Ese día se iban a celebrar los funerales de Sinuhé y todos los hombres y mujeres de Tebas habían llorado.
Hacía muchos años, Sinuhé, que había sido médico en la Gran Mansión de Amenemes I, había quedado atrapado en el miedo cuando tuvo conocimiento de que el rey había sido asesinado. De forma apresurada, invadido por el temor, decidió abandonar la Tierra Negra y encaminó sus pasos al país de los asiáticos, cruzando los Muros del Príncipe, en la noche, tal y como hacen los fugitivos.
Habrían de pasar muchos años para que Sinuhé, ya envejecido, tuviera conocimiento de que Sesostris, hijo de Amenemes, había tenido piedad de él. Le había hecho saber que no deseaba que Sinuhé muriera en las tierras de los asiáticos sino que quería que retornase a Egipto para morir y ser enterrado en la Tierra Negra.
Fue así como Sinuhé, sintiendo un inmenso alborozo, abandonó las arenas en las que vivía y retornó a su amada Tebas, en donde fue recibido por nuestro rey en medio de una gran alegría. Ordenó entonces Sesostris que fuese construida para él una tumba magnífica en la necrópolis de la Tierra Roja y se preocupó también de que todas las necesidades de este hombre, mientras viviese y luego tras la muerte fuesen atendidas adecuadamente. Con esa finalidad, ordenó Sesostris que se le nombrara un Sacerdote Funerario, que habría de encargarse de los cultos debidos a su Ka una vez que Sinuhé arribase al momento de partir al mas allá. Para atender los gastos que implicaba ese culto funerario mandó también el rey que se le asignaran las rentas a producir por una explotación agrícola que concedió a Sinuhé, tanto mientras viviese como luego, durante toda la eternidad, para el mantenimiento de su memoria.
LOS FUNERALES
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Muerto Sinuhé, una vez que su cuerpo fue embalsamado en la Casa de la Muerte, el sarcófago que contenía su momia, tras cruzar las aguas del Nilo y arribar a la orilla de la Muerte, situada el oeste de Tebas, fue colocado sobre un trineo del que tiraban dos bueyes. Abrían la comitiva funeraria dos Sacerdotes Puros, que iban arrojando agua y leche delante del trineo en la justa cantidad para evitar que este se hundiera en la arena, una vez que esta había sido humedecida y pisada.
Llegados a la puerta de la tumba el Sacerdote Lector fue recitando las fórmulas mágicas en tanto que el Sacerdote del Ka procedió a tocar la boca de Sinuhé con una azuela de hierro celeste, para conseguir que la vida retornara al cuerpo momificado.
Dijo el Sacerdote Lector: “Salve Osiris, Toro del Occidente, soy Sinuhé, el más divino de los dioses protectores. He luchado por ti. Soy uno de los dioses del tribunal que ha proclamado justo a Osiris en el día del peso de las palabras. Pertenezco a tus gentes, Osiris. Soy uno de los hijos de Nut que masacraron a los enemigos de Osiris y que capturaron a los que se habían rebelado contra él…”
Y prosiguió: “¡Oh vosotros, espíritus que abrís los caminos, que despejáis los senderos a las almas perfectas que caminan hacia la mansión de Osiris! ¡Abrid los caminos a Sinuhé, despejad los caminos a su alma, que está purificada con vosotros…”
Y mientras la boca era tocada con la azuela fabricada con hierro celeste: “Que mi boca sea abierta por Ptah, que las vendas que amordazaban mi boca sean desatadas por el dios de mi ciudad… Mi boca me ha sido restituida, mi boca me ha sido abierta… ¡Qué los dioses rechacen cuantos sortilegios y conjuros mágicos se hagan contra mí! ¡Qué se apongan a ellos todos y cada uno de los dioses de la Enéada!”
Todos sentimos una emoción de especial intensidad cuando llegó el momento en que el Sacerdote, cubierto con una piel de leopardo, tras recitar diversos conjuros a un ritmo trepidante, envuelto en el humo del divino incienso y atrapado en el ruido de los tambores que tocaban de manera frenética varios hombres mientras bailaban la danza de los “muu”, fue entrando en estado de trance. Todos sabíamos que ese era un momento de gran peligro, ya que el sacerdote, protegido por la piel de la fiera, debía entrar en el Reino de los Muertos y regresar con el Ka de Sinuhé, que tendría de nuevo que incorporarse a su cuerpo momificado para que la vida retornara.
Con preocupación, todos nos fuimos dando cuenta, envueltos en un gran pesar, de que algo inusual estaba sucediendo. El Sacerdote, cada cierto tiempo, abandonaba su estado de delirio pero todos veíamos que el ansiado retorno del Ka de Sinuhé no se producía. Pasaron las horas y llegó el momento de dar comienzo a los rituales de las Cuatro Antorchas de Glorificación; había llegado la noche y el espíritu de Sinuhé debía atravesar las siete puertas de Osiris, situadas en el Reino de los Muertos, único medio de llegar a la Sala de la Doble Maat, donde su corazón habría de superar el Juicio de Osiris para, si era declarado Justo, poder acceder a la inmortalidad. Fueron realizados los rituales de las antorchas, pero todos sentimos que la Luz de Ra no parecía atraída por los conjuros y el cuerpo de Sinuhé, quizás desprovisto de su Ka, hubo de quedar, al fin, depositado en la tumba. Todos los hombres y todas las mujeres lloraban, ya que pensaban que la momia de Sinuhé, quizás, no había podido retornar a la vida, y por tanto la inmortalidad le habría sido negada. De ser así, su espíritu habría sido aniquilado.
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lunes, 24 de noviembre de 2008
LA MALDICIÓN DE SINUHÉ (I)
El oficiante, cubierto con una piel de leopardo, va a realizar el ritual de la Apertura de la Boca a la momia
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Te veo muy activo en los últimos días, cuentista, perdón, narrador, cocinero y excursionista.
ResponderEliminarUn abrazo.
Nos preparamos para otro relato por partes... esto es un no-parar. Se te pego mi hiperactividad... jaja.
ResponderEliminarUn beso, cielo
Natacha.
qué buena continuación promete el relato amigo..
ResponderEliminarun maravilloso ritual de paso..
(cada vez que vengo siento que atravieso un portal directo al antiguo Egipto...)
es la magia de.. la magia ;)
un abrazo, artífice de este puente que cruza el tiempo y el espacio.. ;)
Volver a la Tierra
ResponderEliminarnunca mejor dicho.
Por la boca
muere el
pez.
La boca
entrada y salida
del primer llanto
y el último aliento.
Besos!!
Volver a la Tierra
ResponderEliminarnunca mejor dicho.
Por la boca
muere el
pez.
La boca
entrada y salida
del primer llanto
y el último aliento.
Besos!!
Cómo me gustaría haber presenciado una de esas ceremonias, de esos rituales mágicos en los que el paso al mmás allá formaba parte íntegra de la vida con un énfasis desmesurado...o no...
ResponderEliminarMe sabe a poco y ya tengo ganas de saber por qué Sinuhé no alcanzaba la bendición de poder ver la sonrisa del Dios...
Un beso.
Espíritu libre, liberado de la carne, no quiere volver a ella, libre de toda cadena, dolor, miedo, angustia....
ResponderEliminarSin cuerpo ni amarres, vive en la eternidad.
Precioso ritual, bello texto.
¿No seria Antiqva el sacerdote con piel de tigre?
Un placer, estos documentos novelados.
Inuits
ohhhh!!!! me sigo asombrando con trineos tirados por bueyes, arenas humedecidas con agua y leche, el Ka, el Ra....y qué pasa con Sinhué, que no se desmomifica?????
ResponderEliminarqué interesante...
en un ratito vengo por la 2da parte.
Ahora soy yo la que necesita beber cantidades de agua fesquísima.
Hacía 50 años que no teníamos estas temperaturas en noviembre.
Abrazo, mi querido Antiqva!!!!