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martes, 14 de abril de 2009

CABALLERÍA ROJA

Imagen: Robert Capa






DE FRÍOS Y MUERTES (II)



El 28 de julio de 1936 una columna fascista, al mando del capitán Naranjo, se presentó en Fuente del Río, pequeña población en la que se había hecho fuerte un grupo de milicianos a los que dirigía un jornalero al que llamaban Ximeno, que tiempo después, integrado en el Batallón Garcés, habría de ser “el capitán de mirada azul” que cantaría en sus versos el poeta Pedro Garfias, comisario político del batallón.

Entre los fascistas, con camisa azul y luciendo en el pecho un escapulario, estaba Lino Carmona. El grupo de hombres, con los fusiles apuntando a la nada, caminaba por las calles solitarias de Fuente del Río. El pueblo parecía abandonado. Todo estaba desierto. Alguien habría afirmado que nadie quedaba allí con vida que pudiera festejar la llegada de las fuerzas ocupantes. Todo sugería que en Fuente del Río no había ningún fascista. No había nadie a quien liberar del terror rojo.

Cuando los hombres de la columna, tomada conciencia de que el pueblo parecía abandonado, habían llegado a la plaza fue cuando sucedió todo. Inesperadamente, nadie supo de donde surgieron, ocho milicianos, cabalgando, atravesaron las calles del pueblo, fantasmagóricas imágenes de polvo y trueno, con la pistola en una mano y el fusil en la espalda, disparando a los desorientados fascistas.

El primer caballista que pasó al galope por la plaza destrozó de dos certeros balazos el rostro de Ángel Galán, uno de los falangistas, y la columna vertebral de Diego Jiménez, un número de la Guardia Civil. Lino Carmona, situado detrás de esos hombres, tuvo la fortuna de que el galope alocado del miliciano no permitió que este disparara contra él. Lino, temblando, se arrojó al suelo. No tuvo el valor suficiente para alzar sus ojos y contemplar como el hombre de la mirada azul, endemoniado, se alejaba disparando contra cualquier fascista que estuviera a su alcance.

Lino Carmona nunca supo el tiempo que había estado tirado en el suelo con los ojos pegados a la tierra. La cabalgata de la caballería anarquista había durado algo menos de un minuto, que fue el tiempo que tardaron los jinetes en atravesar la plaza y huir por las callejas adyacentes. Los demonios rojos, cuando los disparos cesaron, habían desaparecido. Todo estaba cubierto de polvo y sangre. En este episodio la columna fascista registró siete bajas. Parece que dos de los jinetes también encontraron la muerte.

Conquistada Fuente del Río, en los días siguientes hubo matanzas indiscriminadas de personas “de izquierdas” por parte de las fuerzas ocupantes. Todavía se cuenta que en ese baño de sangre, entre otros muchos, los rebeldes fusilaron acatando las órdenes del brigada Sagrado a la novia de uno de los jornaleros que estaban enrolados en la caballería de Ximeno. Por esas paradojas propias de las guerras civiles, habría luego de resultar que esa mujer tenía un hermano que enrolado en la Legión combatía en las filas fascistas. Cuando el hombre, al parecer un tipo de acción, supo del asesinato de su hermana buscó con el ánimo obcecado al brigada que había dado la orden y cuando, al fin, lo encontró en la pequeña población de Entrepinares, lo asesinó, igualmente, sin miramiento alguno.

Tras la cabalgata miliciana, Lino Carmona, poseído por la fiebre que produce el miedo, estuvo vomitando. A pesar del tórrido calor del verano durante todo el día sintió que el helado reflejo de la muerte se había apoderado de su cuerpo y de su mente. Dicen muchos que en los días que siguieron fue uno de los hombres que integraron el pelotón de fusilamiento que ejecutó a tantos hombres y mujeres que nadie en Aldea del Río quedaría libre de llorar a algún miembro asesinado de su familia. El intenso frío que desprendían los asustados muertos no impedía que Lino Carmona siguiera disparando una y otra vez contra todos aquellos a los que el brigada Sagrado ordenaba ajusticiar.

A mediados del mes de octubre habría de saber Lino que su hermano Félix, el único miembro de su familia que conservaba la vida, había encontrado la muerte en el frente de Cerro Muriano. Le contaron que todo había sucedido el día 5 de septiembre. La unidad militar en la que Félix estaba enrolado (cuando estalló la guerra cumplía el servicio militar en la Legión) era una de las que se integraban en la columna franquista de tropas africanas que el general Varela, desde Córdoba, había lanzado contra los republicanos en el frente de Sierra Morena. En las inmediaciones de Cerro Muriano, en el Cerro de la Coja, un miliciano de Alcoy que disparaba al azar contra los fascistas que subían penosamente por las laderas del cerro, le causó la muerte.

Ese mismo día, Robert Capa, que estaba tomando fotografías del frente cordobés, habría de inmortalizar el preciso momento en que Federico Borrell, conocido como Taino, otro miliciano de la columna de Alcoy, encontraba también la muerte, abatido ahora por el fuego de los moros que apoyaban la causa franquista.

Lino Carmona, endurecida su alma por tantos fríos y muertes, tomó conciencia cuando le hablaron de la muerte de su hermano de que había quedado solo. Nadie, sin embargo, vio que llorase. Estaba a punto de cumplir 18 años.





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6 comentarios:

  1. Sabes amigo... la imaginación es distinta de la fantasía, aunque muchas veces se las toma por la misma cosa..

    La fantasía es la mente desbocada que no logra captar la idea acertada entre toda la vorágine de imágenes atropelladas.

    La imaginación es un atributo del alma -dicen los teósofos-. Es la capacidad de ver todo tan claramente, como si se lo estuviera viviendo ese instante. Y es por eso que quien imagina es capaz de hacer imaginar al resto...

    Tus relatos son así.. nítidas visiones que, hasta en sus más mínimos detalles, nos hacen palpitar. Siempre me asombra la claridad con la que construyes las escenas. Y ahorita que lo pienso (jeje) no podía haber un nombre más acertado para tu maravilloso blog: 'Imágenes y Palabras'... Las cosas más mágicas y poderosas que existen sobre la faz de esta tierra ;)

    Bueno... Que me desvío mucho del tema cuando me emociono... Lo que quiero dejar escrito es: ¡¡me encanta recorrer los mundos que imaginas!!! No importa el tema... la guerra, el amor, la tristeza, la gloria... Todo lo captas en el límpido espejo de tu alma, con una asombrosa claridad.. De ahí que escribas tan bien, creando con detalles tan bien pulidos, escenas tan vívidas...

    Y aquí me tienes: padeciendo con Lino Carmona su solitario y sangriento destino ;)

    Un abrazo inmenso... compañero ;)

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  2. Cuantas terribles historias guarda esta horrorosa guerra... cuando podremos olvidar, amigo...
    Esa imagen es bien conocida, es una de esas imágenes que ya pertenecen a la historia de España, como testigo mudo de tanta sangre...
    Un beso, cielo.
    Natacha.

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  3. Una historia totalmente real, que ha ocurrido en casi todos los pueblos de España y que tú narras maravillosamente. En las dos Españas hubo víctimas cuyo único fin era luchar por sus ideales y por la paz.
    Aunque estas historias yo no las he vivido personalmente, si lo he hecho a través de mis abuelos y de mis padres. Tanto dolor....que no se olvide.

    Un abrazo

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  4. Sencillamente,ya no le quedaban lágrimas...
    Era imposible que tras tanta visión sanguinolenta,no se le endureciesen los ojos y el llanto se le congelase.
    Rodearse de muerte, debe tener estas cosas, y no creo que se viva nunca igual...
    Me da la sensación de que se ha de vivir sin alma, o al menos con ella agarrotada...
    Sigue estremeciéndome tu forma de contar la crueldad de esa batalla que me parece vivir en primera persona tras leerte...
    Ufff, espero que no sea así jamás...que yo me tiraría al suelo de por vida y me pasaría vomitando toda la contienda...
    Besos.

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  5. Impactante así se siente toda la historia que relatas.
    Y el final, me dejó casi paralizada pensando que a los 18 años un muchacho apenas decidía a quien matar.
    Y a pesar de todo eso...el mundo sigue loco.

    Un abrazo

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  6. Conocía las fotos de Capa, pero leer la historia duele más.

    Abrazos.

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Gracias, siempre, por tus palabras...