Estoy en la huerta,
en la vieja casa,
en la vieja casa,
entre los naranjos.
En la casa,
una luz en la noche,
un jardín.
Entre hadas, nubes y estrellas,
crecen el ciprés, el laurel
y el jazmín.
Siento, poco a poco
-sosiego, espíritu-
-entre los naranjos-
-entre mis libros-,
que me voy haciendo
-entre los pájaros-,
sin pasión,
-entre tu amor-
serenamente.
Mientras leo, a ratos,
contemplo el ciprés
señalando las nubes;
contemplo el laurel,
pienso en el futuro;
contemplo el jazmín,
sueño con las hadas.
Y crece el ciprés,
y crece el laurel,
y crece el jazmín,
y mientras, voy creciendo,
me voy haciendo,
con mis sueños,
como ellos.
¿Quién diría, entonces,
que soy yo el mismo
que el otro,
el de la ciudad,
el del trabajo,
sin hadas,
sin nubes,
sin estrellas,
sin pájaros,
sin jazmín?
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