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miércoles, 5 de septiembre de 2007

LOBOS EN LA NIEVE


Quedé impresionado cuando contemplé la proyección de aquella película legendaria, Doctor Zivago. Por la noche, mientras dormía, estuve embargado por sueños extraños en los que, quizás, llegué a presentir cosas que es posible que algún día viva realmente.

La película mostraba escenas espectaculares de la Gran Guerra de 1914, de la Revolución Rusa y de los enfrentamientos civiles entre las tropas comunistas y las que seguían apoyando al régimen de los zares. Lo que más me impactó fue contemplar las inmensas llanuras de las estepas rusas, cubiertas por la nieve, por las que avanzaban los escuadrones de caballería tratando de alcanzar a unos enemigos vaporosos que se esfumaban en aquel inmenso infierno blanco.

En mis ensueños, influidos por lo que había contemplado aquella tarde en la gran pantalla, me veía vestido con un atuendo militar, portando un fusil y aparentemente posando en una inmensa planicie nevada, similar a aquellas por las que había visto cabalgar a los escuadrones de cosacos. La imagen sugería que un gélido viento lo impregnaba todo y mi cara, aterida, acusaba el frío inmenso de aquel inhóspito lugar. Alguien me había repetido varias veces que era necesario que vigilara a los lobos.

Mientras tanto, veía como los soldados de mi compañía, para protegerse del frío, se habían refugiado en unas trincheras cercanas. Esperaban que el cabo furriel y otros dos hombres acudieran portando un cajón de madera en cuyo interior viajaban los chuscos de pan y las latas de sardinas que habrían de constituir el almuerzo en ese día de maniobras en la nieve.

Era frecuente que por las noches, mientras dormíamos en el barracón, escucháramos en la lejanía el aullido de los lobos. Ahora, en nuestro avance por aquellos campos helados, estábamos cerca de ellos y el sargento había seleccionado tres o cuatro hombres para que estuviéramos alerta mientras los demás reponían fuerzas en aquellas abandonadas trincheras. Nuestra misión consistía en mantener alejados a los lobos que pudieran rondar por aquellos parajes. Nos dijeron claramente que si alguno de ellos se acercaba lo único que teníamos que hacer era disparar al aire y asustarlo. No se trataba de disparar contra ellos sino solamente de infundirles temor y hacer que se alejaran.

Como en la película, me veía posando en la nieve, azotado por el viento, mientras a lo lejos, en la neblina, tres hombres se acercaban portando penosamente, dos de ellos, una especie de cajón. Allí venía nuestro almuerzo. Mi misión era impedir que los lobos se acercaran demasiado.

Viví esta escena con tal intensidad que todavía sigo pensando que es posible que fuese un ensueño premonitorio. Quizás en esta vida, o en otra vida futura, esa imagen llegue algún día a hacerse realidad. Es posible, incluso, que haya sido una escena real, vivida en un tiempo ya pasado.

2 comentarios:

  1. ¿Pero, esto que es? Un sueño, un cuento, una realidad...

    ¡Demonios! ¿Qué es esto...?

    ¿Y el de la foto...?

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  2. Amigo Anónimo

    Esto es una mera ensoñación.

    La fotografía, encontrada en un album de fotos antiguas en Internet, me llamó la atención.

    Contemplándola escribí esta ensoñación.

    Algo de realidad habrá, como en todo, pero nada se puede tomar en serio...

    Un saludo

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Gracias, siempre, por tus palabras...