En el antiguo Egipto, el Shen parece que era una especie de tira de papiro o una cuerda que estaba atada a un soporte en su parte inferior, de modo que el conjunto tenía la forma de una esfera.
Esa forma circular, anudada en su parte inferior, era un símbolo de todo aquello que no tiene ni principio ni fin, un símbolo de lo que es eterno, como ocurre con el sol que, día tras día, va recorriendo el cielo brindando la luz a los hombres.
El Shen, en suma, era un símbolo solar que brindaba a los hombres la esperanza de una vida imperecedera. Mientras el sol siguiera cursando cada día las corrientes de agua del cielo (el Nilo celeste) los difuntos glorificados seguirían existiendo.
Ese es el motivo de que el Shen se utilizara como amuleto de protección y de regeneración en las tumbas y en los sarcófagos. A veces se representaba a alguna divinidad, en este caso Isis (la Grande de Magia), arrodillada, con las manos apoyadas en este poderoso símbolo.
Viendo imágenes como esta, uno comprende de donde procede la imagen tan tradicional de la bruja occidental que está consultando en su bola mágica. Lo que ocurre es que en Occidente, el sentido real de la esfera, que no es sino el poder de regeneración de la vida, parece que ha quedado eclipsado.
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Qué interesante, amigo. Cuando me paseo por aquí, me voy un poco más lustrado (por la luz de tu rincón) e ilustrado (por tus bellas historias).
ResponderEliminarUn abrazo, redondo como el Shen.