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domingo, 22 de julio de 2007

ASTRONOMÍA EN LA PREHISTORIA

Sílex
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... Sin embargo yo creo que además la naturaleza obedece a una ley más profunda e invisible que es aún más potente que las fuerzas de esos antepasados del Tiempo de los Sueños. No sé aún cuáles son las costumbres que gobiernan el mundo, pero percibo que existen. Son normas a las que nada ni nadie puede oponerse y que están en el fondo de todas las cosas. Esas cuerdas que tiran de cuanto existe deben de ser la creación de unos pocos grandes dioses, o tal vez de uno solo.

“Aunque a lo mejor”, añadió para sí, “ni siquiera hay dioses y las cosas son simplemente así desde el principio del mundo”.

-He pensado mucho sobre el tema –prosiguió- y durante un tiempo creí que el sol era el dios jefe. Pero luego me di cuenta de que sigue siempre el mismo camino y por lo tanto también obedece una ley. ¿De quién?

-Pero el sol no siempre sale por el mismo punto, ni se mete por el mismo lugar, ni sube en el cielo tanto en la invernia como en el tiempo de las sombras cortas –contestó Gata, que aunque nunca había reflexionado a fondo sobre ello tenía muy buena cabeza para razonar.

-Es verdad, Gata –se atrevió a llamarla por su nombre, aunque nadie se la había presentado y ella no se lo había dado, y le gustó escuchar el nombre en sus propios labios-. Ya se me había ocurrido, por eso precisamente pensaba que el sol tenía voluntad propia y era libre para decidir su camino, pero luego supe que no era así.

-¿Cómo lo descubriste? –preguntó una Gata, más que interesada, fascinada por la conversación.

-En una ocasión nos cruzamos, me cruce –Piojo se corrigió-, con un viejo hechicero que llevaba tres soles meditando en lo alto de una colina. Los que pasaban cerca le dejaban comida y leña porque todo el mundo sabía que sus visiones eran muy importantes. Pude hablar con él y le pregunté qué estaba mirando. Me contestó que quería conocer cómo giraban los cielos, tanto el diurno como el nocturno, y con ellos las estrellas y el sol. Aquel hombre había seguido sus movimientos, y me contó que cuando nace un sol nuevo en el invierno, sale por un punto y que ese nacedero se va moviendo al alargarse los días, y que se corre hacia la parte del cielo donde están la estrella fija y sus compañeras las estrellas permanentes, las que nunca desaparecen del cielo por la noche. Y que luego, cuando los días empiezan a acortarse, el sol se mueve en dirección contraria, hasta que llega un sol nuevo, que sale por el mismo punto en el que nació el sol anterior, y la historia vuelve a empezar.

-¡Asombroso! Nunca lo hubiera imaginado. ¿Así que, según tú, tampoco el sol es libre?

-No, y ésa es la gran diferencia con nosotros. Yo no creo que nada de lo que nos sucede sea irremediable. Lo que acontece se puede explicar cuando ha ocurrido, pero no hay forma de saber lo que va a pasar porque el mañana no existe; sólo hay ayer y hoy...

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Juan Luis Arsuaga (Al otro lado de la niebla - Entrambasaguas)

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