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lunes, 15 de octubre de 2007

EL MÁS ALLÁ Y EL FIN DE LOS TIEMPOS


El capítulo 175A del “Libro de los Muertos” contiene interesantes reflexiones en relación con el más allá y sobre como habrá de ser el fin de los tiempos, de acuerdo con las creencias propias de los antiguos egipcios.

El capítulo tiene por título: “Fórmula para no morir otra vez” y en una rúbrica el sacerdote nos dice que su contenido se tenía que pronunciar sobre una imagen de Thot, hecha en loza fina, la cual se colocaría en la mano del hombre, lo que le permitiría una larga vida sobre la tierra y el no morir de muerte rápida. Conocer este capítulo habría de salvar al hombre –dice esa rúbrica.

Todo sugiere, en suma, que este texto lo debía conocer el hombre en vida, no tras la muerte, como es habitual en el “Libro de los Muertos”. Es posible que sea uno de los textos destinados a los hombres que estaban siendo iniciados en lo que conocemos como “Misterios” de los egipcios.

Veamos su contenido, en la traducción de Federico Lara Peinado (las notas aclaratorias son nuestras):

Palabras dichas por el Osiris N.(1):

-“¡Oh Atum, ¿qué es lo que ha ocurrido para que yo deba ser conducido a un desierto(2)? Allí no hay agua, ni aire; es muy profundo, muy oscuro y prácticamente infinito.”

-“¡Vivirás allí con felicidad!” –respondió Atum.

-“¡Pero no se podrá encontrar allí ningún placer(3)!”

-“En él puse glorificación(4) en vez de agua, aire y placer, y puse felicidad en vez de pan y cerveza” –dijo Atum.

-“¿Y podré contemplar tu rostro(5)?”

-“En efecto, no soportaría que estuvieses necesitado de su contemplación.”

.../...

-“Pero, ¿qué va a ser mi duración de Vida eterna?” –contestó el Osiris N.

-“Estás destinado a vivir millones de años, a tener una duración de Vida eterna de millones de años(6). En cuanto a mí, yo destruirá todo lo que he creado, el país volverá al estado de Nun, al estado de Ola, como fue su estado primigenio(7). Yo soy lo que restará de todo lo creado junto con Osiris, cuando me transforme otra vez en serpiente(8), hechos que los hombres no podrán conocer ni los dioses(9) podrán contemplar.”


Notas


(1) El Osiris N. es el difunto, que ha superado el Juicio de los muertos y se ha transformado ya en dios (Osiris). Ya no se llama N., sino Osiris N.

(2) El difunto, desorientado, se dirige a Atum (Dios Primigenio de los egipcios), manifestando su extrañeza por encontrarse en la necrópolis, en su propia tumba.

(3) El difunto hace una alusión a si en su nueva vida va a poder disfrutar de placeres de tipo sexual. Le siguen preocupando cuestiones de tipo puramente material.

(4) Culminado el proceso de Glorificación, el difunto habrá de transformarse en un ente espiritual, asimilado a la divinidad. La nueva vida que le espera le ofrece espiritualidad, no materia.

(5) Los egipcios eran conscientes de que uno de los atributos de Dios es el de resultar incognoscible para el hombre. Solamente tras la muerte puede el hombre contemplar el rostro de Dios. Los atributos esenciales de la divinidad estaban ocultos a los hombres.

(6) La expresión “millones de años” hace referencia a la idea de inmortalidad.

(7) En este punto, el “Libro de los Muertos” describe como habrá de ser, en palabras del propio Dios Primigenio, el fin del mundo. Cuando llegue, por decisión de Dios, el fin de los tiempos, todo volverá a ser como era antes de que comenzara la Creación, todo volverá al Nun, a las aguas primordiales.

(8) Atum, en ese momento, volverá a integrarse, transformado en serpiente, en las aguas primordiales del Nun, y todo dejará de existir. La vida sería, de acuerdo con esas creencias, un momento temporal que discurriría entre dos nadas: la nada (Nun) de la que todo fue creado y la nada a la que todo volverá cuando así lo decida Atum.

(9) Vemos aquí que los egipcios distinguían sutilmente entre Atum, el Gran Dios Primigenio, el Único Dios, y el resto de los dioses, que ocupaban un lugar intermedio entre Dios y los hombres. A pesar del aparente politeísmo de los egipcios lo cierto es que creían (al menos los iniciados en los Misterios) en un Dios Único, al que acompañaban una multitud de divinidades menores o secundarias. Dios era Único, si bien se manifestaba de múltiples formas.

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