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sábado, 1 de diciembre de 2007

MAGDALENA DE LA CRUZ

En esta imagen, Manolete se enfrenta a la iglesia cordobesa de Santa Marina. El edificio de la derecha es parte del convento de Santa Isabel de los Ángeles.


Hace un tiempo, en un "Cuento Mínimo" evocábamos la historia de Magdalena de la Cruz. Veamos ahora los noticias que acerca de esta religiosa nos transmitía Teodomiro Ramírez de Arellano y Gutiérrez en su obra “Paseos por Córdoba”, publicada entre 1873 y 1877:

“Otro es, el ruidoso suceso de Magdalena de la Cruz, monja de este convento (se refiere el autor al convento cordobés de Santa Isabel de los Ángeles), natural de Aguilar de la Frontera. Llegó esta a gozar tal fama de santidad que todos la conocían por la monja milagrera: a ella acudían en demanda del alivio de sus males; los nobles le consultaban los asuntos más arduos, y todos creían que después de muerta sería colocada en los altares.

Entre los milagros que se le atribuían, figuraba el que, al ir a darle la comunión voló la Sagrada Forma desde la mano del sacerdote a la boca de la santa, y que estando esta enferma de resultas de habérsele fracturado una pierna, impidiéndole subir al mirador a ver una procesión que salió de Santa Marina, en la octava del Corpus, se abrió la pared de su celda y vio la fiesta desde su lecho, con admiración de las otras religiosas que la acompañaban.

Llegó, al fin, un día en que se descubriera tanta farsa: estando varias monjas al acecho, vieron una noche penetrar en su celda un gallardo joven, que se entró con ella en el lecho, y le estuvo dando quejas de que se tratase mal, cuando por su mediación conseguía cuanto su deseo imaginaba: sospecharon entonces si tendría tratos con el demonio, y dieron aviso al confesor de una de ellas, que debió delatarla a la Inquisición, cuando una noche, ya mediada, se presentó en el convento uno de los jueces, quien hizo llamar a Sor Magdalena de la Cruz, a la que se llevó en su carruaje al efecto preparado.

Ya en el tribunal, la pobre monja confesó tener pacto con el diablo, el cual le inspiraba cuanto hacía, acompañando su declaración con tantas lágrimas de arrepentimiento que los inquisidores tuvieron alguna piedad de ella; más no por eso dejaron de sacarla en penitencia en el auto de fe celebrado en 1555, con una vela amarilla en la mano, descalza y llevando una gruesa soga al cuello, disponiendo que acabase su vida en un convento de Andujar, donde todos los días, al ir al refectorio, se había de tender atravesada en la puerta, pasando por cima las otras monjas, haciendo ademán de pisarla, sentencia cumplida con gran resignación hasta que murió, dejando buena fama de buena religiosa.

Este suceso fue muy ruidoso, por lo mismo que Magdalena de la Cruz había logrado tanta celebridad; cuentan que hasta Carlos I, quinto de Alemania, le remitía para que las bendijese las canastillas preparadas, cuando su esposa estaba encinta.”

Teodomiro Ramírez de Arellano y Gutiérrez (Paseos por Córdoba)

2 comentarios:

  1. Mientras no conozca, seguirás narrándome.

    Saludos.

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  2. Es una satisfacción que leas estas anotaciones. Esta historia tan intrigante, acontenció en un convento por cuyas inmediaciones paso casi todos los días....

    Un abrazo

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