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lunes, 28 de septiembre de 2009

DE MUJERES Y FLORES

Imagen: Antiqva



“-Es una niña!

-Lo sabía –murmuró doña Ana lacónicamente.

Los últimos nueve meses habían sido los peores de su vida. En los dos embarazos anteriores todo marchó de maravilla y se sintió mejor que nunca. Los dolores de cabeza que heredó de su madre y que comenzaron a atacarla cuando se hizo mujer, no aparecían mientras estaba encinta, pero esta gestación había producido en doña Ana el efecto contrario. Beatriz le dijo que era porque esperaba una hembra y que las sustancias vitales de ella revueltas con las de la niña provocaban una mezcolanza agresiva que daba como resultado esas terribles jaquecas que la postraron en la cama durante días enteros y que la convirtieron en una especie de sonámbula los días que podía levantarse. Beatriz, que sabía mucho acerca de los poderes curativos de determinadas piedras y plantas, llenó la casa de flores de espliego que, según aseguraba con convicción docta, espantaban la melancolía, aliviaban los dolores de cabeza y relajaban los sentidos enervados. Plantó espliego por todo el jardín y en las macetas de los balcones, colocó las flores en los jarrones de la casa y una vez que se secaban, las utilizaba para mezclarlas con las plumas de la almohada de doña Ana y para preparar con ellas tisanas y sahumerios. Los días que el dolor de cabeza le impedía levantarse, Beatriz le frotaba el cuerpo de la cabeza a los pies con una esponja empapada en agua de espliego y, antes de que se fuera a dormir, le masajeaba el vientre preñado con un ungüento denso y oloroso producto de la maderación en aceite de las flores azules. A pesar de tanto trajín floral, el remedio del espliego no conseguía aplacar del todo las jaquecas de doña Ana y solamente servía para tranquilizarle los nervios, justo el efecto contrario del que producía en su esposo, que consideraba los perfumes símbolo de promiscuidad y aseguraba que una mujer decente no debería ir oliendo a flores si no quería levantar sospechas de concupiscencia o algo mucho peor. Según los sabios conocimientos de don Luís, solo las brujas usaban hierbajos y tanta limpieza corporal y tanto aroma floral la señalaban perniciosamente en la misa de tarde.

-La única limpieza de la que se tiene que preocupar un buen cristiano es de la espiritual –sentenciaba...”

Nerea Riesco (El país de las mariposas).


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8 comentarios:

  1. Gracias por compartir este fragmento!!! Dan ganas de leer más.
    Un besote, Antiqva. Que tengas muy buena semana!!

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  2. Me ha encantado!!!!!...Me quedo con sabor de boca es decir,pensando en lo que sucede luego.....Buen fragmento lleno de imagenes y hasta de aromas.

    Un abrazo.

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  3. La verdad es que uno se queda con la miel en los labios, tras este cuidado y elegido fragmento.

    Me encanta esa parte en que se intuye "cómo no iba a ser una niña"¡¡¡


    De mujeres y flores se podrían escribir eternas parrafadas, ¿no te parece?

    Un abrazo, mi amigo.

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  4. Asi es Antiqva y me supo a poco el fragmento de esta novela que debe de ser muy buena, creo que tu intencion es que corramos a buscar el libro y leerlo de una ves, te dire que mi abuelo hacia eso conmigo me parrafraseaba un par de lineas de algun cuento apropiado a mi edad claro, y me dejaba con ganas de mas, y es asi que impulso el habito de la lectura en mi que ahora es mas que habito adiccion, comprare el libro de Nerea Riesco que me parece una buena lectura
    Besitos siempre
    Janeth

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  5. Vaya, veo que este libro también te ha cautivado.
    La verdad es que esta mujer tiene una manera muy atractiva de atraparte...
    Gracias por sembrar la semilla de la curiosidad, jajaja.
    Un beso, cielo.
    Natacha

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  6. No lo he leído, solo vine a ver tu careta, amigo. Veo que sigues con ella puesta.. lástima.
    Ya volví de Montecarlo... ¡no veas lo que te perdiste! fue fabuloso...
    Un saludo, caretilla.

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  7. Espléndido fragmento,en elque una vez más sale a relucir la mente obtusa de otras épocas.
    Y qué bonito,por cierto,es perfumar la casa,y a una misma.
    Y esas flores azules de olor suave y dulzón,son hermosas y salvajes,como la misma libertad.
    Ganas me han entrado de leerlo,sí señor.
    Besos.

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Gracias, siempre, por tus palabras...

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