Imagen: Antiqva
Antiqva, a veces, cuanto recorre los senderos de la sierra y se topa con los vestigios de antiguos caseríos abandonados a su suerte suele caer en la ensoñación de evocar las vivencias de las gentes que los habitaron en otros tiempos.
No hace mucho, en unos momentos en que estaba leyendo algunos libros que hablaban de la Guerra Civil y de los terribles años que la siguieron, Antiqva mientras tomaba fotografías de uno de esos cortijos abandonados, no pudo sino pensar que en lugares como ese, perdidos en medio de ninguna parte, en el corazón profundo de la sierra, quizás se hubieran vivido en el pasado situaciones similares a las que ahora los historiadores, en sus textos, estaban analizando. Es posible que las gentes que vivieron en ese cortijo en aquellos años padecieran el miedo de saberse atrapados en una “tierra de nadie”, a merced tanto de la represión nacionalista como de la rapiña de los “hombres de la sierra”, los “huidos” republicanos, que al término de la guerra se habían “echado al monte” intentando escapar de la muerte. En ese momento, descansando a la sombra de una encina, Antiqva pensó que podría escribir alguna fabulación que remitiera al lector a unas situaciones que quizás se hubieran vivido en lugares como ese. Nació así un inesperado y obsesivo deseo de escribir propiciado por ese previo “atiborramiento” de lecturas sobre los años de la guerra y por el posterior momento de “ensoñación” cuando Antiqva se plantó ante aquellas ruinas que le remitían al pasado.
Fue así como nuestro hombre sintió la necesidad de escribir un cuento que nos acercara a uno de aquellos grupos de guerrilleros que se movían por la sierra acosados de continuo por las fuerzas “del orden”. La acción, pensó, habría de desarrollarse en las inmediaciones del abandonado cortijo en el que se encontraba.
Esa fue la idea inicial: escribir un cuento. Luego, cuando la fabulación se fue poniendo en marcha, Antiqva habría de escribir otros dos con los que presentaría al protagonista y lo situaría en el contexto de esos trágicos momentos. Todo ello condujo, al fin, al nacimiento de un personaje, Lino Carmona, que cuando estalla el alzamiento es un joven que se gana la vida trabajando como jornalero y que en el último de los cuentos, el que se desarrollará en el cortijo del “ensueño”, se ha transformado en un hombre sin alma, envejecido tras varios años de muertes y fríos. Los primeros momentos de la historia son conocidos por las personas que habéis leído el primero de esos cuentos. Pronto serán publicados los otros dos.
Antiqva, cuando consiguió terminar la historia, sintió que de él se desprendía la sensación de agobio que le había estado poseyendo. De algún modo, ¿quien sabe por qué?, se había visto obligado a escribir una “historia”, en tres tiempos, en la que todo estaba revestido de dolor y muerte. Cuando la terminó no pudo sino lanzar un suspiro. Le embargaba una sensación clara de alivio: ¡Al fin, todo había terminado!
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Antiqva, a veces, cuanto recorre los senderos de la sierra y se topa con los vestigios de antiguos caseríos abandonados a su suerte suele caer en la ensoñación de evocar las vivencias de las gentes que los habitaron en otros tiempos.
No hace mucho, en unos momentos en que estaba leyendo algunos libros que hablaban de la Guerra Civil y de los terribles años que la siguieron, Antiqva mientras tomaba fotografías de uno de esos cortijos abandonados, no pudo sino pensar que en lugares como ese, perdidos en medio de ninguna parte, en el corazón profundo de la sierra, quizás se hubieran vivido en el pasado situaciones similares a las que ahora los historiadores, en sus textos, estaban analizando. Es posible que las gentes que vivieron en ese cortijo en aquellos años padecieran el miedo de saberse atrapados en una “tierra de nadie”, a merced tanto de la represión nacionalista como de la rapiña de los “hombres de la sierra”, los “huidos” republicanos, que al término de la guerra se habían “echado al monte” intentando escapar de la muerte. En ese momento, descansando a la sombra de una encina, Antiqva pensó que podría escribir alguna fabulación que remitiera al lector a unas situaciones que quizás se hubieran vivido en lugares como ese. Nació así un inesperado y obsesivo deseo de escribir propiciado por ese previo “atiborramiento” de lecturas sobre los años de la guerra y por el posterior momento de “ensoñación” cuando Antiqva se plantó ante aquellas ruinas que le remitían al pasado.
Fue así como nuestro hombre sintió la necesidad de escribir un cuento que nos acercara a uno de aquellos grupos de guerrilleros que se movían por la sierra acosados de continuo por las fuerzas “del orden”. La acción, pensó, habría de desarrollarse en las inmediaciones del abandonado cortijo en el que se encontraba.
Esa fue la idea inicial: escribir un cuento. Luego, cuando la fabulación se fue poniendo en marcha, Antiqva habría de escribir otros dos con los que presentaría al protagonista y lo situaría en el contexto de esos trágicos momentos. Todo ello condujo, al fin, al nacimiento de un personaje, Lino Carmona, que cuando estalla el alzamiento es un joven que se gana la vida trabajando como jornalero y que en el último de los cuentos, el que se desarrollará en el cortijo del “ensueño”, se ha transformado en un hombre sin alma, envejecido tras varios años de muertes y fríos. Los primeros momentos de la historia son conocidos por las personas que habéis leído el primero de esos cuentos. Pronto serán publicados los otros dos.
Antiqva, cuando consiguió terminar la historia, sintió que de él se desprendía la sensación de agobio que le había estado poseyendo. De algún modo, ¿quien sabe por qué?, se había visto obligado a escribir una “historia”, en tres tiempos, en la que todo estaba revestido de dolor y muerte. Cuando la terminó no pudo sino lanzar un suspiro. Le embargaba una sensación clara de alivio: ¡Al fin, todo había terminado!
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Qué triste.
ResponderEliminarMe da la impresión, que lo que has hecho Antiqva, es ponerte en la piel de esas gentes de las que todos sabemos por oídas. Tú has escogido la opción de hacerlo en primer persona; y cundo se elige esa forma de revivir la historia, no se puede hacer sin sentir en carne propia, los sentimientos y sensaciones de los personajes.
ResponderEliminarBesos
Mediante el alquímico proceso de fundirnos con la obra, logramos que escribir sea una catarsis...
ResponderEliminarComo bien lo escribiste alguna vez, mi querido amigo.
Cuando uno escribe se purifica, se libera... una parte de nuestro interior queda plasmada en la obra, que somos nosotros y no lo somos...
A veces, cuando escribo, siento que me he quitado un peso de encima. Otras, ese suspiro del que hablas es el último aliento de vida de aquella parte mía que se ha quedado totalmente en la historia, en las letras con que la cuento, es lo que está dicho entre líneas...
Otras veces, cuando siento que mi cuerpo limitado ya no puede contener alguna emoción, debo poner en palabras todo lo que siento... y mis dedos escriben lo más rápido que pueden, a pesar de que a veces las letras se atropellan, cuando la emoción quiere fluir a raudales... Incluso a veces, el silencio... el hondo silencio en el que me pierdo, me pide un verso..
En fin...
te entiendo ;)
Tal vez todos esos mundos que nos habitan buscan manifestarse, para no ser engullidos por algún agujero negro que pulule por ahí jeje...
Y qué maravilloso es leer algo que tiene alma!!!!!
como todo lo que escribes ;)
besos!!!
espero ansiosa tus cuentos... ;)
qué bueno que llegó el alivio!!!
ResponderEliminarescribir es un modo de ahuyentar a los fantasmas y quitarnos peso de encima.
me alegra que lo hayas logrado
abrazos
Te habían invadido las musas cargadas de inspiración,y necesitaban soltar sus bolsas llenas de palabras para plasmar...
ResponderEliminarSerá un placer leer esa historia a tres partes,ese cuento en el que tus personajes han cobrado vida en cuanto los has depositado en la superfície a la que estaban destinados...
Inhala y exhala el aire libremente,que tú, ya has cumplido...
Besos,Antiqva.
Estás recorriendo un camino duro verdad amigo? se nota en tus letras, hay un cambio en en Antiqva , no en las imágenes pero si en lsa letras .
ResponderEliminarun abrazo muy fuerte.
Antiqva ,
ResponderEliminarEl poema no tiene nada que ver con lo expuesto, pero me hizo pensar en el paso del tiempo en la piedras que se habitaron.
A mi me pasa algo parecido esas sensación lánguida y extraña de definir, recordar o imaginar las vidas que habitan o tocan las cosas.
¿Quizá percibes la huella invisible de sus energías que quedaron impregnadas y sutilmente moldearon las formas desde otro ámbito?
Pero el tiempo
"¿Qué hay en tu corazón", me preguntó la vida.
Era una pregunta tan brusca,
buscaba tan poca excusa,
que quise responder: ¡Nada!
Pero el tiempo (que en pie junto a una columna de piedra
obligó hace mucho a sentarse a todas las catedrales)
me dijo: "¡Mentiroso, ese lugar que en ti
han ocupado las mujeres
sólo en el infierno permanece vacío!"
Vladimír Holan
(te lo escribo por lo de las piedras)
Nunca he escrito algo tan largo como tú, un cuento en tres partes, pero supongo que debe enganchar fuertemente. Seguro que tu historia será estupenda y hará que recordemos la triste realidad que vivieron otras gentes.
ResponderEliminarUn abrazo.
Conchi