Hace algún tiempo, contemplando un álbum fotográfico de Internet, me llamó la atención una imagen en la que se plasmaba a un grupo de soldados que avanzaban por un camino de tierra. El título de la fotografía era “Maniobras” y en el álbum no se reflejaba ningún tipo de información adicional.
Desde siempre me ha gustado contemplar imágenes antiguas ya que a través de ellas se pueden recordar cosas que, quizás, nunca han sucedido. Alguien dijo una vez que es posible que exista algún lugar en el que se custodian los ensueños de los hombres. Allí, quisiera creer que también se encuentra todo aquello que forma parte de nuestro propio ser, de nuestra historia. Son todas esas cosas que el tiempo ha ido alejando de nosotros y que se nos manifiestan tan remotas que a veces, incluso, llegamos a dudar de que realmente hayan existido.
En la imagen que estoy comentado, atrae poderosamente mi atención uno de los soldados, de la segunda fila, cuyos ojos miran directamente al fotógrafo y que avanza –casi con un gesto teatral- apoyando su mano izquierda en la hebilla del cinturón. Alguien podría decir que quien disparó la fotografía lo hizo pensando exclusivamente en ese hombre y que, quizás, ambos estuvieran de acuerdo. De hecho, el resto de los soldados, o bien tienen la mirada perdida o no muestran especial interés. Solamente dos de los jóvenes parecen haber reparado en que alguien va a inmortalizarles. Uno de ellos, está situado junto a nuestro hombre y esboza una tímida sonrisa. El otro, que avanza en la hilera siguiente, nos envía a través de los tiempos un gesto de mueca sin duda poco favorable para su imagen.
¿Qué habrá sido de todos esos jóvenes que con sus fusiles, en una formación perdida, avanzan por ese camino de tierra que nunca sabremos donde situar? Ante las imágenes antiguas siempre viene a mi mente esa pregunta: ¿Qué habrá sido de esas personas? ¿Cómo podrían sospechar que ahora, en estos momentos, alguien está pensando en ellos? Preguntas, sin duda, sin respuesta posible. O quizás –quisiéramos creer- si la tengan. Quizás todos esos recuerdos que ahora estamos evocando se sigan custodiando en ese desconocido lugar al que antes nos referíamos.
En este momento de ensueño, yo hubiera querido ser el protagonista de esta imagen. Yo desearía haber sido ese joven, quizás de 19 años, que con gesto de especial dignidad, casi de actor, mira al fotógrafo mientras sus compañeros avanzan de manera torpe o desaliñada. Mientras los demás miran al suelo o tienen sus miradas perdidas, quizás abatidos por el cansancio de esas maniobras, nuestro hombre, ese alguien que yo hubiera querido ser en ese momento, se nos brinda como un foco de luz que ilumina con intensidad la imagen que contemplamos.
Dominado por el ensueño, quisiera pensar –ya que soy ese soldado- que la imagen fue tomada, allá por 1972 en el Campamento Militar de El Ferral del Bernesga, en León. El grupo de soldados no vendría realmente de unas maniobras sino de realizar ejercicios de tiro, a lo que me animo a pensar dado “lo ligero de su equipaje” (solamente portan su fusil, algo impensable en unas maniobras militares; ni siquiera llevan casco).
Y dado que en este ensueño sigo ahora viviendo ese momento, puedo añadir que desde lejos había yo reparado en que a un lado del camino, subido en lo alto de un terraplén, un fotógrafo estaba disparando continuamente imágenes a las hileras de soldados a medida que nos íbamos acercando a él. Mis compañeros, que posiblemente no tenían ningún interés por la fotografía, no adoptaron ninguna actitud especial, salvo el par de excepciones antes comentadas, pero yo, protagonista de la toma, consciente de que algún día esa imagen, gracias a la magia de Internet, iba a llegar a mis manos, supe adoptar una actitud “fotogénica” que habría de permitir que ahora, pasados muchos años, al fin, pudiera disfrutar con su contemplación.
Desde siempre me ha gustado contemplar imágenes antiguas ya que a través de ellas se pueden recordar cosas que, quizás, nunca han sucedido. Alguien dijo una vez que es posible que exista algún lugar en el que se custodian los ensueños de los hombres. Allí, quisiera creer que también se encuentra todo aquello que forma parte de nuestro propio ser, de nuestra historia. Son todas esas cosas que el tiempo ha ido alejando de nosotros y que se nos manifiestan tan remotas que a veces, incluso, llegamos a dudar de que realmente hayan existido.
En la imagen que estoy comentado, atrae poderosamente mi atención uno de los soldados, de la segunda fila, cuyos ojos miran directamente al fotógrafo y que avanza –casi con un gesto teatral- apoyando su mano izquierda en la hebilla del cinturón. Alguien podría decir que quien disparó la fotografía lo hizo pensando exclusivamente en ese hombre y que, quizás, ambos estuvieran de acuerdo. De hecho, el resto de los soldados, o bien tienen la mirada perdida o no muestran especial interés. Solamente dos de los jóvenes parecen haber reparado en que alguien va a inmortalizarles. Uno de ellos, está situado junto a nuestro hombre y esboza una tímida sonrisa. El otro, que avanza en la hilera siguiente, nos envía a través de los tiempos un gesto de mueca sin duda poco favorable para su imagen.
¿Qué habrá sido de todos esos jóvenes que con sus fusiles, en una formación perdida, avanzan por ese camino de tierra que nunca sabremos donde situar? Ante las imágenes antiguas siempre viene a mi mente esa pregunta: ¿Qué habrá sido de esas personas? ¿Cómo podrían sospechar que ahora, en estos momentos, alguien está pensando en ellos? Preguntas, sin duda, sin respuesta posible. O quizás –quisiéramos creer- si la tengan. Quizás todos esos recuerdos que ahora estamos evocando se sigan custodiando en ese desconocido lugar al que antes nos referíamos.
En este momento de ensueño, yo hubiera querido ser el protagonista de esta imagen. Yo desearía haber sido ese joven, quizás de 19 años, que con gesto de especial dignidad, casi de actor, mira al fotógrafo mientras sus compañeros avanzan de manera torpe o desaliñada. Mientras los demás miran al suelo o tienen sus miradas perdidas, quizás abatidos por el cansancio de esas maniobras, nuestro hombre, ese alguien que yo hubiera querido ser en ese momento, se nos brinda como un foco de luz que ilumina con intensidad la imagen que contemplamos.
Dominado por el ensueño, quisiera pensar –ya que soy ese soldado- que la imagen fue tomada, allá por 1972 en el Campamento Militar de El Ferral del Bernesga, en León. El grupo de soldados no vendría realmente de unas maniobras sino de realizar ejercicios de tiro, a lo que me animo a pensar dado “lo ligero de su equipaje” (solamente portan su fusil, algo impensable en unas maniobras militares; ni siquiera llevan casco).
Y dado que en este ensueño sigo ahora viviendo ese momento, puedo añadir que desde lejos había yo reparado en que a un lado del camino, subido en lo alto de un terraplén, un fotógrafo estaba disparando continuamente imágenes a las hileras de soldados a medida que nos íbamos acercando a él. Mis compañeros, que posiblemente no tenían ningún interés por la fotografía, no adoptaron ninguna actitud especial, salvo el par de excepciones antes comentadas, pero yo, protagonista de la toma, consciente de que algún día esa imagen, gracias a la magia de Internet, iba a llegar a mis manos, supe adoptar una actitud “fotogénica” que habría de permitir que ahora, pasados muchos años, al fin, pudiera disfrutar con su contemplación.
Una hermosa ensoñación y "sales" muy gallardo enla foto ;)
ResponderEliminary aprovechadno, mira si seré despistada Amigo, que no había repardo en tu amabilidad al enlazarme en tu blog, gracias, de verdad sentí muy lindo de ver mi url en este blog que tanto admiro!
Te dejo un abrazo de año nuevo y mis mejores deseos para el 2008!
Lo bueno de los sueños, Cristina, es que uno puede elegir "como salir" en la foto...
ResponderEliminarY puestos a elegir, ja, ja, ja...
Y que gran honor y satisfacción lo del enlace. ¿que mejor enlace que tu amistad a lo largo de estos meses?. Gracias a ti.
Un abrazo, de nuevo
gracias antiqva por pasar por la grieta, bienvenido.
ResponderEliminarmuchos abrazos para este 2008 y pura buena vibra.
P.S en verdad no hay mejor narrador en las fotos que el protagonista, no cabe duda, siempre una foto es mejor relatada desde adentro... :D
Amiga Resi, se igualmente bienvenida, tanto en mi propio nombre como en el de ese desconocido de cuya personalidad, entre sueños, me he apropiado...
ResponderEliminarAlgun día, en este proceso de apropiación de lo ajeno, tomaré alguna de tus frases para construir algun "Cuento Minimo".
Todavia sonrio cuando recuerdo algunas de las cosas que lei hace unos dias en tu blog...
Los mejores deseos...