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domingo, 17 de junio de 2007

EL HOMBRE EN EL PALEOLÍTICO

Lasca de sílex
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Se suele considerar que la especie humana existe como tal desde hace unos cinco millones de años. Durante todo ese tiempo, y hasta hace tan sólo diez mil años, la forma de sobrevivir dominante era la caza y la recolección. Bandas de individuos, no más de treinta, unidas por lazos de parentesco, deambulaban, posiblemente siguiendo a las manadas de rumiantes, cazando y recolectando frutos y semillas silvestres. En realidad, el sistema no se diferenciaba mucho de la forma de vida de algunas especies de mamíferos depredadores actuales.

El sistema económico de caza y recolección ha seguido vivo en algunas comunidades hasta hace muy poco tiempo. Los habitantes de la Patagonia, en el cono sur americano, utilizaron puntas de flechas de sílex sin pulimentar hasta el siglo pasado. A lo largo de todo el siglo XX se han descubierto poblaciones que desconocían las técnicas agrícolas básicas. Pero, ciertamente, han sido casos excepcionales de grupos que han estado aislados geográficamente durante los últimos diez mil años.

Es posible que desde el principio hubiera una cierta especialización laboral por sexo y por edad, los hombres cazando, las mujeres y los niños recolectando. Puede que alguien más hábil con sus manos, dedique más tiempo que otros a la fabricación de armas o al tratamiento de las pieles. El que la caza y la recolección fueran las actividades económicas dominantes no quiere decir que fueran las únicas. Se han descubierto minas excavadas con instrumentos paleolíticos. La existencia de intercambios comerciales queda demostrada por la presencia de materiales, tales como la obsidiana o conchas marinas en enterramientos a mil o dos mil kilómetros de su origen.

La característica principal de nuestra especie, el cerebro, creció en volumen durante esos cinco millones de años. La capacidad de almacenar y transmitir información parece haber sido necesaria para la supervivencia y el rasgo que se transmitía de generación en generación. Sobrevivían los humanos de mayor cerebro, los que podían organizar grupos para cazar, informar de la existencia de peligros, diseñar estrategias de ataque o defensa. Esa capacidad de comprensión, almacenaje, tratamiento y comunicación de información ha sido el legado que hemos recibido de nuestros antepasados en forma de genes. Esa es, sigue siendo, la base de la organización de nuestra sociedad y de nuestra economía.

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Ripoll López y Muñoz Ibáñez (Economía, sociedad e ideología de los cazadores-recolectores).

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