Jueces negligentes
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Isis-Merenaset, la Gran Esposa Real, cuando tuvo conocimiento de la intriga que habían tramado algunas de las mujeres del harén, que con sus actos mágicos habían embaucado a los hombres buenos que antes mencionamos ordenó que el tribunal actuara con justicia contra ellos, de modo que Hori y los otros cuatro hombres pasaron a ser ahora Grandes Criminales.
De los cinco hombres, cuatro fueron encontrados culpables y habrían de ser castigados también con la ablación de sus narices y orejas. Pai-Bes, Mayordomo del Palacio, no pudo soportar el cruel castigo y decidió tomar su vida con sus propias manos. Se nos había acusado, a los cinco, de haber actuado con negligencia con respecto a las buenas instrucciones que el espíritu de Ramsés III nos había dado cuando se constituyó el tribunal. Se pudo demostrar que los otros cuatro hombres, incluso, habían gozado sexualmente con las mujeres, y su crimen les alcanzó.
A mí, Hori, Portaestandarte de Infantería y tenido hasta entonces por hombre bueno, también se me acuso. Se dijo que estaba en conexión con aquellos que habían sido la abominación de la tierra. Nada sin embargo se pudo encontrar en mi actuación que pudiese probar esa temible acusación. La reina Isis, que no olvidaba que gracias a Hori se había descubierto el complot, me apoyo con todo su poder en aquel aciago momento.
Es por eso por lo que deseo insistir en que gracias a la justicia de Maat, Hori fue encontrado inocente de las acusaciones. En los archivos judiciales que se custodian en el Palacio Real quedó escrito lo siguiente:
“Hori, Portaestandarte de Infantería, uno de los jueces buenos nombrados por el rey, fue acusado falsamente de actuar en complicidad con algunas de las mujeres involucradas en el gran crimen. Por haber accedido a entrevistarse con esas mujeres recibió una reprimenda con duras palabras, pero luego se le dejó marchar solo. No se le hizo daño alguno.”
Esperando
Isis-Merenaset, la Gran Esposa Real, cuando tuvo conocimiento de la intriga que habían tramado algunas de las mujeres del harén, que con sus actos mágicos habían embaucado a los hombres buenos que antes mencionamos ordenó que el tribunal actuara con justicia contra ellos, de modo que Hori y los otros cuatro hombres pasaron a ser ahora Grandes Criminales.
De los cinco hombres, cuatro fueron encontrados culpables y habrían de ser castigados también con la ablación de sus narices y orejas. Pai-Bes, Mayordomo del Palacio, no pudo soportar el cruel castigo y decidió tomar su vida con sus propias manos. Se nos había acusado, a los cinco, de haber actuado con negligencia con respecto a las buenas instrucciones que el espíritu de Ramsés III nos había dado cuando se constituyó el tribunal. Se pudo demostrar que los otros cuatro hombres, incluso, habían gozado sexualmente con las mujeres, y su crimen les alcanzó.
A mí, Hori, Portaestandarte de Infantería y tenido hasta entonces por hombre bueno, también se me acuso. Se dijo que estaba en conexión con aquellos que habían sido la abominación de la tierra. Nada sin embargo se pudo encontrar en mi actuación que pudiese probar esa temible acusación. La reina Isis, que no olvidaba que gracias a Hori se había descubierto el complot, me apoyo con todo su poder en aquel aciago momento.
Es por eso por lo que deseo insistir en que gracias a la justicia de Maat, Hori fue encontrado inocente de las acusaciones. En los archivos judiciales que se custodian en el Palacio Real quedó escrito lo siguiente:
“Hori, Portaestandarte de Infantería, uno de los jueces buenos nombrados por el rey, fue acusado falsamente de actuar en complicidad con algunas de las mujeres involucradas en el gran crimen. Por haber accedido a entrevistarse con esas mujeres recibió una reprimenda con duras palabras, pero luego se le dejó marchar solo. No se le hizo daño alguno.”
Esperando
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Hori ha querido dejar escrito en este papiro, que mi amada Ankhiry habrá de ocultar algún día en mi tumba, todo lo que sucedió en aquellos tiempos que rodearon los momentos finales de la existencia de nuestro Señor Ramsés III, para que cuando llegue el día en que su corazón tenga que dar cuenta de su existencia en la tierra ante el Tribunal de los Dioses, presidido por Osiris, el Señor de la Balanza, todo lo que Hori hizo pueda ser alegado ante los irascibles jueces en el caso de que algún espíritu malvado pretenda oponerse a sus deseos de acceder al Reino Celeste. Los que hemos sido iniciado en los Grandes Misterios sabemos que es un momento en que el peligro nos amenaza y que debemos estar vigilantes para evitar las insidias de nuestros oponentes. Temen los hombres que entonces su corazón no sea capaz de oponer, frente a lo que esos perturbadores digan, todo lo que de justo y de verdadero hicimos en nuestra existencia. Quiere por eso Hori mantener siempre viva la memoria de lo que sucedió entonces. Que nada sea olvidado.
Mientras eso sucede, Hori, Portaestandarte de Infantería del nuevo Horus de los Vivientes, Ramsés IV, Vida, Prosperidad y Salud para Él, se siente feliz. Amado por su rey, el hijo de Isis-Merenaset, y amado también por Ankhyri, Hori contempla como las estaciones se van sucediendo y su espíritu se encuentra en paz. Hori está viviendo una vejez hermosa y siente que su reputación entre los hombres crece a causa del favor de su Señor. Todos, los dioses y los hombres, le consideran un hombre bueno.
Nuestro rey, el dios que nos concede la vida a los hombres, el dios gracias al cual el aire divino llega a nuestra nariz, reconociendo los desvelos de Hori en aquellos momentos aciagos en que el mal se había abatido sobre el Doble País, ordenó que una tumba labrada en la piedra fuese construida para mí en la necrópolis tebana. El director del equipo de los canteros de la tumba ordenó alzar su suelo, el jefe de los dibujantes ordenó los dibujos, el jefe de los escultores ordenó que se esculpiesen los grabados y los directores de los trabajos que estaban a cargo de la necrópolis se ocuparon de la tumba. Todos los ajuares que se deben colocar en una cámara funeraria han sido ya colocados.
Ordenó, también, el Horus de los Vivientes que me fueran asignados los sacerdotes que habrán de encargarse cuando llegue el momento de los cultos funerarios necesarios para atender a las necesidades de mi ka y ordenó, igualmente, que se constituyera en beneficio de mi tumba un dominio funerario en el que habría huertos y tierras cultivadas. Todo ello lo ordenó nuestro rey como hace habitualmente para aquel hombre al que considera su Amigo de rango superior. Se esculpió, también, una estatua que me representa, recubierta de oro y con su falda de electro. Fue Su Majestad quién ordenó que todo ello fuese hecho para mí. No hubo otro hombre humilde por quien se hiciera lo mismo. Y fue así como Hori, el más leal servidor del Horus de los Vivientes, pudo gozar del favor de su Señor todos los días de su vida, hasta que llegó ese momento en que tuvo que echar las amarras a su existencia en la tierra.
Hori ha querido dejar escrito en este papiro, que mi amada Ankhiry habrá de ocultar algún día en mi tumba, todo lo que sucedió en aquellos tiempos que rodearon los momentos finales de la existencia de nuestro Señor Ramsés III, para que cuando llegue el día en que su corazón tenga que dar cuenta de su existencia en la tierra ante el Tribunal de los Dioses, presidido por Osiris, el Señor de la Balanza, todo lo que Hori hizo pueda ser alegado ante los irascibles jueces en el caso de que algún espíritu malvado pretenda oponerse a sus deseos de acceder al Reino Celeste. Los que hemos sido iniciado en los Grandes Misterios sabemos que es un momento en que el peligro nos amenaza y que debemos estar vigilantes para evitar las insidias de nuestros oponentes. Temen los hombres que entonces su corazón no sea capaz de oponer, frente a lo que esos perturbadores digan, todo lo que de justo y de verdadero hicimos en nuestra existencia. Quiere por eso Hori mantener siempre viva la memoria de lo que sucedió entonces. Que nada sea olvidado.
Mientras eso sucede, Hori, Portaestandarte de Infantería del nuevo Horus de los Vivientes, Ramsés IV, Vida, Prosperidad y Salud para Él, se siente feliz. Amado por su rey, el hijo de Isis-Merenaset, y amado también por Ankhyri, Hori contempla como las estaciones se van sucediendo y su espíritu se encuentra en paz. Hori está viviendo una vejez hermosa y siente que su reputación entre los hombres crece a causa del favor de su Señor. Todos, los dioses y los hombres, le consideran un hombre bueno.
Nuestro rey, el dios que nos concede la vida a los hombres, el dios gracias al cual el aire divino llega a nuestra nariz, reconociendo los desvelos de Hori en aquellos momentos aciagos en que el mal se había abatido sobre el Doble País, ordenó que una tumba labrada en la piedra fuese construida para mí en la necrópolis tebana. El director del equipo de los canteros de la tumba ordenó alzar su suelo, el jefe de los dibujantes ordenó los dibujos, el jefe de los escultores ordenó que se esculpiesen los grabados y los directores de los trabajos que estaban a cargo de la necrópolis se ocuparon de la tumba. Todos los ajuares que se deben colocar en una cámara funeraria han sido ya colocados.
Ordenó, también, el Horus de los Vivientes que me fueran asignados los sacerdotes que habrán de encargarse cuando llegue el momento de los cultos funerarios necesarios para atender a las necesidades de mi ka y ordenó, igualmente, que se constituyera en beneficio de mi tumba un dominio funerario en el que habría huertos y tierras cultivadas. Todo ello lo ordenó nuestro rey como hace habitualmente para aquel hombre al que considera su Amigo de rango superior. Se esculpió, también, una estatua que me representa, recubierta de oro y con su falda de electro. Fue Su Majestad quién ordenó que todo ello fuese hecho para mí. No hubo otro hombre humilde por quien se hiciera lo mismo. Y fue así como Hori, el más leal servidor del Horus de los Vivientes, pudo gozar del favor de su Señor todos los días de su vida, hasta que llegó ese momento en que tuvo que echar las amarras a su existencia en la tierra.
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Amig@os, con esta cuarta entrega termina el, digamos, "culebron" egipcio de Antiqva... En un par de dias lanzare un añadido explicando un poco las singularidades historicas en que me inspire...
ResponderEliminarAh, que bellisimo esto de internet, que permite que un, digamos, loco que se atreve a escribir un cuento, pueda comprobar que alguien lo lee y encima deja unas palabras...
¡Que buena cosa produjeron los "herreros" que fabricaron internet....!
Un abrazo, amig@os
Ahhh yo acabo de venir de vacaciones y me encuentro al final de la saga.
ResponderEliminarLo anoto para leerla el fin de semana como debe ser, por el principio.
Un abrazo, amigo.
Ayyyyyyyy, amigo mío, que vengativas somos las mujeres.
ResponderEliminarAblación de la nariz y las orejas, que forma más refinadamente de machacar a alguien, a un hombre no se le hubiese ocurrido.
Magnífica tu historia, como siempre.
un beso
Siempre nos deleitas con historias interesantes Antiqva.
ResponderEliminarQue pases un buen fin de semana.
Me ha encantado leerlo Antiqva y deseando estoy que nos digas esas singularidades que inpiraron tan bella historia.
ResponderEliminar¡Qué importante era para Hori ser un hombre bueno y poder presentarse ante Dios libre de culpa!
Muy ameno y bonito, de verdad de la buena.
Un beso para ti y otro para los "herreros" de internet.
¿Ya no habrá más? Que pena, me encantó el "culebrón". A ver si llega pronto el añadido, querido amigo.
ResponderEliminarUn saludo.
Me encantó leer el final de la Saga jajajaja, ¡oye alguna buena si que habrá!! ¿no? jooo di que si anda!!! jajaja
ResponderEliminarPrecioso como escribes, no se que más puedo decirte, pues si... que me encanta como escribe el locuelo de Antiqva jajaja
Muchos besos por el sur.
qué gran broche de oro a esta historia de intriga y suspenso.
ResponderEliminarFelicitaciones, amigo.
Realmente me asombro y me conmuevo con tanta calidad expresiva.
Espero continuar deleitándome con tus relatos.
Abrazote!!!!
Esto es imperdonable... llego tarde.
ResponderEliminarAntiqva, escucha: plas,plas,plas, mis aplausos. Me ha gustado... y qué final, toda esa descripción ...
Herreros, gracias a vosotros también que hemos podido leer el cuentosaga de Antiqva.
Está muy bien.
Un abrazo.
Buen comienzo otoñal!!!!
ResponderEliminarYo comienzo a festejar la primavera.
Abrazo
Después de la lectura de los sucesivos capítulos una se queda con la sensación que el bien es recompensado y que la bondad del corazón (¿por qué será que el corazón es el órgano del sentimiento cuando está bien guardado en la caja torácica y pocas veces nos percatamos de su latir?) acaba siendo lo que prevalece. El triunfo del bien y la recompensa de esta cualidad elevada, pero todos sabemos que pocas veces triunfa lo bueno,
ResponderEliminarhonesto, deseable y correcto.
Llego a la conclusión,quizá un poco ingenua, de que el ser humano es idealista por naturaleza y que sus aspiraciones se elevan a las más altas cimas de la ética.
Gracias Antiqva por hacernos disfrutar de tu saber.(No sé si comentaste la imagen que ilustra la entrada y se me escapó, pero yo diría que no.) ¿podrías hacernos una breve reseña?, gracias.
Inuits
Queridos amig@os, no puede sino agradeceros el interes con que habeis seguido el "culebron" egipcio de Antiqva, claro que esto puede tener el inconveniente de que uno (hinchado como un pavo) se anime algun dia a escribir otro...
ResponderEliminarJa,ja,ja...
La verdad es que cuando uno tiene la cabeza llena de "cosas" egipcias y de repente "suelta algo", siente como que se le baja un poco la tension arterial...
Ja,ja,ja...
En fin, con respecto a la pregunta de Inuit, comentar que en relacion con esa imagen de un egipcio que esta arrodillado, es una imagen que tengo en mi ordenador desde hace ya varios años, porque cuando la vi me gusto por la gran espiritualidad que se desprende de ella.
Se trata de un sacerdote egipcio que esta haciendo alguna plegaria y que tiene las manos abiertas en señal de adoracion (si uno se animara a desbarrar un poco podriamos decir que es un iniciado que esta recibiendo en sus manos la energia del cosmos, pero uno no se atreve a tanto).
Oficialmente es un sacerdote egipcio de epoca tardia y la pieza se conserva en el Museo del Louvre.
Que es un hombre "purificado" no cabe duda, ya que no tiene ni un pelo en la cabeza, algo propio de los sacerdotes.
Un fuerte abrazo para tod@s...
Querido Antiqva. Tan solo me queda ya felicitarte por este "cuento" que nos has narrado desde la cercanía de tus palabras, siempre conmprensibles y cercanas...
ResponderEliminarTe animo a continuar con estos relatos que francamente, amigo, los bordas.
He disfrutado con su lectura como con un buen libro de historia.
Te dejo un beso y mi admiración, siemrpe.
Querido amigo
Natacha.
Espero que te animes a escribir más. Yo por mi parte ya estoy pensando en leer algo más de esta cultura fascinante.
ResponderEliminarUn abrazo.