Páginas

viernes, 14 de septiembre de 2007

COSSÍO Y MIGUEL HERNÁNDEZ


Miguel Hernández, que había nacido en 1910, murió en la cárcel de Alicante el día 28 de marzo de 1942. En la primavera de 1934 el poeta había llegado por segunda vez a Madrid, buscando un puesto en el mundo de la poesía. Para cubrir sus gastos trabajaba para José María de Cossío, que le había encargado recabar información y redactar historias de toreros con destino a la obra que estaba preparando.

Miguel Hernández tuvo así una relación de dependencia y amistad con Cossío, de modo que cuando en septiembre de 1939 fue liberado de la cárcel por unos pocos días no dudó en solicitar la ayuda de este hombre, en unos momentos en que la familia del poeta pesaba por penalidades económicas insufribles.

En septiembre de 1949, pocos años después de la muerte de Miguel en la cárcel, José María de Cossío se ocupó de que la editorial para la que Miguel había trabajado, Espasa Calpe, publicase una edición de El rayo que no cesa que él mismo habría de prologar.

El libro tiene una dedicatoria inquietante:

“A ti sola, en cumplimiento
de una promesa que habrás
olvidado como si fuera tuya.”

Del prólogo de Cossío destaca –estamos en momentos muy duros del franquismo- la valiente presentación de Miguel Hernández:

“Miguel Hernández había nacido en Orihuela. Fue un auténtico educador de sí mismo. Criado en la humildad honrada de un hogar de cortísima fortuna, su afán de espiritualidad, aún más que de cultura o saber, le hace intimar con religiosos y con los hombres de letras que sienten inquietudes intelectuales en su ciudad natal. De este contacto y relación nació El Gallo Crisis, que, entre las revistas excéntricas que vieron la luz aquellos años anteriores a nuestra guerra, ocupa un lugar distinguidísimo.

En 1935 llega Miguel Hernández a Madrid e intima con lo más granado y conocido de la poesía y la literatura de aquellos momentos. En Cruz y Raya publica un auto sacramental que revela a los atentos la aparición de un poeta de excepcional fuerza y valía. Y en efecto, Miguel Hernández prueba ser el poeta de más fuerte personalidad y dd mayor aliento de toda su promoción.

En Madrid le sorprende la guerra, y su torbellino le arrebata, como arrebató a todos los españoles. No es una advertencia, preliminar de unos versos, el lugar de hacer la biografía del poeta. Tengo contraído conmigo mismo el compromiso de escribirla con la extensión y cuidado que merece. Su conducta exaltada en el conflicto fue digna del respeto de todos, por su humanidad y limpieza. Así fue reconocido unánimemente, y si la muerte no hubiera truncado la vida que había respetado la guerra, sin duda que hoy oiríamos su canto de poeta libre en esta misma España presente siempre en su verso y en su vida. Los mismos brazos piadosos que le asistieron en su iniciación espiritual recogieron su aliento último en aquel mismo Levante, su cuna y su sepultura.

La importancia de la obra de Miguel Hernández y su influencia en la poesía española posterior piden estudio detenido y completo. Lo mismo que a su biografía, me ilusiona dar cima a este estudio para el que me abonaría tan sólo la amistad entrañable que en toda vicisitud y en toda circunstancia me unió al poeta. Hoy, al frente de este libro, el más puro y desinteresado de sus frutos poéticos, quiero tan sólo dejar con su noticia, mi recuerdo más conmovido y cordial.

José María de Cossío.”

Miguel Hernández (El rayo que no cesa)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias, siempre, por tus palabras...