Entre los egipcios el nombre era uno de los componentes de la personalidad, junto a otros como el Ka, el Ba, el cuerpo, la sombra, etc. Pensaban que el destino de cada hombre estaba unido de manera estrecha a su nombre, de modo que el nombre verdadero lo mantenían oculto con gran celo y constituía la esencia más íntima de cada persona. Si alguien llegaba a conocer ese nombre verdadero, podría ocasionar al hombre grandes perjuicios si decidía utilizar contra el algún tipo de encantamiento. Se entiende así que, en ese contexto de creencias, los egipcios mostraran siempre una especial preocupación por preservar el nombre tanto de los vivos como de los muertos. Cuando nacía un niño, se le imponían tres nombres, pero dos de ellos, los más importantes, permanecían siempre ocultos, solo el tercero, que se correspondía con el nombre de su cuerpo físico, era conocido por todos. La imposición del nombre era un acto que revestía especial trascendencia ya que el nacido que no lo tenía era como si no existiera, no tenía identidad propia.
Del mismo modo, si el nombre de una persona fallecida se borraba de las inscripciones (damnatio memoriae), como sucedió con los faraones Akhenatón y Hatshepsut, ello implicaba la plena aniquilación y olvido de la personalidad del difunto, de modo que era como si esa persona nunca hubiera existido. Se creía también que si un mago deseaba producir un daño a alguien podía escribir su nombre de una manera deteriorada, cortándolo en dos partes, por ejemplo, o representándolo atravesado por cuchillos. En suma, el daño o la aniquilación del nombre se traducían, en este contexto de creencias, en un daño o aniquilación de la persona correspondiente. Cualquier mago que conociera el nombre oculto de un dios o de un hombre podía utilizar ese conocimiento de una manera maléfica, a través de encantamientos perniciosos o manipulaciones malignas.
Ese es el motivo de que los dioses mantuvieran oculto su verdadero nombre. En un himno de Ramsés II se nos dice, por ejemplo, en relación con el gran dios Amón que: “Él (Amón) es demasiado grande para que se le pregunte, demasiado poderoso para que se le conozca. La muerte se abatirá sobre quien pronuncie su nombre misterioso, incognoscible”.
Del mismo modo, si el nombre de una persona fallecida se borraba de las inscripciones (damnatio memoriae), como sucedió con los faraones Akhenatón y Hatshepsut, ello implicaba la plena aniquilación y olvido de la personalidad del difunto, de modo que era como si esa persona nunca hubiera existido. Se creía también que si un mago deseaba producir un daño a alguien podía escribir su nombre de una manera deteriorada, cortándolo en dos partes, por ejemplo, o representándolo atravesado por cuchillos. En suma, el daño o la aniquilación del nombre se traducían, en este contexto de creencias, en un daño o aniquilación de la persona correspondiente. Cualquier mago que conociera el nombre oculto de un dios o de un hombre podía utilizar ese conocimiento de una manera maléfica, a través de encantamientos perniciosos o manipulaciones malignas.
Ese es el motivo de que los dioses mantuvieran oculto su verdadero nombre. En un himno de Ramsés II se nos dice, por ejemplo, en relación con el gran dios Amón que: “Él (Amón) es demasiado grande para que se le pregunte, demasiado poderoso para que se le conozca. La muerte se abatirá sobre quien pronuncie su nombre misterioso, incognoscible”.
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En Egipto es palpable la fijación que tenían de borrar los nombres dentro de los chartuchos, cuando ocupaban una tumba que no era suya, inlcuso en los templos, cuando había cambio de faraón. Borrar ese nombre era, efectivamente, como borrar a la persona.
ResponderEliminarAún hoy día el nombre, yo lo creo, determina cosas en nuestra vida.
No imagino llamarme, por ejemplo, Juana. Mi nombre da entidad a mi persona. Define en cierto modo mi forma de ser. Quizá te parezca una chorrada pero creo que el nombre dice cosas de nosotros.
Te has preguntado porqué algunos de vosotros utilizáis un pseudónimo para el blog.... y porqué ése y no otro?
Yo no utilizo más que mi nombre real, tal vez porque me identifico plenamente con él. Y los demás?...
Un beso amigo antiqva...
Natacha.
Amón,era la esencia de la vida.El todo, el multiplicador, el que era todos en uno.Era el misterio que gobernaba los vientos,las brisas marinas, que aquietaba los animales de agua...en fin, era un nombre innombrable por el poder que emanaba para los egipcios.
ResponderEliminarY es que los egipcios creían ciegamente en la reencarnación, en que en la otra vida debían estar preparados, de ahí que no sólo prepararan su muerte desde su nacimiento, sino que lo cultivaban todo para esa otra vida.Algo muy importante era precisamente el nombre que llevarse, por eso era elegido con sumo cuidado y consultando a sacerdotes, astrólogos etc,etc,etc.Los que morían sin honor, eran borrados de la faz de la tierra, aniquilando su nombre...
Como bien dices así ocurrió con ese gran desconocido que fue:Akhenatón y la reina Hatshepsut.
Me parece que me he pasado un pelín y además puedo estar equivocada en algunos puntos.Así de memoria es lo que me viene, porque es un tema apasionante.Bueno, para mí.
Un besito y perdón por la extensión.
Otra cosa más que prendo en este blog. A mí me gusta mi nombre, pero imagino que estoy acostumbrado a él.
ResponderEliminarUn abrazo.
Interesantísimo tu post, yo creo que los nombres que cada uno tenemos no es por casualidad. Mi nombre "Nohema" ha sido controversial, me ha servido para romper el hielo, ó para repetirlo una y otra vez cuando alguien no sabe cómo pronunciarlo. Creo que viene del hebreo y significa "pensamiento".
ResponderEliminarUn abrazo!!
El culto funerario era fuerte y lleno de ceremonias.
ResponderEliminarLa cultura egipcia es intensisima en todas sus facetas. A mí, sencillamente me fascina.
un besito
P.D. Siguen las letras de la casilla de verificación. ¿Sabes como sacarlas? si quieres te digo.
Me parece tan interesante esa cultura, fascinante tu post, como siempre!!
ResponderEliminarTe cuento que mi nombre me ha traido cierto problemas "gramaticales" pero muy buenos momentos, mi mamá compuso mi nombre de tres nombres distintos, cuando tenia quince años de edad y bueno, ya ves ya sabia como se llamaria su primogenita sin haber nacido :) ahh y como casi nadie sabe pronunciar mi nombre, me dicen como le parezca mas comodo, siempre hecho broma diciendo: tengo problemas de personalidad con tantos nombres :)
Cuidate!
Una cosa: no creo que en el amor existan las matematicas, menos las probabilidades, si hay algo que rompe los esquemas, estadisticas o razonamientos es "el amor"
En estas creencias se demuestra el valor y el poder que los antiguos otorgaban a las palabras. Un poder benéfico y maléfico. Muy interesante el post. Besitos.
ResponderEliminarMi nombre viene de la unión del nombre de mis abuelas, Maria y Carolina, me gusta y cuando aquel que me quiere lo dice, el corazón me da saltitos...
ResponderEliminarSaludos
Chau
Decían que un buen nombre no se ponía a un niño indio hasta no haber hecho algo memorable en su vida.
ResponderEliminarEntonces ése nombre permanecía secreto en su propio idioma y pueblo para que los suyos alabaran sus virtudes y los enemigos no puedieran anticiparse y prevenirse de ellas en la lucha.
Respondiendo a Natacha:
Mi nick o pseudónimo corresponde a como nos llamábamos en broma en un horrible trabajo al que llegamos 3 personas muy distintas que no nos correspondía estar allí, hacíamos un juego de "familia Adams" ficticia, donde teníamos nuestra propia personalidad, nos llamábamos "Los Sánchez": Arturín, Luisitín y Almatina Sánchez y trabajábamos en una horrible cafetería durante 2 años, por vicisitudes del destino y cruce de caminos para un jefe cruel y mafioso, empezamos a hablar en clave y con bromas, al final los clientes venían a ver sólo el espectáculo que montábamos y estaba el sitio siempre lleno: Arturín pese al nombre, era el más grande y tierno, muy fuerte y el más mayor, era "El sabio" de él aprendí muchas cosas, Luisitín era "El ingenioso" o "el quemao" según el día porque creaba situaciones surrealistas y yo era "la pícara" porque le sacaba punta y chiste a todo o "buenos lunes" porque siempre venía contenta y cuando veía a alguien sonreir un lunes les invitaba a al café, aunque a veces me llamaban "la enferma" si ése día me veían mona(porque decían que tenía el cuerpo lleno de "bultos", claro era la unica chica y tenía más bultos que ellos, lo que no era muy difícil), Luisitín Sánchez siempre estaba enfadado con el jefe y por ello era a veces muy ácido, ingenioso y patoso, a lo que Arturín Sánchez siempre se mondaba y burlaba de él, entonces entablaban un diálogo cómico al que me sumé cuando entré a trabajar allí, entonces yo normalmente hallaba paz de un modo todavía más surrealista y los castigaba a "pruebas" para que demostraran su "honradez" para hacer las paces y no se hacían más que trampas y engaños, hasta que mi personaje se hartó y empezó a hacer todavía más trampas a los 2 con lo que los clientes los teníamos todo el día enganchados a la "serie", con el tiempo(2 años) nos fueron las cosas mejor, Arturín se caso y años después compró el local, Luisitín estudió lo que quería y siguió trabajando en cosas que no le gustaban, supongo que para tener motivos para quejarse, pero estaba tranquilo y yo "cambié de lugar de vida y costumbres" cosa que no hizo Don pablos, el Buscón y por eso le fué tan mal.
A ese apodo le tengo cariño porque éramos toda una Institución del humor y valentía ante la vida que en momentos era muy jodía, eso sí, éramos famosos en el absoluto anonimato de nuestra calle y barrio.
Mi nombre real viene de Alma María Mahler, mujer de Gustav Mahler y compositora real de casi todas sus obras( mi madre era cantante de Ópera), y de Almo de estertengam o algo así (parecido a Roterdam)por parte de padre, si hubiera nacido niño, claro. Alma viene de "almus, almi" que significa "Que da vida al cuerpo, que alimenta el espíritu" o algo así, y eso hago, jeje.
Saludos inspiradores.
Antiqva, querido, pasa por la cocina a merendar, tengo algo que decirte.
ResponderEliminarUn beso, guapo.
Natacha.
Interesantísimo post. Felicidades por la cultura que difundes.
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