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viernes, 26 de octubre de 2007

AQUEL CALOR TENUE


Pies Ligeros, una niña de ocho años perteneciente al clan de los Hombres Rojos, se esforzaba por llevar a cabo la tarea que tenía encomendada. Con sus dientes, sujetaba fuertemente uno de los extremos de la piel, en tanto que con su mano izquierda mantenía firme el otro extremo y con la derecha restregaba, una y otra vez, tenaz a pesar de su corta edad, una herramienta de sílex con la que raía la cara interna de aquel pellejo, liberándolo de pelos y grasa. Una anciana, que superaba los treinta años de edad, vigilaba con atención el modo en que la jovencita realizaba el trabajo.

Pasado un buen rato, la niña, cansada por el esfuerzo, distrajo su atención unos momentos al escuchar el griterío que se formaba en el poblado cuando los cazadores regresaban del Gran Río. Al volver la cabeza para mirar a los que llegaban, sus dientes soltaron el extremo de la piel y en un movimiento ajeno a su voluntad su mano derecha soltó también la raedera que fue a estrellarse contra su boca.

Con un gesto claro de dolor y contrariedad, Pies Ligeros, gritando, se levanto enfurecida y, sin pensarlo, lanzó la piedra tan lejos como le fue posible. La anciana, indignada, se puso también de pie, emitiendo feroces gruñidos con los que manifestaba a la niña su repulsa por la torpeza de su actuación.

Al momento, la mujer y la niña se pusieron a buscar el trozo de sílex pero no tuvieron éxito. Los cazadores, además, habían retornado hambrientos y ya no había tiempo para entretenerse en la búsqueda.

En ese momento, Pies Ligeros no podía sospechar que cuarenta mil años después, un hombre, paseando por la terraza cuaternaria próxima al Gran Río, entre naranjos, habría de encontrar fortuitamente esa lasca de sílex que ella, gruñendo, había arrojado tan lejos como su furia le había permitido.

Sorprendido por el hallazgo, el hombre, cuando cogió la piedra, todavía pudo sentir, emocionado, a pesar del tiempo transcurrido, el calor tenue que la mano de aquella niña neandertal había impregnado en ella.

9 comentarios:

  1. Vaya! nunca lo había pensado así, en aquela época yo sería una venerable anciana ;) que bello!

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  2. Pues si, amiga. En los tiempos en que los neandertales poblaban estos parajes la vida maxima muy dificilmente pasaba de los cuarenta años, de modo que una persona, de por ejemplo 35 años, era como si ahora tuviera unos 70, con el agravante, ademas, de que estaba muy deteriorada fisicamente por las penalidades, frio, epocas de hambre...

    Del mismo modo, a los 12 o 13 años, las niñas ya eran madres y adultas.

    En fin, nuestros esquemas sobre el tiempo no eran igual que los de ellos.

    Me encanta que el cuento te haya gustado.

    Gracias por tu visita...

    Un abrazo

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  3. Muy bello y sensible. Voy al lugar ese a votarte.

    Saludos.

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  4. Lo dicho amigo... esos tesoros son mensajeros del tiempo ;)

    me gustó muchísimo el cuento. Voy a dejar en el mar una piedrita de colores para ver si, cruzando el océano que nos separa, te encuentra en alguna playa jeje..


    un abrazo ;)

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  5. No he resistido la tentación, y he vuelto a leerlo de nuevo.

    Hemos progresado, pero la base, está en ellos.

    Un abrazo

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  6. Siempre que pierdo algo pienso en cómo será la persona que lo encuentre y qué hará con ese objeto... pero nunca se me ocurrió que podrían pasar 40.000 años.....!!
    Pobre Pies Ligeros, tan pequeña y trabajando tanto...!

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  7. Que bonito, Antiqva; sabía que iba a leer algo así; me ha encantado.

    Apenas comencé a leer me vino a la memoria otro libro en el que también las mujeres mastican y restriegan las pieles, para volverlas dulces y domables.
    Iglús en la noche, de Hans Ruesch; no está ambientado en una época antigua; en él se relata la vida de una familia esquimal, su lucha por la superviviencia en su mundo tan hostil.

    Gracias por el cuento, amigo mío, un gusto leerlo
    Besos, Antiqvua

    Ío

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  8. cuando escribiste este cuento yo era pies ligeros...no te conocía ni te imaginaba...

    es hermoso,besos*

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  9. Estoy segura de que había leído este cuento amigo...Aun cuando no hay comentario mio.
    Besos.

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Gracias, siempre, por tus palabras...