que no hubo año lectivo en Valladolid...
ResponderEliminarUn pedazo de historia la que dejas aquí...
Los temidos grises... de muy niña me tocó correr delante de ellos por el rastro madrileño... Ya ves, qué tendría yo que esconder, jajaja
Un beso, que casi no puedo escribir...
Natacha
Fueron épocas impactantes,en las que la lucha encarnizada por la libertad,suprimía cualquier otra actividad que pudiera relegar lo que se iba tejiendo.
ResponderEliminarNi siquiera la poesía de Góngora o Umbral,podían reprimir el ansia de salir de esa dictadura.
Lo que no sabía es lo del curso lectivo y las universidades...
Me ha parecido increible!
Y, por otro lado,me ha encantado,como siempre, ese comentario pícaro venido de ti,para amortiguar la seriedad de los hechos que relatas.
Ya ves...he imaginado por momentos la cara de estupefacción o asombro,que pondría Don Francisco,ante tamaña interrupción para con él.
Es que he recordado un viejo programa de tertulia y entrevistas de la periodista Mercedes Milá;que entonces llevaba dicho programa con autoridad y solvencia, y alguien se atrevió,si no ella,que eso no lo recuerdo bien, a cortar a Francisco Umbral y deribar hacia otros derroteros la entrevista que le estan haciendo...
El enfado del escritor fue monumental,jajaja
En fin, perdona la perorata.
Besos,amigo.