Deseaba tener en mis manos un libro de poemas de Pablo García Baena editado en 1998, pero las gestiones que realicé en varias librerías de la ciudad resultaron infructuosas, de modo que me acerqué a una de las bibliotecas públicas y tuve allí la fortuna de localizar un ejemplar de esa obra, que he estado leyendo, entre sueños, este fin de semana.
Hasta ahora, nada que resulte de especial interés, salvo que Pablo García Baena es uno de mis autores preferidos y tenía ganas de acceder a algunos de sus poemas más antiguos, de allá por los años cuarenta del siglo pasado.
Sin embargo, al comenzar a leer el libro, pronto reparé, en un primer momento con indiferencia y luego con creciente satisfacción, que alguien, una mano tímida, usando el finísimo filo de un lápiz, había ido colocando cruces en algunos de los poemas que habrían de resultar para mi, a medida que avanzaba la lectura, de los más bellos del conjunto.
En suma, que según profundizaba en los poemas se me iba confirmando la idea de que mis preferencias venían a coincidir claramente con las de aquel lector(a) de versos, de modo que pronto, cuando iba pasando las páginas del poemario, realmente iba buscando, ávido, esas señales que tan candorosamente algún desconocido había insertado.
A través de aquel viejo libro de la biblioteca pública, alguien, un desconocido, me estaba induciendo a leer unos versos antes que otros, ya que mis ojos se iban, casi inconscientemente, a aquellos que estaban señalizados con un criterio tan afortunado para mi.
¡Gracias, amigo(a), por tu ayuda!
Hasta ahora, nada que resulte de especial interés, salvo que Pablo García Baena es uno de mis autores preferidos y tenía ganas de acceder a algunos de sus poemas más antiguos, de allá por los años cuarenta del siglo pasado.
Sin embargo, al comenzar a leer el libro, pronto reparé, en un primer momento con indiferencia y luego con creciente satisfacción, que alguien, una mano tímida, usando el finísimo filo de un lápiz, había ido colocando cruces en algunos de los poemas que habrían de resultar para mi, a medida que avanzaba la lectura, de los más bellos del conjunto.
En suma, que según profundizaba en los poemas se me iba confirmando la idea de que mis preferencias venían a coincidir claramente con las de aquel lector(a) de versos, de modo que pronto, cuando iba pasando las páginas del poemario, realmente iba buscando, ávido, esas señales que tan candorosamente algún desconocido había insertado.
A través de aquel viejo libro de la biblioteca pública, alguien, un desconocido, me estaba induciendo a leer unos versos antes que otros, ya que mis ojos se iban, casi inconscientemente, a aquellos que estaban señalizados con un criterio tan afortunado para mi.
¡Gracias, amigo(a), por tu ayuda!
No sabes como me gusta entrar en las tiendas de libros usados, deambular entre los alteros y ojear y sentir esos libros "leídos" e inevitablemente pienso en aquellos que leyeron, que sintieron con esas letras. La historia que leyo la historia.
ResponderEliminarQue bello guía te ha tocado, afin a ti y tu corazón.
Y que sugerente es encontrar, por ejemplo, entre las hojas de esos libros antiguos, un papelito con algunas letras o una flor prensada, que a veces ha pasado...
ResponderEliminarEn los libros queda siempre algo del alma del que los leyó...
Objetivamente hablando esta "mal" anotar en un libro de una biblioteca, pero en este caso las señales eran tan timidas y tan bien situadas, que se agradecian...
Un abrazo en la distancia
No conocía al autor y me gustó, sobre todo tu experiencia.
ResponderEliminarSaludos.
Pablo Garcia Baena, alma del grupo CANTICO de poesia, es para mi el mas importante poeta contemporaneo cordobes y de los primeros a nivel de nuestro pais.
ResponderEliminarOcurre que no es hombre dado a lo que podriamos llamar "dar espectaculos" y por ello quizas no sea tan conocido.
El episodio de la biblioteca es plenamente real, por otro lado.
Un abrazo