Imagen: Antiqva
Corría entonces el año 1971. En aquellos tiempos estaba matriculado en el curso Preuniversitario en el Instituto José Zorrilla, en el turno de noche. Los alumnos simultaneábamos el estudio con el trabajo. Eran los tiempos postreros del franquismo y entre clase y clase los compañeros más concienciados políticamente hablaban con frecuencia de ciertos acontecimientos que en esos momentos se estaban viviendo en Chile. Me refiero a lo que se llamó entonces “Vía chilena al socialismo”, novedosa experiencia surgida de la llegada a la presidencia de ese país de un médico cirujano, Salvador Allende, que declarado marxista estaba arropado por un conglomerado de partidos de izquierda estructurados en torno a aquello que se había dado en llamar “Unidad Popular”.
Recuerdo que entonces, entre clases, algunos hablaban de esas pretensiones de Salvador Allende de nacionalizar la minería del cobre, y de las amenazas de la CIA y de la ITT (multinacional norteamericana), que veían peligrar sus privilegios. No cabe duda de que el conocimiento que aquellos jóvenes teníamos de los problemas chilenos era ciertamente nulo, pero lo cierto es que en el entorno del franquismo en el que nos habíamos criado, sin libertades, una experiencia socialista democrática se nos manifestaba, al menos a primera vista, como algo francamente ilusionante. Y es que como Miguel de Unamuno dejó escrito alguna vez: “Quien a los veinte años no ha sido socialista, es que no tiene corazón…”
Fue pasando el tiempo, y lo cierto es que la utopía chilena no marchó bien. Algunos años después, en 1973, el ejército de ese país, al parecer tradicionalmente democrático, cometió un acto de infamia despiadada alzándose en armas contra el gobierno legítimamente constituido.
Desde entonces, la fecha del 11 de septiembre quedó grabada en mi memoria de manera indeleble. Es sabido que cercado por los militares en el palacio presidencial, Salvador Allende, a las 10:15 de la mañana, dirigió a los chilenos a través de Radio Magallanes su último discurso político. Incluía una frase que cuando la escuche entonces en la radio me produjo una sensación inmensa de pena:
“…Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor...”
Poco después de pronunciar estas palabras, a las 10:30 horas, los carros de combate sublevados comenzaron a bombardear el palacio. Después se uniría la aviación…
Han pasado muchos años desde aquel día desgraciado, sin embargo, a pesar del tiempo transcurrido, cuando paseo por alguna de las grandes avenidas de mi ciudad, sobre todo cuando lo hago por la Avenida del Gran Capitán, en alguno de esos días soleados de primavera, gozando al fondo con las vistas de la cercana Sierra Morena, no puedo sino pensar: “¡Que razón tenía aquel hombre!”
Y es que ahora, pasado tantos años de oscuridad, chilenos y españoles podemos pasear –sintiéndonos algo más libres, sin duda- por esas grandes alamedas que profetizó aquel soñador.
Corría entonces el año 1971. En aquellos tiempos estaba matriculado en el curso Preuniversitario en el Instituto José Zorrilla, en el turno de noche. Los alumnos simultaneábamos el estudio con el trabajo. Eran los tiempos postreros del franquismo y entre clase y clase los compañeros más concienciados políticamente hablaban con frecuencia de ciertos acontecimientos que en esos momentos se estaban viviendo en Chile. Me refiero a lo que se llamó entonces “Vía chilena al socialismo”, novedosa experiencia surgida de la llegada a la presidencia de ese país de un médico cirujano, Salvador Allende, que declarado marxista estaba arropado por un conglomerado de partidos de izquierda estructurados en torno a aquello que se había dado en llamar “Unidad Popular”.
Recuerdo que entonces, entre clases, algunos hablaban de esas pretensiones de Salvador Allende de nacionalizar la minería del cobre, y de las amenazas de la CIA y de la ITT (multinacional norteamericana), que veían peligrar sus privilegios. No cabe duda de que el conocimiento que aquellos jóvenes teníamos de los problemas chilenos era ciertamente nulo, pero lo cierto es que en el entorno del franquismo en el que nos habíamos criado, sin libertades, una experiencia socialista democrática se nos manifestaba, al menos a primera vista, como algo francamente ilusionante. Y es que como Miguel de Unamuno dejó escrito alguna vez: “Quien a los veinte años no ha sido socialista, es que no tiene corazón…”
Fue pasando el tiempo, y lo cierto es que la utopía chilena no marchó bien. Algunos años después, en 1973, el ejército de ese país, al parecer tradicionalmente democrático, cometió un acto de infamia despiadada alzándose en armas contra el gobierno legítimamente constituido.
Desde entonces, la fecha del 11 de septiembre quedó grabada en mi memoria de manera indeleble. Es sabido que cercado por los militares en el palacio presidencial, Salvador Allende, a las 10:15 de la mañana, dirigió a los chilenos a través de Radio Magallanes su último discurso político. Incluía una frase que cuando la escuche entonces en la radio me produjo una sensación inmensa de pena:
“…Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor...”
Poco después de pronunciar estas palabras, a las 10:30 horas, los carros de combate sublevados comenzaron a bombardear el palacio. Después se uniría la aviación…
Han pasado muchos años desde aquel día desgraciado, sin embargo, a pesar del tiempo transcurrido, cuando paseo por alguna de las grandes avenidas de mi ciudad, sobre todo cuando lo hago por la Avenida del Gran Capitán, en alguno de esos días soleados de primavera, gozando al fondo con las vistas de la cercana Sierra Morena, no puedo sino pensar: “¡Que razón tenía aquel hombre!”
Y es que ahora, pasado tantos años de oscuridad, chilenos y españoles podemos pasear –sintiéndonos algo más libres, sin duda- por esas grandes alamedas que profetizó aquel soñador.
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Cuántas aberraciones tiene la historia... y cuántas más tendrá...
ResponderEliminarUn abrazo.
Antiqva, me has puesto la carne de gallina, y me has hecho recordar la canción de Pablo Milanes:
ResponderEliminarYo pisaré las calles nuevamente...
"Yo pisaré las calles nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentada,
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes.
Yo vendré del desierto calcinante
y saldré de los bosques y los lagos,
y evocaré en un cerro de Santiago
a mis hermanos que murieron antes.
Yo unido al que hizo mucho y poco
al que quiere la patria liberada
dispararé las primeras balas
más temprano que tarde, sin reposo.
Retornarán los libros, las canciones
que quemaron las manos asesinas.
Renacerá mi pueblo de su ruina
y pagarán su culpa los traidores.
Un niño jugará en una alameda
y cantará con sus amigos nuevos,
y ese canto será el canto del suelo
a una vida segada en La Moneda.
Yo pisaré las calles nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentada,
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes. "
(Pablo Milanés)
Besos
Supongo que conocerás el poema Antiqva, pero de todos modos aquí lo dejo, recordar, puede ser la única forma posible de intentar que los horrores no se vuelvan a repetir.
ResponderEliminarPoema de Benedetti ante la muerte de Pinochet
Los canallas viven mucho, pero algún día se mueren
Vamos a festejarlo
vengan todos
los inocentes
los damnificados los que gritan de noche
los que sueñan de día
los que sufren el cuerpo
los que alojan fantasmas
los que pisan descalzos
los que blasfeman y arden
los pobres congelados
los que quieren a alguien
los que nunca se olvidan
vamos a festejarlo
vengan todos
el crápula se ha muerto
se acabó el alma negra
el ladrón
el cochino
se acabó para siempre
hurra
que vengan todos
vamos a festejarlo
a no decir
la muerte
siempre lo borra todo
todo lo purifica
cualquier día
la muerte
no borra nada
quedan
siempre las cicatrices
hurra
murió el cretino
vamos a festejarlo
a no llorar de vicio
que lloren sus iguales
y se traguen sus lágrimas
se acabó el monstruo prócer
se acabó para siempre
vamos a festejarlo
a no ponernos tibios
a no creer que éste
es un muerto cualquiera
vamos a festejarlo
a no volvernos flojos
a no olvidar que éste
es un muerto de mierda.
Vaya amigo.. Me has hecho evocar imágenes muy sentidas que guardo en mi alma..
ResponderEliminarNo sé cómo comentar esto contigo, dada la historia que une a nuestras historias ;) Yo vivo acá, en la América del Sur, en el país al que llamaron "la luz de América" por ser el primero que se liberó del yugo español (así se dice acá amigo ;)
Espero no herir susceptibilidades, pues tú y yo nos hemos encontrado en tiempos remotos a aquel ;) Y, con todo el cariño que mi corazón te profesa, te confieso que para mí la época libertaria que vivió mi país es una de las razones por las que me enorgullezco de haber nacido aquí.
No sé si conoces a Manuela Sánz... Mujer ecuatoriana de sobrados méritos... y gran trascendencia para nuestra memoria histórica. De Simón Bolívar sí debes haber oído jeje...
Pero dejaremos eso para otro momento porque tenemos que remontarnos hacia un pasado más reciente ;) Fíjate que yo ni nacía en los tiempos que tú evocas... pero sí nací después y también he atestiguado tiempos de grandes cambios... Y no desconozco aquella historia que tan magníficamente revives con tus siempre claras palabras...
Y según los parámetros de Unamuno, tengo corazón ;)... Dicen que la historia es cíclica.. que solo cambian los contextos temporales, pero que los mismos ciclos de muerte y renacimiento se suceden, en etapas de profundos cambios sociales...
No sé cuál es tu criterio de historiador, pero yo estoy bastante de acuerdo con eso ;)
En realidad esta evocación que haces me ha inspirado de sobremanera... Y es que tengo una vena patriótica que no veas... ;) Y me ha hecho pensar mucho en la etapa por la que está pasando mi país: una etapa de profundos cambios que traerá, según se dice, el "socialismo del siglo XXI"... Concepto que provoca la más dura oposición de los sectores más conservadores (eufemismo para definir a quienes han usufruactuado inescrupulosamente durante generaciones de los recursos, gracias al nefasto modelo económico bajo el que nos hemos regido) y la más eufórica esperanza de quienes quieren romper con las cadenas del pasado; cadenas mentales, económicas y sociales....
En fin.. Un período de gran conmoción tras el cual, espero, se confirme que las palabras de Allende no solo fueron bellas, sino también proféticas...
Que así sea...
Maravillosa entrada, amigo... MARAVILLOSA..
un abrazo inmenso, de tu amiga Isis.. quien aprende tanto, cada vez que te visita ;)
Querido Amigo Antiqva: yo soy de América del Sur, país que sólo tiene la Cordillera de los Andes como limite geográfico.
ResponderEliminarRecuerdo perfectamente esos momentos que estás relatando, épocas en que yo estudiaba y ya estaban convulsionadas las universidades políticamente.
Y luego el caos y el desastre en Argentina, mi país.
Y con ello la historia de los desaparecidos, los niños nacidos en cautiverio y robados a sus propias madres....no puedo extenderme, disculpa.
La emoción supera el razonamiento en este momento.
Que NUNCA MÁS se vuelvan a cometer semejantes atrocidades!!!
un beso
America del sur ha sufrido durante décadas como cuello bajo pie... situaciones terribles que se han alargado como una sombra de ciprés casi hasta nuestros días...
ResponderEliminarVolverán los tiempos oscuros de nuevo a sus tierras y a las nuestras. El ser humano no ha tomado el camino adecuado... nos perdemos amigo... nos perdemos en un oscuro túnel y no sé si sabremos salir. De momento, mantengamos lo conquistado con uñas y dientes, que parece que ya quieren quitárnoslo.
Un beso, corazón
Natacha.
Querido amigo Antiqva: quiero ahora dejarte unos versos compuestos por el talentoso chileno Víctor Jara, asesinado por la dictadura atroz de Pinochet.
ResponderEliminar(Víctor Jara)
La calle se me hace estrecha
con la alegría que tengo,
sin haberlo imaginado,
cariño mío, te encuentro.
Ir y venir luchando
por las cosas más queridas
si bien nos gastó las manos
nos deja abierta la vida.
Para qué seguir rodando
como la piedra al vacío,
yo aprendí que caminando
puedo conquistar lo mío.
Ahora, cariño mío,
con esta alegría inmesa
no me separo de ti
aunque la calle sea estrecha.
(1972)
"Amiga, gracias por tus palabras y por los poemas y canciones... Le ayudan a uno a superar un poco sus locuras."
ResponderEliminarAntiqva,
¿Qué locuras quieres superar? Por favor , no digas locuras!
Inuits
Me has emocionado.
ResponderEliminarY sigo leyéndote con interés.
esto es para tí
http://www.luisemiliorecabarren.
cl/?q=node/439
Yo pisaré las calles nuevamente.
Sencillamente, gracias por recordar.
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