¿Creía el hombre prehistórico en algún dios o simplemente en “los espíritus” que se escondían en el fuego, el viento, las nubes o los truenos? No podemos saberlo y probablemente no lo sepamos nunca: el hecho de que enterrase a sus muertos puede tomarse como un indicador de unas creencias en la otra vida.
Desde hace unos años se ha resucitado el concepto demimonónico del chamanismo relacionado con la Prehistoria y más concretamente con el arte rupestre. En muchos casos parece que pudo haber unas determinadas prácticas chamánicas, pero no todo lo que no se entiende tiene que englobarse bajo este epígrafe.
Los chamanes son individuos que se preparan para el conocimiento durante la mayor parte de su vida. Son los depositarios de la sabiduría y, por tanto, los encargados del cuidado de todo orden, el cual preservan mediante el despliegue visible de su poder de intimidación y convicción basado en los mitos, en el ritual y en el uso de los símbolos. No requieren de ostentaciones materiales porque su poder surge de su conocimiento. Ellos son los dueños de la palabra y los intermediarios entre el mundo de los humanos y los otros mundos: el de los dioses y los ancestros fundadores de la sociedad, y el de los muertos. Como intermediarios pueden “viajar” a través de los diferentes mundos buscando explicaciones y soluciones para los fenómenos humanos y naturales.
Sin duda, en la Prehistoria, debieron de existir unos brujos, chamanes u Hombres sabios que actuaban como sanadores y mediadores con los espíritus, tal como vemos en algunas representaciones ubicadas en la profundidad de las cavernas.
Ripoll López y Muñoz Ibáñez (Economía, sociedad e ideología de los cazadores-recolectores).
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