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miércoles, 5 de septiembre de 2007

LA LUZ QUE ES AMOR


Los poemas de San Juan de la Cruz tendrían algunos puntos de inspiración en el Cantar de los Cantares bíblico, texto ante cuyo aparente simbolismo erótico los comentaristas hebreros y cristianos habían quedado tan desconcertados. En efecto, Juan usa el simil del encuentro amoroso entre el esposo y la esposa para hablarnos de la unión mística entre el alma y la divinidad. Todo reposaría, siguiendo a José Jiménez Lozano, en que en el proceso de elevación propio del éxtasis místicos cuando el hombre llega finalmente a la Luz percibe que, esencialmente, Dios se le revela como Amor. El atributo principal de la Luz sería un Amor intenso, sin limitaciones, que los hombres no podemos conocer en nuestro mundo terrenal. ¿Podrá el místico expresar en palabras esa intensa experiencia de Luz y de Amor?. En principio, no existen palabras para poder traducir al lenguaje de los hombres esa elevada vivencia. Ese es el motivo de que Juan, que además de místico es también poeta, decida utilizar, como en el Cantar de los Cantares, el lenguaje del amor humano, del erotismo. No existen palabras para expresar el Amor divino y Juan decidirá expresarse a través del amor humano.

Veamos, a modo de ejemplo, el momento en que el alma abandona la materia y sale al encuentro de Dios:

En una Noche obscura
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada...


Reproducimos otro texto que nos habla de la Luz divina:

¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!,
pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.


Veamos, finalmente, como Juan nos habla del Amor, a través del cual se accede a la vida celestial:

Y, aunque tiniebles padezco
en esta vida mortal,
no es tan crecido mi mal,
porque, si de Luz carezco,
tengo vida celestial;
porque el amor (da) tal vida.

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