Córdoba Judía es una obra de Julio Romero de Torres que se integra en Poema de Córdoba, que en diversos paneles nos ofrece distintas versiones de la Córdoba guerrera, barroca, judía, cristiana, romana, religiosa y torera.
En el caso de Córdoba Judía actuó como modelo la gitana Amalia Fernández Heredia, la mujer que daba palmas en Alegrías. Se nos ofrece la estampa de una cordobesa de gran belleza que desprende una mirada de intensa complicidad al espectador. Como fondo de la composición Julio Romero nos ofrece una imagen simbólica de la Plaza de la Fuenseca, con una estatua del médico y filósofo judío Maimónides.
Llama la atención el modo en que el autor conoció a la modelo, Amalia la Gitana. El propio Julio nos ha transmitido que una tarde de mayo cuando se encontraba en el Casino de Labradores, en lo que hoy es Avenida del Gran Capitán, al paso de una hermosa mujer pudo escuchar como un tipo adinerado le decía a su criado: “A esa morena, trotámela”. El pintor, siempre al acecho de mujeres, como el ricachón, se le anticipó, dirigiéndose rápidamente a la joven: “A mí me gustaría pintarla a usted –le dijo-; soy Julio Romero”. Desde ese momento la gitana, que era muy conocida en los tablados de Córdoba, pasó a ser una de las musas de nuestro pintor, de modo que su colaboración duraría hasta la muerte de este.
En el caso de Córdoba Judía actuó como modelo la gitana Amalia Fernández Heredia, la mujer que daba palmas en Alegrías. Se nos ofrece la estampa de una cordobesa de gran belleza que desprende una mirada de intensa complicidad al espectador. Como fondo de la composición Julio Romero nos ofrece una imagen simbólica de la Plaza de la Fuenseca, con una estatua del médico y filósofo judío Maimónides.
Llama la atención el modo en que el autor conoció a la modelo, Amalia la Gitana. El propio Julio nos ha transmitido que una tarde de mayo cuando se encontraba en el Casino de Labradores, en lo que hoy es Avenida del Gran Capitán, al paso de una hermosa mujer pudo escuchar como un tipo adinerado le decía a su criado: “A esa morena, trotámela”. El pintor, siempre al acecho de mujeres, como el ricachón, se le anticipó, dirigiéndose rápidamente a la joven: “A mí me gustaría pintarla a usted –le dijo-; soy Julio Romero”. Desde ese momento la gitana, que era muy conocida en los tablados de Córdoba, pasó a ser una de las musas de nuestro pintor, de modo que su colaboración duraría hasta la muerte de este.
Gracias por la invitación. Me gusta mucho lo que he visto. Tras las elecciones pienso hablar de tu blog en el periódico. La verdad es que estamos muy liados con la campaña. De hecho, en el papel, me han pasado el blog a la sección Elecciones. Un saludo
ResponderEliminarEstupenda tu serie sobre Romero Torres,otra mirada!,muy buena,bonita y llena de arte!
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